martes, 30 de octubre de 2018

A puerta cerrada

La columna de Vivir en El Poblado

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Admito que hay un tono de nostalgia en lo que he escrito y comparto la opinión de quienes dicen que es síntoma de vejez. Con tanta imposición por todos lados, para que seamos jóvenes del cuerpo y del espíritu, saberse y sentirse viejos es una de las pocas rebeldías que nos quedan. ¿Quién quiere rancharse para siempre en la ingenuidad y la inexperiencia?, ¿en el derroche de energía que termina al servicio de avivatos? Al refrán que dice: “Si el joven supiera y el viejo pudiera”, respondo que prefiero saber, y poder un poquito, que andar por ahí pudiendo sin saber muy bien qué hacer con tanto poder.






miércoles, 17 de octubre de 2018

Orlando Contreras descansa en el mar


Del Baúl, un texto publicado en 
El Universal, de Cartagena, el 25 de febrero de 1994.



Los primeros puñados de ceniza salieron de sus manos en forma distante y aturdida. Sólo después, cuando alguien sugirió que se pusiera de rodilla para evitar la brisa, Diana Cárdenas  empezó a comprender  la trascendencia de ese instante, empezó a recordar episodios cercanos y lejanos, se olvidó de la gente y las cámaras que había a su lado, y se quedó a solas con el hombre que estaba liberando.
Un grupo de periodistas la había esperado en un pequeño muelle de la bahía. Llegó con su madre y unos amigos. Tenía un traje marfil y un sombrero, traía un ramo de rosas y un pequeño cofre negro en vuelto en un terciopelo rojo. Su rostro tenía una tristeza tranquila.
Aunque ella y su familia tenían la intención de hacer la ceremonia en mar abierto, cerca de las Islas del Rosario, finalmente se decidió que era mejor hacerla cerca, desde la plataforma de la  Virgen del Carmen, en la bahía.
A bordo de la lancha de El Universal viajaron la esposa, los parientes, los amigos y los restos de un hombre cuyo nombre está grabado en la memoria de millones en América Latina.
En el viaje empezaron las preguntas. Diana Cárdenas habló de la callada enfermedad, de un cáncer que duró cerca de un año. Habló de la insistencia de Contreras para que no hubiera ceremonias y para que arrojaran cuanto antes sus cenizas en el mar de Cartagena, por su parecido con La Habana. Tenía la esperanza de llegar sobre las olas a su tierra.
Parientes y allegados fueron reconstruyendo poco a poco el recuerdo del cantante. Se habló de su bondad, de su sensibilidad, del dolor que le causaba la pobreza. Se habló de su periplo por América, de su salida de Cuba, de su paso por Miami y Venezuela, de la forma como conoció a su esposa, Diana, hace tres años y decidió quedarse en Medellín por ella.
Se habló de su perfeccionismo y de su último proyecto: la Sonora Antioqueña, un grupo con el que quiso grabar unas canciones  que les hizo a las ciudades de Colombia, entre ellas una dedicada a Cartagena.
Al llegar a la Virgen seguían las preguntas de la prensa. Las cámaras zumbaban y Diana respondía con orgullo. Habló de la muerte de la madre de Contreras, hace diez años; de la alegría que ahora él sentiría por estar con ella. Dijo que él mismo se encargó personalmente de los asuntos de la funeraria y contó que su canción “Nuestro juramento” se materializó cuando ella derramó sus lágrimas sobre su cuerpo muerto.
Poco antes de empezar a cumplir su voluntad, habló de una canción que se quedó sin terminar. Estaba dedicada a ella. Sólo recordaba los primeros versos: “ Diana, tus ojos claros, el agua que roza tu cuerpo…”.
Finalmente, bajo una mañana brumosa y brillante, Diana abrió el cofre negro, roció las cenizas con agua bendita y en forma aturdida arrojó los primeros puñados.
Luego, de rodillas en la base de la Virgen de la bahía, empezó a comprender, empezó a recordar, empezó a liberarlo en el mar.
Puñado a puñado pensaba, miraba las cenizas diluirse en el agua. Contreras descansaba, terminaba de alejarse de una vida fugaz y de heridas, se cumplía su deseo de entregarle a las olas ese cuerpo que tanto supo del dolor, terminaban la maldad, la hipocresía, todos los sobresaltos de ese fugaz parpadeo que es la vida: sólo quedaban los recuerdos y el amor. A pesar de que más tarde, cuando en las manos de Diana ya no quedara nada, su quietud se rompería con un llanto breve y digno, había en ese momento algo de felicidad. Había algo de eterno y de tranquilo, de estrellas navegando a través de los milenios, en las semillas de fuego que unas manos arrojaban sobre los surcos del mar. 

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jueves, 11 de octubre de 2018

Una novela póstuma

La columna de Vivir en El Poblado



Hace un cuarto de siglo compré mi primer computador. Acababa de ganar un premio de periodismo que me ayudó a escapar de la prehistoria y, cuando puse a funcionar aquel hermoso aparato, me sentí el protagonista de una película futurista. “Te jodiste, Tolstoi”, pensé mientras tecleaba mi primera página virtual.










jueves, 4 de octubre de 2018

Yucatán





    Yucatán


Las lunas y los cielos,
la claridad y el viento,
encuentran sus caminos y se marchan

          Versión de un texto maya.


    1

Los pies desnudos
  en el mar y la tierra

La casi luna llena

Las manos en la arena
  tejen una promesa

    
   2

Volando en el agua
  contigo en el alma
me fue concedida
  la llave del mar


    3

En la profunda
  sombra del zapato
el escorpión
  espera al caminante


   4

La clara luna llena
  el aire transparente
el lento estigma negro
  en el lienzo del mar


   5

Fruta tropical

Obsedido y ausente
  muerdo la carne dulce del tiempo


    6

        Iguana

Cuando las piedras
  tienen hambre
    salen a caminar


    7

Soy un coro incansable
  un furor soterrado
  una voracidad
                 que se devora
  que estalla en colores
Un trasegar constante
  entre nunca y ahora

Soy la selva que mira
  su rostro inconcebible
y luego se abandona


    8

Rumor de batalla

Dieciséis
  silenciosos soldados
    viajan la pirámide

Llevan cascos rojos
  sus patas son largas

Cuando uno se mueve
  se mueven los otros

A veces olvidan
  si huyen de la muerte
   o van a buscarla


   9

A las seis de la tarde
    la hora en que los mapaches
    ávidos y puntuales
  atienden el llamado
    del manjar de los dioses
  y el cazador despierta
   su avidez y sus armas
supe que procurarte
  también era una forma de marcharme



De "Penínsulas extrañas"(2014)