Tal
vez porque no se lo propuso, Juan Carlos Onetti llegó a ser un personaje
legendario en esa entretenida novela que es la historia menuda de la literatura
latinoamericana. La novela en mención no es propiamente un best seller. Tiene,
a lo sumo, interés para sus protagonistas y unos cuantos testigos apasionados.
Puede decirse que, fuera de ese ámbito, Onetti es un perfecto desconocido que
logró, de la mejor manera, el paradójico sueño de su maestro William Faulkner :
“Espero ser el único individuo en el mundo que no haya dejado huellas a su
paso” (Confesiones, 24). Pero en aquel pequeño círculo donde su vida
interesa, Onetti llegó a ser un ogro temido y respetado.
Se
dice que el ogro era enemigo de la fama y de la adulación fácil. Abundan las
anécdotas que lo muestran desinflando entusiasmos con furia apacible,
desapegada, podría decirse que gozosa. A alguien que se atrevió a llamarlo gran hombre, le replicó
que todos los allí presentes (y por extensión los ausentes), sólo podían llegar
a la categoría de ratas o cucarachas. Durante un importante evento en la
Universidad de la Sorbona, en Paris, Onetti decidió no modular palabra frente a
un público que llegó a experimentar todas las formas del estupor y la
impaciencia (después confesó que los académicos elogios de su presentador lo
habían dejado mudo). Sus historias se
salen a veces de lo estrictamente literario y ayudan a perfilar su papel de
hombre duro, curtido, cínico, una especie de detective de novela gringa sin ganas
de investigar. Una bala que rompió su sombrero tuvo la cortesía de no privarnos
de sus novelas. Un testigo recuerda la tranquilidad con que Onetti se quitó el
sombrero, consideró el daño y volvió a ponérselo como si nada hubiera pasado.
También se recuerda el primer encuentro entre Borges y Onetti del que se tiene
noticia. Emir Rodríguez Monegal, propiciador del encuentro, sostuvo que Onetti
se pasó todo el tiempo fustigando a Borges con una actitud que parecía la
personificación misma de Roberto Arlt (Onetti decidió borrarse a sí mismo para
permitir el encuentro de dos formas distintas de entender la literatura que se
han dado en la Argentina). Onetti llegó
a confesar su deseo de escribir una biografía de Arlt, pero no una biografía a
la manera convencional, sino una suma de hechos, desarticulados, inconexos, de
sentido ambiguo, inútiles para construir una suma coherente –unívoca- de lo que
fue ese escritor.