domingo, 11 de junio de 2017

El afán de saber llegar

Una entrevista de Jorge García Usta, publicada en la revista Travesía, con motivo de la entrega del Premio Distrital de Periodismo Antonio J. Olier, por la crónica “El afán de llegar”. Cartagena de Indias, febrero de 1994.




¿Cómo ha sido su trayectoria en el periodismo? [1]
Mi trabajo en el periodismo se ha desarrollado fundamentalmente en Cartagena, donde resido desde hace cinco años. Antes de eso, trabajé por poco tiempo en el periódico El Mundo de Medellín, pero fue una experiencia más bien decepcionante; sentí que no tenía espacio para ejercer un periodismo de búsqueda vital y expresiva, vi en el periodismo una especie de servidumbre al hecho cotidiano e inmediato, con poca libertad para el lenguaje y para la imaginación. Después de esa experiencia, llegué a pensar que no volvería a ejercer jamás el periodismo. Vine a Cartagena a comienzos de 1989, en busca de condiciones apropiadas para hacer literatura. Dos años después entré en contacto con el diario El Universal y encontré allí la posibilidad de hacer ese periodismo que antes había creído imposible. Eso es lo que he hecho en los últimos tres años: desarrollar un trabajo periodístico fundamentado en mi trabajo literario. Los resultados han sido bastante alentadores, he obtenido importantes reconocimientos como el Premio Simón Bolívar o el Premio Distrital Antonio J. Olier, he avanzado en mi propia búsqueda expresiva y, lo más importante, he podido llegar a muchas personas que han acogido favorablemente mi trabajo.

¿Cómo conviven en su trabajo lo literario y lo periodístico?
Encuentro una relación bastante estrecha entre el periodismo y la literatura. Pienso que el periodismo es una forma de la literatura que se nutre de hechos y personas determinadas. Creo que, sin los recursos que ofrece la literatura, el periodismo resulta estéril y limitado. Siento, frente al periodismo y frente a la literatura, el mismo reto, la misma responsabilidad con las palabras, la misma necesidad de rigor y de sinceridad.

¿En qué genero se siente mejor?
Aunque siento que forman parte de lo mismo, en la práctica cada uno se mueve en dirección diferente. En el periodismo me siento más seguro porque parto de hechos específicos que debo expresar. Los aciertos, la intuición, la sensibilidad, me resultan más fáciles de valorar en el periodismo, al confrontar mi trabajo con los hechos que le dieron origen. Pero en los terrenos de la ficción las cosas son a otro precio. La ficción es el reino de las dudas, los temores, las relaciones más inexplicables y profundas con el mundo. En la ficción, la satisfacción la da asumir el reto que ella misma significa, llegar cada vez más lejos en un camino impredecible.

¿A qué cree usted que se debe la esterilidad formal actual en buena parte del periodismo costeño?
Creo que no es un mal exclusivo de la región. Podría hablarse de ese problema a nivel nacional y mundial. Pienso que se debe a la pobre formación del periodista y a un medio que se preocupa poco por promoverlo. El periodista, como la mayor parte de nuestros profesionales, se ve envuelto en una atmósfera facilista, superficial y desmotivadora, que no valora la formación intelectual y personal. El periodista no lee, aplica fórmulas gastadas, está sujeto a la tiranía de la noticia y el resultado es un periodismo mentiroso, en la medida en que no se compromete con la realidad ni se preocupa por aportar cosas nuevas y valiosas al lector.

¿Existe el periodismo cultural en Colombia? ¿Qué lo caracteriza?
Existe algo que se autodenomina “periodismo cultural”, pero pienso que está bastante alejado de lo que debería ser. Hay un periodismo que se dedica a ciertas manifestaciones del arte, pero en el sentido amplio de “cultura” hay mucho por hacer, muchos terrenos por explorar.

¿Qué predomina, según este, en el periodismo cultural que se ejerce en los grades medios?
En primer lugar habría que decir que, en casi todos los casos, el periodismo cultural debe sostener una dura batalla para lograr un espacio. Son muy pocos los medios que respetan la cultura y son consciente de la necesidad de divulgarla. Si a esto se le agrega que los periodistas sólo registran lo que les resulta más próximo, el periodismo cultural deja de ser una ayuda y termina por ser un inconveniente.

¿Podríamos hablar en la Costa o Antioquia de algo así como una tradición en el periodismo literario?
Es posible que haya existido. Hay grandes nombres que han hecho del periodismo una lección de arte y de vida. Pero creo que ahora sólo hay unos casos aislados. Hoy en día el periodismo literario está prácticamente arrinconado por una forma de escribir “dietética” e insípida, basada en las nuevas tendencias periodísticas que quieren evitarles a los lectores “la molestia” de pensar. Hacer periodismo literariamente se ha vuelto algo casi subversivo. Si existe esa tradición, es una tradición amenazada.

¿Qué debería hacer un periodista en el campo de la cultura?
En primer lugar entender que la cultura abarca todos los aspectos de la vida. Cuando hablamos del hombre y del concepto que tiene del mundo y de sí mismo, estamos hablando de cultura. Después, salir en busca de la vida.

Hablemos de suplementos literarios.
Los suplementos literarios son una de las posibilidades más interesantes de hacer periodismo cultural en nuestro país. Para una población que tiene pocas oportunidades de comprar libros y revistas, los suplementos pueden ser una valiosa alternativa. Bien manejados, puede ser la vía para expresar muchas cosas a las que el periodismo diario no les concede espacio. Son un invaluable instrumento educativo. Por sus características, permiten el ejercicio de un periodismo más libre, más “literario”. Pero tienen problemas graves. El hecho de ser poco rentables los convierte a veces en estorbo para los dueños de los medios, lo que les da una vida incierta. Por otro lado, corren grandes riesgos de momificarse, de volverse reducto de unos pocos o plaza para el comercio de favores. Los suplementos tienen grandes posibilidades de ser mucho, pero corren grandes riesgos de ser poco.



[1] Entrevista de Jorge García Usta, publicada en la revista Travesía, con motivo de la entrega del Premio Distrital de Periodismo Antonio J. Olier, por la crónica “El afán de llegar”. Cartagena de Indias, febrero de 1994. El texto fue incluido en el libro Retratos, publicado por la Secretaría de Cultura de Cartagena, en 1996.







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