En la primavera del 2002 tuve el honor de moderar una charla entre dos de
los escritores argentinos más influyentes de las últimas décadas. Tuvo lugar en
la Universidad de Rutgers y fue organizada por los estudiantes graduados del
Departamento de Español y Portugués. Esta versión del encuentro fue publicada
originalmente en la revista Yzur.
Por Gustavo Arango
Uno de los temas de moda en las
universidades norteamericanas es la disolución de las fronteras. Ahora que
miles de personas abandonan sus naciones para hacerse ciudadanos del mundo, la
idea del exilio parece haber tomado sentidos diferentes a los que tenía hace
dos o tres décadas. Cada vez son más los que insisten en que el mundo quizá sea
mejor si los nacionalismos se convierten en cosa del pasado. El crítico
palestino Edward Said, profesor de Columbia University, en Nueva York, dice que
el exilio puede producir rencor y tristeza, pero también puede dar una visión
más aguda a quien lo vive. Agrega que el recuerdo de lo que se ha dejado atrás
se convierte en un lente para ver la realidad. Para Said, el exilio y la
memoria van siempre de la mano y es “lo
que uno recuerda del pasado, y cómo lo recuerda, lo que determina la manera
como mira el futuro”.