miércoles, 22 de enero de 2014

Una efímera galaxia

De 'Criatura perdida' (2000).


El llamado de Corina volvió a arrastrarlo hacia las olas. Con gritos y gestos lo invitó a acercarse, lo obligó a mirar con atención en el agua, empezó a mostrarle una prueba suprema de su magia.
—¿Ves?
Eric no dijo nada. Siguió maravillado los movi­mien­tos de esas manos delgadas dentro y fuera del agua, tuvo el impulso de darle una explicación racional a aquellas luces, pero ella lo invitó a resi­dir un rato más en la credulidad y la sorpresa: “¿No es hermoso? Mira, también salen de ti”.

Eric vio que también sus movimientos en el agua iban dejando una estela luminosa, una efíme­ra galaxia que a veces persistía unos segun­dos. Apoyados en la oscuridad arenosa, sus pies, encen­dían unas chispas intensas, azules y blan­cas. A medida que se internaba en el agua, iba dejan­do un rastro de luz como la cola de un come­ta. Todo su cuerpo poseía esa desconocida propiedad. Al levantar los brazos, el agua que caía era como una lluvia de minúsculas bombillas. Eric rió, gritó, em­pezó a zambullirse en el agua imitan­do los saltos de un delfín y después se detuvo a mirar fascinado el reguero de luces como una cristalería rota, las chispas minúsculas que se negaban a apagarse, que parecían nadar enloque­cidas de alegría ante el descubrimiento sorpresivo de la vida.





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