martes, 24 de octubre de 2017

Ramón Illán Bacca: "Soy un escritor de minorías, sin quererlo, por supuesto"

Entrevista publicada en el suplemento Dominical 
de El Universal de Cartagena, en 1996
Foto Fundación Arteficial


Ramón Illán Bacca
“Soy un escritor de minorías, sin quererlo, por supuesto”

La entrevista tuvo lugar en Cartagena, un día imprecisable de 1996, en el Centro Histórico. Es el único registro de una conversación que a lo largo de muchos años, y de manera muy esporádica, he podido sostener con el siempre ingenioso y cálido escritor samario.
Hace poco apareció publicada Maracas en la ópera, la novela con la que usted ganó el premio de la Cámara de Comercio de Medellín. ¿Qué es Maracas en la ópera? ¿A qué búsqueda obedece?
En cierta forma, tanto en Débora Kruel como en Maracas en la ópera, creo que hay una afinidad en el sentido de que siempre juego con lo europeo y con lo latino. En Débora Kruel hay mucho alemán, y en Maracas en la ópera hay mucho italiano y mucha opera y también la realidad nuestra: los contrastes de ese tipo de cosas.
En Maracas la anécdota es simple: en un día una persona va a perder la casa que habita, que era una gran casa. Entonces él empieza a recontar lo que había pasado anteriormente, cuando su abuelo –que era un conde italiano– se encontró con su abuela, que era una mulatica putica, Bratislava, quien llega a fundar la gran casa de citas galante que tuvo Barranquilla en los años veinte –rival de la negra Eufemia–, que tuvo su esplendor y posteriormente llega la decadencia, y él personaje está ya a un paso de que lo boten.
Siempre trato de apoyarme mucho en la historia. No es una historia vista desde la perspectiva del historiador, del antropólogo ni del sociólogo, ni de esas cosas, sino la historia en grande como se traduce en la vida de la gente menuda, que está viviendo la historia sin saber que está en ella.
La novela tiene parte de lo que transcurrió cuando a Cartagena llega la flota italiana a buscar la indemnización por Cerrutti, está también la Guerra de los mil días, necesariamente, está un poco esa Barranquilla de los años veinte, con sus anarquistas, una faceta no muy conocida de la historia nuestra. Hablo también del Panamá colombiano, que es algo que olvidamos con frecuencia, que Panamá era parte nuestra. Otra parte de la historia se desarrolla también en la Guajira, es decir que recorre toda la costa, es una historia costeña.
Se dice que la obra de Ramón Illan Bacca está, en buena parte, habitada por el chisme. ¿Qué hay de cierto en eso?
A mí me han calificado de ser un chismoso de siete pisos. Realmente, lo reafirmo. En algún momento decidí que iba a hacer una escritura  de tipo introspectivo, para sumergirme dentro de mis niveles de conciencia, pero al final lo que afloró fue el chisme y me dije: “Bueno, y por qué me voy a cortar lo que yo de verdad tengo en abundancia’. Entonces decidí que el chisme es lo mío y lo sigo cultivando.
Yo empecé esta novela hace como unos cuatro años, después la suspendí durante dos años. Estaba en una búsqueda no muy clara, unos cuentos, como te dije, de corte intimista, que no me resultaron. No di. Veía que había cosas muy buenas que se habían escrito y me dije: “Hay gente que logra hacer esos buceos y parece que yo no lo logro”. Entonces me dediqué a cultivar la peripecia, el chisme, la cosa folletinesca y, bueno, si yo me encuentro bien allí, ¿por qué no?
La distribución y circulación de los libros es uno de los grandes problemas de los escritores colombianos. ¿A usted cómo le ha ido en ese aspecto?
Hay una especie de constante que me ha ocurrido con todos los libros que yo he publicado. Todo el mundo sabe que se han publicado, pero nadie los consigue. Marihuana para Göering fue un libro que se publicó en Barranquilla en 1980. Nunca lo distribuyó el editor y entonces, en este instante, es una curiosidad bibliográfica, entre otras cosas porque hubo como un embargo a la librería esa y entonces todos los libros de la librería entraron a estar secuestrados en un juzgado y entre ellos toda la edición completa y flamante de mi libro, salvo 300 que era lo que yo había sacado para repartir entre los amigos.
Después, por ejemplo, con Señora tentación, se distribuyó un poquito, pero el distribuidor trató de venderlo por bloques a entidades, hizo eso para salvar la edición–tú sabes que es de las pocas formas– o sea que tampoco está en el comercio. Crónicas casi históricas fue un libro que publicó la universidad y tú sabes que las universidades por principio no son distribuidoras, entonces se quedaron cosas por ahí como almacenadas en bodegas y después repartieron algunos ejemplares en eventos y cosas así. De Débora Kruel circularon mil ejemplares, se lograron vender en vitrinas, y los otros 600 los iban a picar para reciclar el papel. Se salvaron algunos cuantos que quedan en una librería de Barranquilla, que es la única que la vende. Mucha gente hace referencia a esa novela, pero naturalmente nadie la va a encontrar. Y con Maracas en la ópera, lo que hizo la Cámara de Comercio es una edición para los socios de la Cámara y para alguna gente a quienes ellos les envían. Así que tampoco está dentro de la distribución comercial, o sea que soy un escritor de minorías, sin quererlo, por supuesto; a pesar de mí mismo.
¿Qué hace que, a pesar de esas circunstancias, un escritor no desfallezca?
Yo no tenía mucha claridad si en el concurso de la Cámara de Comercio publicaban, o cómo era la cosa. Me alegré mucho cuando me dijeron que lo iban a publicar, porque de todas maneras es mejor la existencia a la no existencia. Aunque fuera en esta forma de circulación restringidísima, por lo menos había nacido.
Es preferible publicar a quedarse uno con los originales bajo el brazo. Además, cuando uno piensa en gente como Alfonso Fuenmayor, Germán Vargas, etcétera, si tú vas a ver la producción de ellos, no existe, no hicieron la diligencia por hacer el libro, por que circulara. ¿Te das cuenta de que, aunque sea un libro absolutamente referencial, que quede en las bibliotecas y que solo tengan acceso unos pocos, es mejor existir?
¿Cuál sería la alternativa para el escritor colombiano profesional?, ¿Qué se necesitaría para que los libros circularan?
Esa pregunta habría que hacérsela a los editores, pero lo único que sé es que la distribución es pésima, generalmente. En la Feria del Libro de Bogotá, varios autores nos preguntábamos qué pasaba con los libros que quedaban retenidos. Yo, por ejemplo, no entendía nunca por qué Débora Kruel, que estaba publicada, nunca llegó a ningún Pereira. No circulaba. Inclusive preguntaba por ella en la propia Feria, y en el propio stand de la editorial, y no estaba. Ya eso me pareció el colmo de los colmos, no he entendido todavía qué pasa.
¿Y respecto a la crítica?
Yo creo que debiera haber más crítica; primero, aunque fuera simplemente reseñas. Fíjate la dificultad para que hagan una reseña de un libro en Colombia. Con Maracas, yo no sé si la gente la recibió, porque nadie ha dicho ni mu,  ni  ¡Púdrete! Estoy en un interrogante: qué habrá pasado. Sólo sé que la recibieron las personas a quienes se la regalé personalmente, lo otro no sé.
Yo estoy en la junta que dirige la revista Huellas, que es una revista universitaria. Yo estoy muy pendiente de que salgan reseñas de los libros que se están publicando, porque si hay algo terrible es el silencio alrededor de la producción literaria o académica. Pero si, nosotros los que hacemos ficción, nos quejamos, dime los que hacen los libros académicos, que, fuera de la pequeña notícula, si es que acaso alcanza a salir en una publicación universitaria, no hay más nada. Es terrible, pero es una tradición.
En estas investigaciones que estaba haciendo, porque pretendo hacer una especie de crónica de la vida literaria en Barranquilla –estoy en eso, ya la estoy terminando–, encontré la dificultad de que se habla sobre los libros que se publicaban allá, por ejemplo, sobre los libros de José Félix Fuenmayor, yo veía lo periódicos de la época. Se hablaba de Anatole France, y se hablaba de todos los franceses, Andre Maurois, y sobre el libro ese que estaba sobre el tapete, que acababa de salir, no encontré sino dos pequeños comentarios: un libro que después, naturalmente, se conoció mejor con el boom de García Márquez, que arrastró toda la gente que perteneció al grupo de Barranquilla que estuvo por allí cerca. Pero, en ese momento, dos reseñas. Es una tradición despectiva que se mantiene.

¿En qué trabaja ahora?

La crónica sobre la vida literaria de Barranquilla es una publicación de tipo universitario que va a salir dentro de poco. En novela, estoy tratando de ver, estoy tomando notas. Alguien me preguntaba cómo escribo mis novelas. La verdad es que yo tengo un sistema parecido a como se hacen los guiones. Primero escribo un argumento, después divido el argumento por capítulos y después me lanzó a escribir a ver qué sale, si sale ajustado o no. Ese es mi método de escribir. Yo veo que hay alguna gente que se pone en la máquina de escribir y que no sabe qué es lo que va a salir más adelante, incluso grandes escritores; veo que hacen constantemente ese tipo de confesiones. Yo me quedo un poco perplejo, pero cada quien tiene su forma de matar pulgas.