Entrevista publicada en el suplemento Dominical
de El Universal de Cartagena, en 1996
Foto Fundación Arteficial
Ramón Illán Bacca
“Soy un escritor de minorías, sin quererlo, por supuesto”
La
entrevista tuvo lugar en Cartagena, un día imprecisable de 1996, en el Centro Histórico.
Es el único registro de una conversación que a lo largo de muchos años, y de
manera muy esporádica, he podido sostener con el siempre ingenioso y cálido escritor samario.
Hace
poco apareció publicada Maracas en la
ópera, la novela con la que usted ganó el premio de la Cámara de Comercio
de Medellín. ¿Qué es Maracas en la ópera?
¿A qué búsqueda obedece?
En cierta forma, tanto en Débora Kruel como en Maracas
en la ópera, creo que hay una afinidad en el sentido de que siempre juego
con lo europeo y con lo latino. En Débora
Kruel hay mucho alemán, y en Maracas
en la ópera hay mucho italiano y mucha opera y también la realidad nuestra:
los contrastes de ese tipo de cosas.
En Maracas la
anécdota es simple: en un día una persona va a perder la casa que habita, que
era una gran casa. Entonces él empieza a recontar lo que había pasado anteriormente,
cuando su abuelo –que era un conde italiano– se encontró con su abuela, que era
una mulatica putica, Bratislava, quien llega a fundar la gran casa de citas
galante que tuvo Barranquilla en los años veinte –rival de la negra Eufemia–,
que tuvo su esplendor y posteriormente llega la decadencia, y él personaje está
ya a un paso de que lo boten.
Siempre trato de apoyarme mucho en la historia. No es una
historia vista desde la perspectiva del historiador, del antropólogo ni del
sociólogo, ni de esas cosas, sino la historia en grande como se traduce en la vida
de la gente menuda, que está viviendo la historia sin saber que está en ella.
La novela tiene parte de lo que transcurrió cuando a
Cartagena llega la flota italiana a buscar la indemnización por Cerrutti, está
también la Guerra de los mil días, necesariamente, está un poco esa Barranquilla
de los años veinte, con sus anarquistas, una faceta no muy conocida de la historia
nuestra. Hablo también del Panamá colombiano, que es algo que olvidamos con frecuencia,
que Panamá era parte nuestra. Otra parte de la historia se desarrolla también
en la Guajira, es decir que recorre toda la costa, es una historia costeña.
Se
dice que la obra de Ramón Illan Bacca está, en buena parte, habitada por el
chisme. ¿Qué hay de cierto en eso?
A mí me han calificado de ser un chismoso de siete pisos.
Realmente, lo reafirmo. En algún momento decidí que iba a hacer una
escritura de tipo introspectivo, para
sumergirme dentro de mis niveles de conciencia, pero al final lo que afloró fue el
chisme y me dije: “Bueno, y por qué me voy a cortar lo que yo de verdad tengo
en abundancia’. Entonces decidí que el chisme es lo mío y lo sigo cultivando.
Yo empecé esta novela hace como unos cuatro años, después
la suspendí durante dos años. Estaba en una búsqueda no muy clara, unos
cuentos, como te dije, de corte intimista, que no me resultaron. No di. Veía
que había cosas muy buenas que se habían escrito y me dije: “Hay gente que
logra hacer esos buceos y parece que yo no lo logro”. Entonces me dediqué a
cultivar la peripecia, el chisme, la cosa folletinesca y, bueno, si yo me encuentro
bien allí, ¿por qué no?
La
distribución y circulación de los libros es uno de los grandes problemas de los
escritores colombianos. ¿A usted cómo le ha ido en ese aspecto?
Hay una especie de constante que me ha ocurrido con todos
los libros que yo he publicado. Todo el mundo sabe que se han publicado, pero
nadie los consigue. Marihuana para Göering
fue un libro que se publicó en Barranquilla en 1980. Nunca lo distribuyó el
editor y entonces, en este instante, es una curiosidad bibliográfica, entre
otras cosas porque hubo como un embargo a la librería esa y entonces todos los
libros de la librería entraron a estar secuestrados en un juzgado y entre ellos
toda la edición completa y flamante de mi libro, salvo 300 que era lo que yo
había sacado para repartir entre los amigos.
Después, por ejemplo, con Señora tentación, se distribuyó un poquito, pero el distribuidor
trató de venderlo por bloques a entidades, hizo eso para salvar la
edición–tú sabes que es de las pocas formas– o sea que tampoco está en el
comercio. Crónicas casi históricas
fue un libro que publicó la universidad y tú sabes que las universidades por principio
no son distribuidoras, entonces se quedaron cosas por ahí como almacenadas en
bodegas y después repartieron algunos ejemplares en eventos y cosas así. De Débora Kruel circularon mil ejemplares,
se lograron vender en vitrinas, y los otros 600 los iban a picar para reciclar
el papel. Se salvaron algunos cuantos que quedan en una librería de Barranquilla,
que es la única que la vende. Mucha gente hace referencia a esa novela, pero
naturalmente nadie la va a encontrar. Y con Maracas
en la ópera, lo que hizo la Cámara de Comercio es una edición para los
socios de la Cámara y para alguna gente a quienes ellos les envían. Así que
tampoco está dentro de la distribución comercial, o sea que soy un escritor de
minorías, sin quererlo, por supuesto; a pesar de mí mismo.
¿Qué
hace que, a pesar de esas circunstancias, un escritor no desfallezca?
Yo no tenía mucha claridad si en el concurso de la Cámara
de Comercio publicaban, o cómo era la cosa. Me alegré mucho cuando me dijeron
que lo iban a publicar, porque de todas maneras es mejor la existencia a la no
existencia. Aunque fuera en esta forma de circulación restringidísima, por lo
menos había nacido.
Es preferible publicar a quedarse uno con los originales
bajo el brazo. Además, cuando uno piensa en gente como Alfonso Fuenmayor,
Germán Vargas, etcétera, si tú vas a ver la producción de ellos, no existe, no
hicieron la diligencia por hacer el libro, por que circulara. ¿Te das cuenta de
que, aunque sea un libro absolutamente referencial, que quede en las bibliotecas
y que solo tengan acceso unos pocos, es mejor existir?
¿Cuál
sería la alternativa para el escritor colombiano profesional?, ¿Qué se necesitaría
para que los libros circularan?
Esa pregunta habría que hacérsela a los editores, pero lo
único que sé es que la distribución es pésima, generalmente. En la Feria del Libro
de Bogotá, varios autores nos preguntábamos qué pasaba con los libros que
quedaban retenidos. Yo, por ejemplo, no entendía nunca por qué Débora Kruel, que estaba publicada,
nunca llegó a ningún Pereira. No circulaba. Inclusive preguntaba por ella en la
propia Feria, y en el propio stand de la editorial, y no estaba. Ya eso me
pareció el colmo de los colmos, no he entendido todavía qué pasa.
¿Y
respecto a la crítica?
Yo creo que debiera haber más crítica; primero, aunque fuera
simplemente reseñas. Fíjate la dificultad para que hagan una reseña de un libro
en Colombia. Con Maracas, yo no sé si
la gente la recibió, porque nadie ha dicho ni mu, ni ¡Púdrete!
Estoy en un interrogante: qué habrá pasado. Sólo sé que la recibieron las
personas a quienes se la regalé personalmente, lo otro no sé.
Yo estoy en la junta que dirige la revista Huellas, que es una revista universitaria.
Yo estoy muy pendiente de que salgan reseñas de los libros que se están
publicando, porque si hay algo terrible es el silencio alrededor de la
producción literaria o académica. Pero si, nosotros los que hacemos ficción, nos
quejamos, dime los que hacen los libros académicos, que, fuera de la pequeña
notícula, si es que acaso alcanza a salir en una publicación universitaria, no
hay más nada. Es terrible, pero es una tradición.
En estas investigaciones que estaba haciendo, porque
pretendo hacer una especie de crónica de la vida literaria en Barranquilla –estoy
en eso, ya la estoy terminando–, encontré la dificultad de que se habla sobre
los libros que se publicaban allá, por ejemplo, sobre los libros de José Félix
Fuenmayor, yo veía lo periódicos de la época. Se hablaba de Anatole France, y
se hablaba de todos los franceses, Andre Maurois, y sobre el libro ese que
estaba sobre el tapete, que acababa de salir, no encontré sino dos pequeños comentarios:
un libro que después, naturalmente, se conoció mejor con el boom de García Márquez,
que arrastró toda la gente que perteneció al grupo de Barranquilla que estuvo
por allí cerca. Pero, en ese momento, dos reseñas. Es una tradición despectiva
que se mantiene.
¿En qué
trabaja ahora?
La crónica sobre la vida literaria de Barranquilla es una
publicación de tipo universitario que va a salir dentro de poco. En novela,
estoy tratando de ver, estoy tomando notas. Alguien me preguntaba cómo escribo
mis novelas. La verdad es que yo tengo un sistema parecido a como se hacen los
guiones. Primero escribo un argumento, después divido el argumento por
capítulos y después me lanzó a escribir a ver qué sale, si sale ajustado o no.
Ese es mi método de escribir. Yo veo que hay alguna gente que se pone en la
máquina de escribir y que no sabe qué es lo que va a salir más adelante,
incluso grandes escritores; veo que hacen constantemente ese tipo de
confesiones. Yo me quedo un poco perplejo, pero cada quien tiene su forma de
matar pulgas.