jueves, 29 de agosto de 2013

Medellín







Todo el mundo anda hablando de ciudades. Yo mismo hace poco hablé de Cartagena. Me han pedido que escriba sobre Medellín y he dicho educadamente que, si escribo sobre esa ciudad, de cuyo nombre no quiero acordarme, será para decir cosas que me granjeen enemigos. Piensen no más lo que ocurriría si digo que Medellín es como un niño acomplejado y reparón, siempre buscando la aten­ción de los papás y mirando los platos de sus hermanos para comprobar que no salieron engañados. “Que Cali va a hacer juegos mundiales. Pues, pidamos la sede de unos olímpicos. Siendo tan verracos como somos, no nos la podrán negar. Ve, nos la negaron. Pues tampoco era tanta la gana”.

Es como esos tipos que compran camionetas enormes para compensar pequeñeces. “Tenemos el puente más puente de Latinoamérica, el mejor alumbrado de la vía láctea, la educación de más cerebro lavado. Ganamos el premio de los más innovadores en una competencia en la que fuimos los jurados y éramos los únicos que sabían que estaban partici­pando”. Mientras los costeños se divierten dando futbolistas sobrenaturales, cantantes que también son danzarinas, actrices que algunos consideran las más hermosas del mundo, y novelistas que escriben sobre mu­jeres como ellas… mientras todo eso, decía, Medellín se dedica a fabricar bichos muy raros: el delincuente más sanguinario, el huérfano más vengativo y la niña que más huye en bicicleta. Con imaginarse a esos dos detrás de uno, gana medalla de oro cualquiera.

 Es un corral con unos cuantos animales de instinto enfermo y multitudes acobardadas. Es un gigante patio de cárcel donde al que se muestra débil se lo clavan. Bueno, quizá exagero, a lo mejor tiene cosas buenas; pero es que Medellín me la hizo —mató a mi padre— y, aunque no pienso darle chumbimba, esta vida no me va a alcanzar para perdonarla. Así que para evitar problemas diré solamente que Medellín es una ciudad muy bonita en Extremadura, que le debe su nombre al general romano Metelo, y que es famosa porque en ella nació Hernán Cortés, un señor muy culto y enjundioso que aniquilaba muy bien.

Y para que el homenaje sea completo, transcribiré en el último tercio de la columna —el pedazo que se llevará el gobierno con sus impuestos—, un poema que refleja la hermosura del lugar. Hace poco una amiga me decía que este poema está tan fresco como cuando lo escribió De Greiff hace cien años:

Villa de la Candelaria

Vano el motivo
desta prosa:
nada...
Cosas de todo día.
Sucesos
banales.
Gente necia,
local y chata y roma.
Gran tráfico
en el marco de la plaza.
Chismes.
Catolicismo.
Y una total inopia en los cerebros...
Cual
si todo
se fincara en la riqueza,
en menjurjes bursátiles
y en un mayor volumen de la panza.
León de Greiff, 1914



Publicado en Vivir en El Poblado 29 de agosto de 2013.






lunes, 26 de agosto de 2013

Agosto veintiséis, un fragmento de 'Un tal Cortázar'



Ese sábado el sujeto había despertado con el convencimiento de que lo único verdaderamente importante que tenía para hacer era buscar a la persona que podía hablarle de Cortázar como si estuviera vivo.
Dar con ella fue fácil. Su nombre estaba en la guía de teléfonos y la voz del contestador, a pesar de no dar su nombre, era sin duda la de una mujer argentina, de cierta edad, pero vital.
El sujeto dejó un mensaje en el contestador y decidió encaminarse a la dirección que indicaba la guía. Consultando en el mapa, no parecía lejos del hotel: era en la Place du General Beuret y si llegaba hasta allí caminando daría tiempo a que la mujer considerara su mensaje y accediera a recibirlo.
Vení, pero nada de entrevistas, le dijo la mujer cuando volvió a llamarla desde un teléfono público al lado del edificio.
El sujeto atravesó un pasillo en la planta baja y llegó hasta un patio grande con una casa de tres niveles al fondo.
La mujer era menuda y elástica, los ojos azules y el rostro vivaz. Durante varias horas le habló de Cortázar con la familiaridad con que se habla de un pariente común: de la Argentina, de los primeros años que vivieron juntos en París, de la forma como las mujeres caían derretidas ante él (estaba hecho con los ojos), de sus últimos días de vida y de su muerte, de sus estremecedoras últimas palabras.
 Casi al final de la visita, recordaron en forma desprevenida la fecha de ese sábado y algo mudo y pesado vino a oprimirles el pecho.
Hoy es 26 de agosto.
Hoy cumpliría ochenta y uno.
El sujeto pensó que estar allí, justo ese día, era como el final de un juego en el que –después de muchos años y rodeos– por fin podía encontrarse frente a frente con Cortázar.
Sintió que lo abrazaba la sombra de unos brazos que venían de muy lejos.
Antes de acompañarlo hasta la puerta, la mujer le obsequió un libro con los últimos poemas de Cortázar y le leyó un viejo verso de John Keats sobre la forma trivial, gris e inoportuna como nos despedimos de la vida.




viernes, 23 de agosto de 2013

Historias del otro lado de la risa

Texto publicado en el suplemento Dominical
de El Universal, de Cartagena, el 26 de mayo de 1991.



1. UN MURCIÉLAGO GIGANTE Y FATIGADO

Llega primero por el aire. Anuncia su presencia con sonidos provenientes de emisoras y altavoces. Llega en forma de música y palabras que invitan a la risa y al asombro, en medio de promesas de aventuras, de emociones fuertes, de alegría, de experiencias que prometen hacerse inolvidables.
Entonces llega lo demás. Llegan los enormes camiones con placas mexicanas, de los que van saliendo, como por arte de magia, varillas, cercas, cables, cuerdas, tornillos gigantes, luces multicolores, banderas azules y rojas y blancas, animales digno de un arca de Noé: elefantes, caballos, focas, llamas, tigres, ponys, camellos y chimpancés, un muñeco gigante llamado King Kong y una enorme carpa que en muy pocas horas se yergue imponente, como un gran murciélago que tras largo viaje por fin ha encontrado un sitio propicio para pernoctar.
Ese mismo día, o al día siguiente, llegan los artistas. Viajan en vehículos pequeños que son sus hogares. Es una gran familia de hombres taciturnos, de mujeres silenciosas que parecen saberlo todo, de niños que sueñan con el día en que podrán salir al escenario: niños curiosos en cuyos rostros se ve que el circo nunca morirá, niños que observan, que deciden lo que más tarde quieren ser y que a ratos lanzan secretas miradas a la enorme carpa. La carpa: lo único que no cambia en ese vertiginoso sucederse de ciudades, esa presencia tranquilizadora que los acoge a todos bajo sus alas y en las noches se llena de gentes y de carcajadas.

2. LOS PAYASOS SON INVISIBLES DURANTE EL DÍA

Al pasar por un circo, algo mágico sucede con nuestra mirada. Algo se enciende en nuestros ojos apagados.
Uno no puede evitar comprobar el ruidoso contraste de un circo justo al lado de un monumento a la guerra. Es imposible dejar de pensar que ese frágil monumento a la ilusión se burla de las armas y el poder, los ignora con desdén.
En el día, viendo a esos hombres curtidos que clavan estacas, a esas mujeres que sirven comidas en platos gigantes, a esos abnegados cuidadores de animales, se tiene la sensación de que ha llegado un nuevo barrio a la ciudad. Un barrio diferente a todos los demás.
A ese barrio nunca le faltan visitantes. Siempre ha y personas pegadas a sus cercas, queriendo ver la cara diurna de esa maravilla, preguntándose dónde están los payasos y los domadores, qué ardid emplea el mago para no dejarse ver.
La presencia de un circo nunca pasa inadvertida, especialmente para un niño. No es posible seguir de largo cuando en nuestro camino se nos presenta la posibilidad de regalarle un mango a un elefante o de intercambiar gestos con un chimpancé.
A los niños los circos los seducen sin palabras, los colma de asombros indescriptibles, lo obliga a pedir de todas las formas posibles que les permitan ser testigos del milagro que se produce en la noche, durante la función. A los granes, los llena de nostalgia, de recuerdos de mejores épocas, de inocencias perdidas, de alegrías desde hace tiempo no sentidas.
Como una enorme tela de araña, el circo nos llama, nos promete que en la noche seremos testigos del milagro, que veremos lo no visto; nos seduce y nos atrapa con su sabor de maravilla pasajera que en cualquier momento desaparecerá, al conjuro de los mismos pases mágicos que ahora la han puesto en este lugar.

3. UN HOMBRE MUY SERIO LLAMADO BAMBINO

En un negocio en el que se venden sueños, alguno debe tener los pies en el suelo. A alguien le toca pensar en dinero, gastos, impuestos, comida para artistas, operarios y animales, permisos, publicidad, contabilidad, todas esas cosas que hay que tener muy presentes cuando se trata de conservar las frágiles vidas de los circos.
En el circo King Bros, esta labor terrenal la cumple Bambino. Bambino es un hombre de circo. Nació en Tunja hace treinta y tres años, en un circo. Debutó a los tres años como artista. A los trece ya era empresario y aún, de vez en cuando, se quita el disfraz de persona para ser payaso.
De su cuerpo pequeño sale un vozarrón que parece tenerlo todo controlado. Bambino dispone, ordena, muestra donde debe ponerse una carpa o una jaula, cuál es el mejor sitio para situar a los elefantes, cuál es la hora apropiada para hacer la promoción por la ciudad con altavoces.
Bambino es un Quijote con cuerpo de Sancho Panza, un arquitecto mago que en horas erige o desmonta ciudades, un payaso que ha comprendido que alguien tiene que ponerle el rostro al mundo, alguien tiene que hablar el lenguaje de los que no sueñan, para que su ciudadela de ilusiones pueda seguir arrastrando por el mundo su mensaje.
Siempre lo más difícil es partir o llegar, activar el espíritu nómada que alienta a los circos. Al marcharse, muchas costumbres han empezado a arraigarse. Cuesta dejar un lugar que después de un mes se ha hecho familiar. Al llegar hay siempre incertidumbre, temores, recelos con las caras nuevas que se acercan a hablar y a curiosear. Al marcharse y al llegar es cuando más trabajo hay y es allí cuando la figura de Bambino se erige, decide, gobierna con una dureza amable que a veces se permite filosofar sobre su oficio.
Bambino dice: “Es el payaso, en esta vida, a quien Dios destinó a sufrir; pues tiene que hacer reír, aunque tenga el alma herida”.
Pero de inmediato salta el payaso que lleva por dentro a disolver la trascendencia y nos cuenta lo buen padre que es: “Soy tan buen padre que a cada uno de mis quince hijos de le tengo una distinta mamá”.
Entonces uno piensa que la vida del payaso no es tan extremadamente triste como muchos la quieren mostrar, que la vida de payaso es una vida de payaso y nada más.

4. VIDAS DE CIRCOS

El día que el Circo Espacial surcó el espacio quedó demostrado, de la manera más patética, el tragicómico destino de los circos.
Fue por un vendaval en Barrancabermeja, en el año 81. Este hecho pone a Bambino a meditar sobre la frágil naturaleza de los circos
“En el circo es más fácil quebrarse que seguir”, dice con su voz de locutor.
Sigue entonces contando sus experiencias artísticas: payaso a los tres años, trapecio sencillo a los cuatro, doble cruce de cuchillos a los cinco (¡Dios mío! ¿Qué madre deja que su hijo de cinco años juegue con cuchillos?). Nos habla de su paso por Animalandia, por el Nueva Ola Circus, por el Circo de Bebé; etapas quemadas, porque los circos mueren pero el artista no. Entonces nos damos cuenta de que la trashumancia es mayor, que no sólo el circo se mueve, que también sus habitantes se mueven y hoy están en un circo aquí y mañana en otro. Todo depende del empresario (“Tu número permanecerá en el programa hasta que consigamos a alguien mejor”).
“Tal es la vida de los circos: un día sí, otro no. Un circo se quiebra, surge otro. Hoy estás aquí, mañana en otro lugar. Total, siempre habrá circos”.




5. LAS ENTREVISTAS SE CONCEDEN A LA HORA DE LA FUNCIÓN

Mejor olvidarse de los asuntos económicos. Mejor entrar a charlar con los muchachos. Claro, si ellos quieren charlar. El problema es que casi ninguno desea charlar.
Uno revisa las ruedas de la bicicleta en la que hará equilibrio; no parece interesado en que lo interrumpan. Unos malabaristas dicen que mejor hablan por la noche, a la hora de la función. Hacer hablar al que amaestra la foca es más difícil que hacer hablar a la foca.
Junto a un coche-cama, una mujer sirve a los hombres rebosantes platos de comida para calmar el hambre que provocan los trabajos de instalación. También ellos dicen que mejor hablan a la hora de la función.
Al parecer nadie quiere hablar. Intentémoslo por última vez con este señor de gesto desesperado.

6. EL SHOW DEL MAGO MERLIN

Merlin es un mago saltarín. Aunque eso no lo sabemos por ahora. Ese rasgo de carácter sólo lo conoceremos en el momento de la función. Por ahora sólo vemos a un señor atareado armando una mesa de varillas.
Al principio parece que no quiere hablar, pero tampoco sale con el cuento de que las entrevistas se conceden a la hora de la función.
De pronto, como por arte de magia, Merlin no está contando que a los nueve años se escapó de su casa en Santiago de Chile para irse con un circo, que sus padres lo buscaron pero no lo encontraron. “Yo era loco por el circo”.
Fue trapecista, acróbata, adiestró doce perros y, por una úlcera, se dedicó a la magia.
Aprendió de un mago austriaco al que le veía preparar los trucos. La primera vez que actuó como mago estaba paralizado por el miedo. Se quedó como una piedra, sin poder traspasar el telón y fue arrojado al escenario por su esposa, quien lo empujó y le dijo: "Ahora".
Pronto era un gran mago. Sus momentos de gloria fueron en el Circo Mágico de la Risa, en Perú, donde llegó a actuar ante diez mil personas.
“El circo es duro”, admite Merlin. “Siempre hay algo que hacer. Algo que el mundo ha perdido es el gusto de hacer las cosas con sacrifico, de trabajar honradamente. Yo en cambio, en el circo, nunca aprendí malas costumbres. Tengo un criterio formado.”
El mago revisa que todo esté listo para el número del baúl relámpago, para el escape del baúl, para la levitación de la escoba y el jardín de flores. Confirma que la varita mágica esté en  su lugar.
Dice que su sueño es tener su propia compañía de magia, a la que piensa llama “El Show Mágico del Mago Merlin y su Teatro”.
Con esfuerzo ha venido ahorrando dinero para lo que necesita. Ya en Chile tiene unos equipos de sonido y estima que en unos tres años puede estar inaugurando sus giras por ese país.
Pero, para eso, hay que trabajar. Merlin debe mantener la nueva familia que ha decidido formar. Tiene hijos grandes, de 26 y 24 años, pero ahora hay una mujer y dos hijos pequeños, de ocho meses y tres años, quienes viven con él. Hay que sacar dinero para la familia y para ir comprando cosas para el proyecto de ser dueño de su propio espectáculo.
Merlin deja los objetos de su número de magia para ir a preparar  el número de King Kong, que un día le ofrecieron porque era el que más ese preocupaba por el mantenimiento del muñeco. Es el último número de la función y Merlin lo hace para ganar dinero extra.
Merlin piensa que su presión se está poniendo alta, que es mejor tener salud que riquezas, que ojalá no tengan que volverlo a sacar, como sucedió una vez, del circo rumbo a un hospital por culpa de la presión.
Antes de irse a preparar a King Kong, Merlin vuelve a revisar que todo le haya quedado listo: los baúles, las escobas, las espadas y la varita mágica que de este lado del telón o le sirve para nada.

7. EL RESPETABLE

–¿Vino bastante gente?
–Ojalá vengan más mañana.

8. UN TELÓN DEL QUE SALEN MONTONES DE ARTISTAS

Hay que tener ojos de niño para imaginar el enorme baúl mágico del que salen las maravillas que llegan al escenario. Hay que tener intacto el poder de asombrarse para sentir que tras las cortinas late una multitud agazapada de seres fantásticos esperando mostrarnos sus virtudes. Hay que ser un vil adulto para salirle al encuentro al desencanto, como cuando se comprueba que no hay nada detrás de los espejos.
Allá, detrás de las cortinas sólo hay silencio. Un mago que prepara nervioso sus números, animales que esperan callados, artistas que van al camerino a  cambiarse la personalidad, payasos que esperan fumando y unas alegres y simpáticas muchachas que entran, se cambian, vuelven a salir y combaten la ansiedad con risas y comentarios.
Entonces se comprende por qué los artistas pedían hablar al momento de la función. No es que pensaran revelar grandes de cosas de sus vidas, sólo pedían ser escuchados por lo que hacían al salir al escenario, por esa magia que hace que al traspasar el telón quede atrás la persona cotidiana y salga radiante, exhibiendo hermosos trajes o pieles, el valeroso domador, el chistoso payaso, los arriesgados trapecistas, el sorprendente mago, los descomunales animales y las feroces fieras. El telón de un circo, ese sitio por el que el espectáculo sale al escenario, es el centro misterioso de lo que allí sucede, es el punto donde se rompe la realidad y empieza el milagro.

9. CUANDO LA BELLEZA SE DISFRAZA DE BELLEZA

Son la alegría de la casa. Mientras los hombres callan, ellas ríen, entran y salen juguetonas del tráiler, cada vez con vestidos distintos e igualmente bellos.
Son hermosas. Para un niño parecen caídas del cielo.
No sabría decirse cuántos años tienen. Su aspecto no tiene edad. Lo mismo podría decirse quince que cincuenta. Se llenan de maquillaje. La mayoría tienen el pelo decolorado, porque las monas ya se sabe. Es imposible ocultar algunos gorditos y asomos de celulitis. Pero son hermosas. Aun debajo de ese maquillaje y esos cabellos de falso color, son hermosas. Tienen la alegre ingenuidad de unas muchachas de pueblo.
Son tímidas, risueñas, juguetonas. Algunas queriendo posar de mujeres de mundo, pero todas con un alma transparente.
Mujeres que, tras el telón, hablando entre ellas o emocionadas porque saldrán en un periódico, producen un bello sentimiento de tristeza (¿o será mejor decir un triste sentimiento de belleza?).




10. OPINIONES DE UN CAMELLO

“Las noches se hicieron para dormir”.
Sentados sobre dos mesas, un hombre y tres chimpancés esperan en silencio el momento de actuar. Les toca el número que sigue.
En las estrechas jaulas, los tigres –incluido el sagrado tigre blanco de la India–duermen con las patas para arriba y sueñan que corren por praderas inmensas.
Atados a unos trailers, dos tigres pequeños juegan a arañarse.
Con paciencia de elefante, los elefantes se dejan poner los adornos en la frente que son su disfraz.
Las llamas mantienen los cuellos erguidos, esperando el momento de trabajar.
El pony agacha la cabeza y sobrelleva en silencio su complejo de estatura.
El camello duerme, o finge que duerme. No puede acostumbrarse a su vida de camello diferente. Algo en la sangre le dice que las noches no se hicieron para trabajar, que las noches no son buenas para viajar en el desierto. Pero él no es un camello de desierto, es un peculiar animal de circo al que varias veces en la noche despiertan de su sueño, lo obligan a levantarse, ponen en torno a sus gibas una tela roja con hilos dorados y lo sacan a darle varias vueltas a la pista a toda velocidad.
“Las noches no se hicieron para trabajar”.

11. ESPÉRATE, ACTÚO Y REGRESO

Pero es a los niños a quienes sacia un circo. Los adultos vemos lo malo; los niños, lo asombroso. Es a ellos a quienes van dirigidos los esfuerzos de todos los que tienen que ver con el circo. Es ante los niños que desfila esa demencial sucesión de maravillas, es a su imaginación que se dirigen todos esos seres pintarrajeados, es con sus consciencias que quieren hablar, para decirles que la vida no es solo competencia, que es más importante aprender a soñar, porque la vida también es un sueño y el mundo es un circo sin carpa.

12. LA INJUSTA MUERTE DE KING KONG

       El circo también les habla a los sentimientos. Siempre hay un hombre congeniando con un animal. Siempre hay bondad, ayuda, dedicación, amor por lo que se hace, y la abrupta presencia del mal encarnado en brujas y cazadores.
El bien no siempre gana. Al comienzo de la función, el mago Merlin ha vencido a unas brujas en el número de las levitaciones. Pero al final King Kong, con Merlin dentro de él moviendo sus cables, perece a manos de enceguecidos cazadores.
La metáfora es clara: ganes o pierdas, siempre tendrás que seguir enfrentándote al mal, y si eres tan bueno e ingenuo como el pobre King Kong, te verán como un monstruo y lo más seguro es que perderás.
Pero el circo es de los niños y a ellos les queda el asombro, el estupor ante la maldad de los hombres, las ganas de no dejar impune la muerte de King Kong, el último número de la función.

13. MAÑANA SERÁ OTRO DÍA

Entonces, uno de los locutores agradece la presencia del respetable. Lo invita a difundir la calidad del espectáculo, si le gustó, y anuncia el desfile final de los artistas, la última visita que esos seres harán por esa noche al lugar mágico.
Son los artistas los que se aplauden a sí mismos. Entre ellos se felicitan por lo bien que todo ha salido. Están contentos y cansados, la maravilla cansa. Piensan que dentro de poco podrán acostarse a dormir. El primer día de funciones en la nueva ciudad ha terminado y siguen bien.
El público se ha vuelto pronto para marcharse; es tarde y los niños tienen que madrugar. Por eso nadie se queda a ver la conversación en la pista al fin de la noche, cuando todos discuten cómo pintan las cosas en esta nueva plaza.

Lo que sigue son las ceremonias de una pequeña ciudad que se apresta a dormir. El cansancio es grande. Ojalá el público responda, piensan antes de dormirse. En pocos días empezarán a tejerse lazos efímeros con la gente del lugar. ¡Ja!, el locutor se equivocó con el nombre de la ciudad, qué divertida es la fuerza de la costumbre. ¡Shh! Duermen. El circo duerme. También ellos tienen derecho a soñar.








jueves, 22 de agosto de 2013

The Theory of Play

Second edition
Spanish-English

On sale at Createspace

The Theory of Play is part of a treasure of manuscripts found in a flea market near Cooperstown, New York, in November 2007. This essay, written in 1895 by Marilla Waite Freeman, is a literary trip over millions of years since the origins of life until the rising of poetry, ‘the freest and highest expression of life.”


Marilla Waite Freeman was born in Honeoye Falls (New York), on February 21, 1870, and died in White Plains (New York), on October 29, 1961, and those ninety plus years were lived with the intensity and a thirst of knowledge very rare to find.
After obtaining a degree in literature, from University of Chicago, in 1897, Marilla went on to become, three years later, one of the first women in graduating as a professional librarian in the United States. That profession, librarian, was the center of her life. Although she also become one of the first female lawyers in the country (she obtained her degree in 1921, when she was fifty years old), she never practiced law. Her passion was trying to enrich people’s lives with the help of books.
Marilla was a librarian for almost sixty years. While studying at the University of Chicago, she was an assistant in the university library. At the time, she also was a cataloguer in Newberry Library, another prestigious library in Chicago.
Marilla was always on the move. She also held positions as librarian in the Michigan City Public Library (Indiana), the Davenport Public Library (Iowa), the Newark Public Library (New Jersey), the Goodwyn Institute Library in Memphis (Tennessee), The Louisville Library (Kentucky), the Foreign Law Library at Harvard University (Cambridge, Massachusetts), and the Cleveland Public Library (Ohio), where she was the director of the Main Library –at the time, the second largest public library in the country– for eighteen years. Her outstanding career also included positions as volunteer librarian at the military base Camp Dix, during World War I, and in St. Joseph’s Hospital Library in New York, after her retirement from the Cleveland Public Library, in 1940. In all the places she worked, Marilla always made a positive impact, and her free spirit of “fire maker”, always brought enthusiasm and new ideas.
Marilla Waite Freeman was concerned with turning libraries into living centers of their communities and into generators of justice and social change. Many of her ideas, such as thematic exhibitions, interlibrary loans, and traveling libraries, are still a vital part of the library world, but almost no one remembers who came up with these ideas in the first place.
Marilla published many valuable essays on a wide spectrum of subjects: on the promotion and psychology of reading, on the improvement of reference collections, on management of small and low budget libraries. From the end of the 19th century until the mid-20th century, she produced and admirable body of work still dispersed in magazines, waiting to be compiled and appreciated.
Nothing seemed alien to her interest. Although she used to write about librarianship (her articles dealt with topics such as the relationship of libraries with schools, adult education, censorship, the movies, hospitals, war, and even social outlook), her whole work seems more like a manual for a good and fructiferous life. There is, in her writings, a human perspective and an ethical dimension that not only make them valid today, but even necessary.




miércoles, 21 de agosto de 2013

Los lápices de ahora no son como los de antes

Texto publicado en el suplemento Dominical 
de El Universal, de Cartagena, el 14 de abril de 1991.
  

El tiempo es una cosa misteriosa que toma mucho tiempo comprender. La mayoría hemos tenido vidas tan fugaces, apenas nos hemos percatado de su transcurrir. Pero el tiempo pasa, no se detiene. Viene, nos visita y se va, trayendo y llevando consigo olores y colores, sonidos y olvidos.
Hemos sentido el transcurrir del tiempo en los sutiles cambios de las ciudades, en los vestidos, en las nuevas fisuras de la piel; pero no lo hemos concebido como algo voraz y devorador, algo que arrasa, que destruye y crea, un monstruo que se sacude con violencia a través de los años. Ese concepto del tiempo sólo pueden tenerlo los que han vivido demasiado, los que llevan en el mundo dos o tres veces más que nosotros.
A esa categoría, la de los que lo han visto todo, o por lo menos una mayor parte del todo, pertenece Nicolás Herrera, un hombre que desde hace ochenta años cumple rigurosamente la tarea de sentarse cada día a dibujar.

La teoría del juego

Segunda edición
Español-Inglés.


La teoría del juego es parte de un tesoro de manuscritos hallados en un Mercado de las pulgas cerca de Cooperstown, New York, en noviembre de 2007. Este ensayo, escrito en 1895 por Marilla Waite Freeman, es un viaje literario de millones de años desde el origen de la vida hasta el surgimiento de la poesía, “la expresión más libre y elevada de la vida”.

Marilla Waite Freeman nació en Honeoye Falls (New York), el 21 de febrero de 1870, que murió en White Plains (New York), el 29 de octubre de 1961, y que esos más de noventa años fueron vividos con una intensidad y una sed de entendimiento que rara vez pueden hallarse.

Después de recibir su grado en literatura de la Universidad de Chicago, en 1897, Marilla fue, tres años más tarde, una de las primeras mujeres en los Estados Unidos en recibir el título de bibliotecaria profesional. Ése, el de bibliotecaria, fue el oficio de casi toda su vida. Aunque llegó a ser también una de las primeras mujeres abogadas del país (obtuvo su título en 1921, cuando tenía cincuenta años), nunca ejerció esa profesión. Lo suyo eran los libros, tratar de enriquecer la vida de la gente con la ayuda de los libros.

La labor de Marilla como  bibliotecaria se prolongó por más de sesenta años. Fue una persona siempre en movimiento. Trabajó en numerosas bibliotecas públicas del país: Michigan City (Indiana), Davenport (Iowa), Newark (New Jersey), Louisville (Kentucky), y en el Goodwyn Institute (Memphis, Tennessee). Entre 1922 y 1940 fue la directora de la Biblioteca Pública de Cleveland (Ohio), que en aquel tiempo era la segunda biblioteca pública más grande de los Estados Unidos. Su asombrosa hoja de vida incluye también el cargo de asistente en la biblioteca de Leyes de la Universidad de Harvard, y labores como voluntaria en la base militar de Camp Dix, durante la Primera Guerra Mundial, y en el Hospital de Saint Joseph, en Nueva York, después de su jubilación, en 1940. En todos los lugares donde estuvo, Marilla dejó siempre las huellas de su espíritu libre y entusiasta, la impronta de su personalidad “incendiaria”, como la definió uno de sus amigos.
Marilla Waite Freeman siempre estuvo preocupada por convertir las bibliotecas donde trabajó en centros vivos de sus comunidades. 

Desde finales del siglo XIX, hasta la mitad de los años cincuenta, Marilla produjo una obra admirable que aún se encuentra dispersa en archivos de revistas. Ningún tema parecía ajeno a su interés. Aunque siempre solía escribir sobre bibliotecas (habló de las relaciones de las bibliotecas con las escuelas, el cine, la censura, los hospitales, la guerra y hasta sobre la importancia de las apariencias), la suma de sus ensayos parece, más bien, un manual para la vida. Hay en sus escritos una perspectiva humana y unas dimensiones éticas que no sólo garantizan su vigencia permanente, sino que los hacen cada vez más necesarios.








jueves, 8 de agosto de 2013

El amanecer de los magos


  El amanecer de los magos

Las entrevistas a escritores empiezan a aburrirme. Tal vez me estoy volviendo viejo, pero cuando encuentro al autor de turno diciendo cosas del tipo “yo no busco, encuentro”, “la escritura no sólo es inspiración”, “uno tiene que encontrar su propia voz”, o cualquier otra babo­sada, entiendo y admiro la decisión que tomó Salinger de alejarse del ruido que producen los medios.
Alguna vez quise escribir un tratado sobre la entrevista como género de ficción. Quería demostrar que el autor se inventa a sí mismo frente al entrevistador. También quería decir que la entrevista literaria fue un fenómeno del siglo XX, que tuvo su auge y decadencia en cuestión de pocas décadas. Pero la muerte de Susana —mi cómplice en esa idea— dejó el estudio en veremos o, mejor, en no veremos.
Recordé mi tratado cuando leí en estos días El retorno de los brujos, un libro que toda la vida me había intrigado. Debí verlo cuando niño en la biblioteca de algún primo o vecino. Es seguro que estaba en los catálogos del Círculo de Lectores que recibía cada mes. Pero siempre una mezcla de miedo y de vergüenza me impedía leerlo. Cuando niño me asustaba lo que pudiera decir; más tarde me detuvo la idea de que el libro fuera poco intelectual.
Le Matin des Magiciens fue publicado en Francia por Gallimard, en 1960, y hoy es tanto o más fascinante que cuando acababa de salir. Louis Pauwels y Jacques Berguier se dedican a construir un monumento al mis­terio, a lo inexplicable, a lo críptico, a lo olvidado, a lo que la ciencia no quiere mirar y, lo más importante, a tratar de entender cuál podría y debería ser el destino de la especie humana. Mientras devoraba fascinado las más de quinientas páginas, no podía quitarme la idea de que ese libro había sido una influencia decisiva para algunos conocidos.
No me imagino a García Márquez leyendo tratados enteros de alquimia, pero sí lo veo interesado en los capítulos de este libro sobre el tema: encontrando, en el alquimista que descifra textos, la imagen que necesita, y tomando de allí la idea de adornar a Melquiades con un sombrero de “alas de cuervo”. Es probable que Rayuela no fuera lo que es si Cortázar no hubiera leído este libro. Ahí están los precursores de Ceferino Pirriz, con sus disparates lúcidos. Están las figuras (dice Pauwels: “sueño con escribir una novela en la que todos los encuentros de un hombre, efímeros o importantes, dibujen también figuras, sean lo que tal vez son: un discurso sabiamente elaborado”). Me pregunto si la Maga no será un guiño a ese libro que en francés tiene un nombre más digno.
Ahí viene lo de las entrevistas. ¿Alguien conoce una entrevista en la que García Márquez o Cortázar reco­nozcan su deuda con El amanecer de los magos? Quizá la omisión se deba a que los escritores sólo reconocen las influencias que los hacen ver inteligentes: Joyce, claro; Faulkner, por supuesto; sin olvidar a Virginia Woolf. El libro del que hablamos se puede confundir con las lecturas baratas, al lado de libros sobre ovnis o manuales para interpretar las cartas. Quizá por eso ninguno reconoce esa influencia. Pero todo este asunto tiene otra vuelta de tuerca. El libro de Pauwels y Bergier insiste en la importancia del silencio para las tradiciones ocultas. Quizá ese par de alquimistas que tanto nos gustan se hayan disfrazado de literatos. Tal vez por eso las cosas que decían no parecían babosadas.

Texto publicado en Vivir en El Poblado






miércoles, 7 de agosto de 2013

El Cristo de la Expiración: Madera tallada que muere

La historia del Cristo que acompañó al papa Francisco en Cartagena.
Un texto publicado en El Universal, en septiembre de 1992.

Foto El Colombiano

A muy pocos les gusta pensar en la muerte; pensar en que todos vamos a morir. Y sin embargo ahí está, misteriosa, solemne y arbitraria, nuestra muerte, esperándonos, saliendo a nuestro encuentro trágica o apaciblemente. La muerte, el instante preciso en que se deja de ser, ese éxtasis abismal que flota hacia lo desconocido, es el tema de una de las obras más misteriosas, y con más leyendas insólitas, que tiene la ciudad.
A primera vista es un Cristo más. Un Cristo como el que tienen todas las iglesias. Pero cuando se le observa con detalle se empieza a descubrir la diferencia. A este Cristo le falta la herida en un costado. No aparece ni la sangre.
Este Cristo ni siquiera tiene gesto humillado. No está cabizbajo. Levanta los ojos lejos de la tierra, lejos de verdugos y quienes le rezan, y entabla un diálogo secreto con algo que, para comprenderlo, habría que estar allí crucificado, ser ese tronco tallado. Corriendo el gran riesgo de pasar por heréticos, podría decirse que el rostro de ese Cristo revela una dicha extraordinaria.

viernes, 2 de agosto de 2013

Carlos Valderrama: El astro rey

El 5 de septiembre de 1993, el fútbol colombiano obtuvo el triunfo más importante de su historia, al vencer en Buenos Aires a la selección Argentina, por cinco goles a cero, durante las eliminatorias para el Mundial de Fútbol de Estados Unidos. Esta entrevista, realizada en colaboración con Víctor Sánchez Rincones, fue la primera concedida en Colombia por Carlos Valderrama después de ese triunfo.
Por Gustavo Arango



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Tal vez la clave de todo esté en ese sol de Santa Marta a las seis de la tarde. En ese sol, en esa arena y en ese mar. Tal vez la explicación de la grandeza de ese hombre se encuentre en lo eterno y mineral. Tal vez sea la mezcla de esa brisa pesada y caliente que llega del mar y esa leve frescura que baja de la Sierra.
De los pliegues de la Sierra Nevada de Santa Marta, ese lugar privilegiado que aglutina en poco espacio todos los pisos térmicos de la tierra, ha salido la gloria de un grupo de personas que con el tiempo se ha llamado Colombia.
En ese sitio nacieron las mariposas amarillas que fueron hasta Estocolmo. Allí se sostuvieron los altivos Arhuacos y Tayronas, viendo caer el mundo. Allí nació el Pibe Valderrama, ese ser liviano como un suspiro que ha hecho que los llantos y los gritos de millones sean de felicidad.

jueves, 1 de agosto de 2013

Ha muerto Herman Melville

Ha muerto Herman Melville
Por Gustavo Arango

Texto publicado originalmente en el suplemento 
Dominical de El Universal de Cartagena, el 15 de septiembre de 1991, 
con motivo del primer centenario de la muerte de Herman Melville. 
Este trabajo formó parte de la serie ganadora del Premio 
Simón Bolívar de Periodismo 1992, al Mejor Trabajo Cultural en Prensa.


“Ha muerto Herman Melville, escritor famoso en otro tiempo”.
The New York Times, septiembre 29 de 1891.

–¿Nombre? – debió preguntar una voz oficial. Cuando la muerte llega siempre hay una voz oficial que pregunta.
Elisabeth dejó que ese nombre se diluyera en miles de recuerdos.
¿Qué significaba para ella la palabra Herman? El primer significado era tristeza. El sentimiento más fuerte que le inspiraba su esposo, ese hombre al lado del que había pasado cuarenta y cuatro años de su vida.