El
5 de septiembre de 1993, el fútbol colombiano obtuvo el triunfo más importante
de su historia, al vencer en Buenos Aires a la selección Argentina, por cinco
goles a cero, durante las eliminatorias para el Mundial de Fútbol de Estados
Unidos. Esta entrevista, realizada en colaboración con Víctor Sánchez Rincones,
fue la primera concedida en Colombia por Carlos Valderrama después de ese
triunfo.
Por Gustavo Arango
1
Tal
vez la clave de todo esté en ese sol de Santa Marta a las seis de la tarde. En
ese sol, en esa arena y en ese mar. Tal vez la explicación de la grandeza de
ese hombre se encuentre en lo eterno y mineral. Tal vez sea la mezcla de esa
brisa pesada y caliente que llega del mar y esa leve frescura que baja de la
Sierra.
De
los pliegues de la Sierra Nevada de Santa Marta, ese lugar privilegiado que
aglutina en poco espacio todos los pisos térmicos de la tierra, ha salido la
gloria de un grupo de personas que con el tiempo se ha llamado Colombia.
En
ese sitio nacieron las mariposas amarillas que fueron hasta Estocolmo. Allí se
sostuvieron los altivos Arhuacos y Tayronas, viendo caer el mundo. Allí nació
el Pibe Valderrama, ese ser liviano como un suspiro que ha hecho que los
llantos y los gritos de millones sean de felicidad.
A
las seis de la tarde, frente a un sol que despide rayos rojos, blancos y
amarillos, que se extienden como pelo ensortijado, un periodista piensa cómo
contar eso que tiene que contar. Cómo transmitir la sensación de ese momento y llevar
a mucha gente las palabras de su ídolo.
Piensa
en el sol, en ese dibujo grande en el firmamento. Piensa en la arena, donde de niño
el Pibe cazaba pájaros y les pedía monedas a los turistas. Piensa en el mar, en
esa agua serena y silenciosa de la que un día sábado saldría Valderrama con su
sello inconfundible, como recién salido de una pila bautismal.
***
“Yo antes usaba afro”, la voz del Pibe casi
todos la conocen, viene desde muy dentro, tiene ritmo tranquilo. “Un afro hay que cuidarlo; se toma uno su
tiempo queriendo redondearlo.
“Un sábado había un baile. Ese
día yo me fui para la playa y llegué tarde a mi casa. Cuando salí del agua se
me hicieron unos gajitos y me los dejé. Esa noche en la fiesta fueron la
sensación. Desde entonces cambié el afro por los gajitos.
“Mi cabello me lo cuido, claro;
forma parte de mi aseo personal y no hay que dar mala imagen. Pero la magia no
está en el pelo, la magia es adentro. Si uno no juega bien, no le vale el pelo,
no le vale nada”.
***
Los
periodistas son bichos de una especie que acosa a las estrellas para después
salir a hablar. En la tarde, frente al mar, un periodista piensa que no sólo
debe transmitir unas respuestas, que también debe hablar de la dificultad, de
las pesadas puertas que se abren para poder llegar al Pibe Valderrama.
Piensa
que debe hablar de ese taxista que les dijo, a él y a su compañero, que el Pibe
no estaba en Santa Marta. Acababan de bajar del bus que los trajo de Cartagena y
la expedición podía ser un fracaso.
Piensa
que debe mencionar toda esa gente que les dijo que tal vez estaba en el
Rodadero, o de incognito en alguno de sus apartamentos. “Él siempre cambia de
caleta. Lo más seguro es que no está en su casa”.
***
“!Uff!, lo de secuestro del
hijo del Chonto es impresionante”. Es tal vez el momento de la charla en que más
exaltado se ve. En sus palabras se mezclan la euforia del triunfo –la histórica
goleada de seis días a atrás, a la selección argentina– y el dolor de lo
ocurrido a mediados de la semana. “Le
regalaron un mal premio a él y a un grupo que lo ha hecho todo bien”.
“Los triunfos de cualquier
deportista se viven así. Estábamos alegres y vino esto, vinieron los buses
quemados, la guerrilla.
“La gente a veces piensa que porque
uno es futbolista lo demás no le importa; pero yo le presto atención a todo
eso. Aunque no conozco a las personas, yo siento eso, lo de los policías
muertos, todo.
“Y uno se pregunta: ¿Por qué el
mundo es así? Unos buenos, unos malos. La conclusión es que la vida es esa:
todo mundo trata de solucionar su problema”.
***
Pero
la casa de sus padres en Pescadito, la casa donde él nació, es la única
esperanza de encontrarlo. En la esquina, un Jaricho descamisado que habla con
varios jóvenes dice que ni él, que es el padre, sabe dónde se encuentra el
Pibe.
Hasta
esa esquina habían llegado esa semana periodistas argentinos y alemanes para
quedarse con los crespos hechos. El Pibe, al parecer, se había esfumado.
***
“El domingo pasado yo sabía que
íbamos a clasificar. Íbamos confiados en el resultado, por el temor que tenían
los argentinos.
“Sabíamos que nos iban a
silbar, pero que sí jugábamos bien lo iban a reconocer.
“Las provocaciones de los
argentinos no me preocuparon. A lo único a lo que le temo es a la muerte, ahí
sí todo el mundo se abre a correr. Pero en ningún partido me siento asustado.
“Es mi forma de ser, soy muy
tranquilo. Aunque hay momento en que se dan reacciones normales; eso pasó en el
choque con Simeone.
“A mí lo que me gusta es el
balón. Mi único pensamiento al salir a
la cancha es el de hacer las cosas bien. Dios me mandó con eso. De pronto me
invento algo –uno siempre tiene que inventar– y, con suerte, las cosas salen.
“Con el hecho de ser considerado
uno de los mejores jugadores del mundo se me ha materializado un sueño muy importante.
Siempre, desde niño, pensé ser futbolista. Recuerdo el Mundial de México en el
70, con Brasil. Yo quería lograr algo así.
“Me gusta el balón. Me gusta
tenerlo para atacar y defender; por eso prefiero el medio de la cancha. Me
gusta el balón para cuidarlo, para no perderlo, para acariciarlo”.
***
Hablando
con Jaricho en esa esquina, bajo el sol de una mañana de septiembre en
Pescadito, los periodistas de Cartagena pensaron que no entrevistarían al Pibe
Valderrama, pensaron en sus crespos casi hechos.
Como
no era posible volver sin llevar nada, surgió la resignada alternativa de ir
hasta la casa y tomar algunas fotos del álbum familiar.
Pero
en la puerta abierta, la voz de una mujer que se encuentra en la cocina se
interpone. La sala está vacía, al fondo hay un estante con un retrato grande de
un Pibe que sonríe y más allá, entre los huecos
del estante, se ve a la mujer que trabaja en la cocina. Es Juana, la
mamá del Pibe, quien al saber que los que llegan son periodistas se queja, se
lamenta, dice que no le dejan nada de privacidad, que se la pasan molestando,
que ya está cansada de hablar.
***
“Uno todos los días está
pasando examen”.
Después
del saludo inicial, el Pibe se ha tomado su tiempo para bañarse; para vestirse
de blanco, azul y gris, deportivo y elegante; para cogerse el cabello con un
cordel fucsia y ponerse una cachucha que repliega el rasgo mítico y nos deja
con el hombre.
“Sí, la fama es orgullo y es
responsabilidad. Hay que tener cuidado. Uno todos los días está pasando examen
con las personas que se acercan a pedir autógrafos, con los periodistas. La gente
está siempre pendiente de uno.
“Creo que el papel de la prensa
es importante en todo deporte y en todo el mundo. Hay quienes ayudan
constructivamente y hay quienes destruyen. El deportista debe estar mentalizado
de eso.
“Lo que vive ‘Fausto’, sus
peleas con la prensa, yo también lo viví. Él es un man tranquilo. Tiene momentos
en que siente que la crítica le da duro y responde. Pero él va a madurar; todo
esto le sirve de experiencia. Ahora va Italia y podrá concentrarse en otras
cosas”.
“Siempre han existido buenos
jugadores en Colombia. Lo que pasa es que antes les daba miedo jugar; no
arriesgaban se cohibían. Eso se fue dando con los partidos internacionales.
“El cambio en el fútbol
colombiano se dio cuando hubo cambio de conciencia. Pacho y ‘Bolillo “empezaron
a confiar en los jugadores nacionales. Ya en la Copa América del 87 ganamos el ‘Botín
de Oro’, para el goleador, con Iguarán, y a mí me dieron el “Balón de Oro’ como
el mejor jugador.
“Pienso que cuando a uno lo
comparan con los mejores futbolistas del mundo, es bueno para el país y para
uno. De pronto tienen razón, lo que pasa es que cada uno tiene su
característica”.
***
Con
la reacción de la madre del Pibe las cosas se ponían graves. Ni siquiera habría
fotos del álbum familiar.
De
nuevo en la esquina, Jaricho les dijo a los periodistas que entendía la actitud
de doña Juana. “Es que cansan mucho. Uno sabe que están haciendo su trabajo,
pero el asedio es excesivo”.
En
esa esquina, pensando en la derrota de ese viaje, las cosas empezaron a
cambiar. Como un ángel apareció Ángela, la hermana menor del Pibe, con la
incalculable suerte de que había compartido sus épocas de estudio con Víctor Sánchez, uno de los
periodistas. Por lo menos estaba garantizado lo de las fotos.
Los
llevó hasta la casa y les puso dos sillas mecedoras muy cerca de la puerta. Les
dijo que nadie sabía el lugar donde se escondía el Pibe, que ni ella lo sabía.
Que era inútil insistir.
Recordó
que a Víctor Sánchez le decían en el colegio ‘Cabeza’e bonbombum’, se entretuvo
en anécdotas de estudio y trató de limar las iniciales asperezas con la madre,
quien seguía trabajando silenciosa en la cocina.
Una
cerveza más tarde, sentados en las sillas mecedoras, aferrados a esa casa, mirando
con creciente desconsuelo los cuadros del pasillo, la hermana de Valderrama les
devolvió la esperanza: ‘De pronto están de buenas y el Pibe se aparece”.
***
“Lo que se ha visto después del
cinco a cero sobre Argentina, los homenajes y las celebraciones de todos estos
días, es algo que no se había vivido. Pienso que nunca es tarde para recibir
los homenajes.
“Ya estamos pensando en el
Mundial. Seguimos un proceso que empezó en la Copa América del 87. En el
Mundial habrá que superar lo que se hizo en Italia. Hay que pasar a la segunda
ronda, subir y subir”.
2
Cuando
todo estaba oscuro, empezaron a llegar destellos de claridad.
Frente
a un sol de rayos largos y ondulados, un periodista recuerda contento el
momento de la mañana en que él y su compañero pensaron con angustia que no
habría entrevista con el Pibe Valderrama.
Al
parecer, nadie sabía dónde estaba. Ni siquiera se sabía si estaba en Santa
Marta. Miles de personas tendrían que resignarse con las fotos tomadas del
álbum de su casa y entrevistas con algunos familiares.
En
la sala, junto a la puerta, seguía la charla con Ángela. Se hablaba de épocas
de estudio y trataban de incluir a doña Juana en la conversación. La madre del
Pibe se disculpó por el trato inicial que les dio a los periodistas y volvió a hablar
del cansancio. Poco a poco cambió la hostilidad por amabilidad, por ternura y
amistad.
***
“Tengo muchos recuerdos”, podrían
contarse con los dedos de una mano los gestos que tiene el Pibe: sonríe al
recordar jugadas, permanece inexpresivo casi todo el tiempo. Pero, como sus
movimientos en la cancha, sus palabras reflejan con elocuencia sus
sentimientos. “Recuerdo con cariño todas
las épocas. Cuando empecé como aficionado, en la Castellana. Cuando pasé al
Unión y supe que se iba a realizar mi sueño de ser futbolista profesional.
Cuando ganamos la Copa de Francia, con el Montpellier. La época del deportivo
Cali, la Copa América en Argentina.
“Las experiencias de Europa
fueron muy positivas. Los seis primeros meses fueron muy duros, pero después me
acomodé.
“Luego fuimos varios
colombianos a jugar con Pacho al Valladolid; pero allá las cosas con el Club no
funcionaron. Allí pensé que era mejor estar uno en su casa.
“Después que uno viene de
Europa no buscan la verdadera razón por la que uno regresó; dicen que uno está
viejo, acabado. Sin embargo, pienso que mi mejor año en el fútbol fue el
anterior con el Medellín. Lo que pasó fue que no se notó porque el equipo quedó
de catorce.
“El año pasado, cono en
octubre, en un clásico entre Medellín y nacional, hice el gol más importante de
mi vida. Siempre quise hacerle un gol a René, que es el mejor, y lo logré. El
gol fue un remate desde mitad de cancha.
“También recuerdo el gol del
Mundial. Recuerdo con alegría haber tenido la suerte de jugar un Mundial”.
***
Esperar
una entrevista con el Pibe Valderrama era como querer entrar a un castillo de
cuento de hadas. Cada persona interponiéndose en el camino era como un examen,
como un puente levadizo o como un ser ante el que habría que decir palabras
mágicas. Se ganaba o se perdía. Si se perdía, no habría entrevista.
La
charla de Ángela y los periodistas se prolongaba. La hermana del Pibe les hacía
preguntas sobre su oficio, sobre el viaje; seguía recordando la época de
estudio.
Pasaban
los minutos y ni siquiera aparecía el álbum familiar. De pronto, la hermana del
Pibe les pidió un papel y le prestaron la hermosa libreta que uno de ellos
compró para la ocasión.
Escribió
con su leve sonrisa y les devolvió la nota: “Él está durmiendo, pero no digas
nada. Vamos a hablar y recordar cosas como si nada, ¿bien?”
En
ese momento los periodistas se sintieron más contentos que el día que recibieron
la primera comunión.
***
“Mi único amigo es Jaricho.
Tengo otros amigos, pero él es el mejor. Cuando tengo problemas hablo con él. Mi
madre también es amiga, pero las mujeres son diferentes a los hombres. Ella se
preocupa mucho, se asusta cuando me expulsan.
“En el 82, cuando me metieron
preso cincuenta días por responderle a un policía una cachetada, confiaba en Dios,
en mi papá y en mi familia. Ellos fueron mi apoyo y pasó el tiempo y todo se
solucionó.
“Después del partido con
Argentina hablé con Jaricho desde el hotel en Buenos Aires. Pudimos hablar
poco, que la gente estaba celebrando, que una alegría así nunca se había visto.
“Gracias a Dios tengo amigos estables.
Amigos de barrio, de estudios, con los que me crié. Uno de ellos hacía los cueritos
que llevo en las muñecas. Ni los cueritos, ni los cordones en el cuello son
amuletos. Simplemente me gustan, si se revientan no me preocupo. Cuando veo a
los hippies les compro, o los niños me regalan.
“También tengo amigos que he
conocido recientemente. Algunos vecinos de Montpellier, con los que me escribo
y hablo por teléfono. Con René no he podido hablar últimamente, pero también
nos hemos escrito. Al ‘Loco’ uno lo conoce como persona y espero que salga
adelante, que se solucione el problema que lo tiene en la cárcel; eso le duele
a uno”.
***
Y
el Pibe apareció. Salió como un sol de madrigada en el fondo del pasillo.
Podrían
decirse muchas cosas de ese instante, de su pelo amarillo que parece una
corona, de su toalla grande y roja, de sus gesto y sus pasos, firmes y
soberanos.
Después
de saludar a sus sobrinos fue a la sala y saludó a los periodistas con
amabilidad. Les preguntó si querían algo con él y ellos, con voz entrecortada,
le dijeron que querían una entrevista.
El
Pibe dijo: “!Listo!”, y les pidió permiso para ir a bañarse y arreglarse.
Vieron
al sol alejarse en el pasillo. En la noche pesimista que vivían, había amanecido.
***
“Mi principal motivación es mi familia.
Mis hijos, Alan, que tiene diez años, y Keny, que tiene cinco. A Claribet, mi
esposa, la conocí aquí en Pescadito. Fue un noviazgo normal, como todo noviazgo
de bario.
“Quiero inculcarles a mis hijos
que sean leales, que trabajen para el bien y que tengan personalidad en la
buena y en la mala; que sean hombres sanos que sirvan al país, a la familia, a
los amigos.
“Lo que le pediría a la vida es
que haya salud para mi familia, y paz y bienestar para Colombia.
“Cuando pienso en la vejez, quiero
que sea como la de los viejos de uno: sana y tranquila. Siempre le pido a Dios
por ellos”.
***
La
alegría se extendió por esa casa. La familia del Pibe se mostró más relajada.
Ahora transcurría un sábado normal. Los niños jugaban en la sala y la cocina. Ángela
y María, las hermanas del Pibe, conversaban, respondían preguntas familiares.
En
ese momento llego Ronald, otro hermano del Pibe, quien juega en el Unión. En
casa solo faltaban Alan, que juega en Millonarios, y Clementina, la otra
hermana.
Los
periodistas no cabían de la dicha. Esperaban.
Ángela
los miró fijamente y les dijo: “Ustedes son los únicos. Tienen que hacer algo
grande”.
En
ese momento entró Jaricho, que venía de la esquina, y les dijo medio en broma: “¿Todavía
están aquí? Ustedes lo que quieren es sopa”.
Luego
salió la madre de la cocina y les dijo contenta: “Al que le van a dar le
guardan”.
Y
siguieron hablando de hijos y de nietos, de ancestros futbolistas.
***
“El dinero que recibo me lo
gasto. Me voy preparando para cuando me vaya del fútbol. Quiero ser técnico,
pero no sé cómo me pueda ir; puedo salir buen o mal técnico. Entonces, también
he pensado en negocios de finca raíz.
“¿Una canción? Ahora me gusta ‘Quiero
llenar tu vida’, de Tito Rojas.
“¿Que si me gustaría escribir
mi vida? No. Escribir la vida deportiva, de pronto. La vida personal es
sagrada.
“Todos los días rezo. Todos los
días me persigno. Cuando tengo la oportunidad, voy a misa. Creo que lo que soy
me lo ha dado Dios. Pero antes de un partido no pienso en nada. Sólo pienso en
el balón.
‘En ninguna parte del mundo la
gente es como en Colombia. Somos cálidos, explosivos, alegres. En situaciones
difíciles, siempre tratando de tirar para adelante.
“El lugar del mundo que más me
ha gustado es Estocolmo, por su tranquilidad. Todo mundo quieto; una ciudad
limpia, una arquitectura bonita. Cuando estuve allá pensé que los colombianos
seríamos felices con esa tranquilidad.
***
Y
ya casi de noche, viendo una niña que juega con arena junto al mar, el periodista
saborea los recuerdos de ese día, los obstáculos vencidos, las puertas que al
final fueron abiertas y, sobre todo, la alegría, la pausa del corazón en el
momento en que el Pibe apareció.
Al
verlo llegar en su recuerdo, piensa en el fútbol, en esa danza mágica del Pibe
en una cancha, en esa forma simple y poética de ser que habla con cada jugada.
Piensa
en las burlas, los amagues, los pases sin mirar, los tacos, las paradas del
balón, la ingravidez y la plasticidad, el desconcierto triste de sus
adversarios, la risa de su cara inexpresiva, el humor que hay en todas su
jugadas, la algarabía de su aspecto, ese estruendo salido de una piedra
callada.
Y
al recordar comprende el sentido de ese sol de rayos rojos, amarillos y hasta
negros cuando viaja por el centro de una cancha, rodeado por satélites
atónitos, por públicos eufóricos o tristes que son como asteroides, por
planetas compañeros que brillan con su luz.
Publicado
originalmente en El Universal, de Cartagena. Septiembre 14 y 15 de 1993.
excelente crónica... la verdad, no me gusta el futbol, pero amo a la Selección Colombia, sólo me veo sus partidos, y amo al Pibe, como cualquier colombiana... es mi ídolo, una de las personas que veo brillar como un sol, somo dice la crónica, y que más me motivan a querer ser mejor cada día... Me encantó leerla, aunque llegué a ella más de 10 años tarde... Gracias
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