viernes, 2 de agosto de 2013

Carlos Valderrama: El astro rey

El 5 de septiembre de 1993, el fútbol colombiano obtuvo el triunfo más importante de su historia, al vencer en Buenos Aires a la selección Argentina, por cinco goles a cero, durante las eliminatorias para el Mundial de Fútbol de Estados Unidos. Esta entrevista, realizada en colaboración con Víctor Sánchez Rincones, fue la primera concedida en Colombia por Carlos Valderrama después de ese triunfo.
Por Gustavo Arango



1

Tal vez la clave de todo esté en ese sol de Santa Marta a las seis de la tarde. En ese sol, en esa arena y en ese mar. Tal vez la explicación de la grandeza de ese hombre se encuentre en lo eterno y mineral. Tal vez sea la mezcla de esa brisa pesada y caliente que llega del mar y esa leve frescura que baja de la Sierra.
De los pliegues de la Sierra Nevada de Santa Marta, ese lugar privilegiado que aglutina en poco espacio todos los pisos térmicos de la tierra, ha salido la gloria de un grupo de personas que con el tiempo se ha llamado Colombia.
En ese sitio nacieron las mariposas amarillas que fueron hasta Estocolmo. Allí se sostuvieron los altivos Arhuacos y Tayronas, viendo caer el mundo. Allí nació el Pibe Valderrama, ese ser liviano como un suspiro que ha hecho que los llantos y los gritos de millones sean de felicidad.
A las seis de la tarde, frente a un sol que despide rayos rojos, blancos y amarillos, que se extienden como pelo ensortijado, un periodista piensa cómo contar eso que tiene que contar. Cómo transmitir la sensación de ese momento y llevar a mucha gente las palabras de su ídolo.
Piensa en el sol, en ese dibujo grande en el firmamento. Piensa en la arena, donde de niño el Pibe cazaba pájaros y les pedía monedas a los turistas. Piensa en el mar, en esa agua serena y silenciosa de la que un día sábado saldría Valderrama con su sello inconfundible, como recién salido de una pila bautismal.

***

“Yo antes usaba afro”, la voz del Pibe casi todos la conocen, viene desde muy dentro, tiene ritmo tranquilo. “Un afro hay que cuidarlo; se toma uno su tiempo queriendo redondearlo.
“Un sábado había un baile. Ese día yo me fui para la playa y llegué tarde a mi casa. Cuando salí del agua se me hicieron unos gajitos y me los dejé. Esa noche en la fiesta fueron la sensación. Desde entonces cambié el afro por los gajitos.
“Mi cabello me lo cuido, claro; forma parte de mi aseo personal y no hay que dar mala imagen. Pero la magia no está en el pelo, la magia es adentro. Si uno no juega bien, no le vale el pelo, no le vale nada”.

***

Los periodistas son bichos de una especie que acosa a las estrellas para después salir a hablar. En la tarde, frente al mar, un periodista piensa que no sólo debe transmitir unas respuestas, que también debe hablar de la dificultad, de las pesadas puertas que se abren para poder llegar al Pibe Valderrama.
Piensa que debe hablar de ese taxista que les dijo, a él y a su compañero, que el Pibe no estaba en Santa Marta. Acababan de bajar del bus que los trajo de Cartagena y la expedición podía ser un fracaso.
Piensa que debe mencionar toda esa gente que les dijo que tal vez estaba en el Rodadero, o de incognito en alguno de sus apartamentos. “Él siempre cambia de caleta. Lo más seguro es que no está en su casa”.

***

“!Uff!, lo de secuestro del hijo del Chonto es impresionante”. Es tal vez el momento de la charla en que más exaltado se ve. En sus palabras se mezclan la euforia del triunfo –la histórica goleada de seis días a atrás, a la selección argentina– y el dolor de lo ocurrido a mediados de la semana. “Le regalaron un mal premio a él y a un grupo que lo ha hecho todo bien”.
“Los triunfos de cualquier deportista se viven así. Estábamos alegres y vino esto, vinieron los buses quemados, la guerrilla.
“La gente a veces piensa que porque uno es futbolista lo demás no le importa; pero yo le presto atención a todo eso. Aunque no conozco a las personas, yo siento eso, lo de los policías muertos, todo.
“Y uno se pregunta: ¿Por qué el mundo es así? Unos buenos, unos malos. La conclusión es que la vida es esa: todo mundo trata de solucionar su problema”.

***

Pero la casa de sus padres en Pescadito, la casa donde él nació, es la única esperanza de encontrarlo. En la esquina, un Jaricho descamisado que habla con varios jóvenes dice que ni él, que es el padre, sabe dónde se encuentra el Pibe.
Hasta esa esquina habían llegado esa semana periodistas argentinos y alemanes para quedarse con los crespos hechos. El Pibe, al parecer, se había esfumado.

***

“El domingo pasado yo sabía que íbamos a clasificar. Íbamos confiados en el resultado, por el temor que tenían los argentinos.
“Sabíamos que nos iban a silbar, pero que sí jugábamos bien lo iban a reconocer.
“Las provocaciones de los argentinos no me preocuparon. A lo único a lo que le temo es a la muerte, ahí sí todo el mundo se abre a correr. Pero en ningún partido me siento asustado.
“Es mi forma de ser, soy muy tranquilo. Aunque hay momento en que se dan reacciones normales; eso pasó en el choque con Simeone.
“A mí lo que me gusta es el balón. Mi único pensamiento al salir  a la cancha es el de hacer las cosas bien. Dios me mandó con eso. De pronto me invento algo –uno siempre tiene que inventar– y, con suerte, las cosas salen.
“Con el hecho de ser considerado uno de los mejores jugadores del mundo se me ha materializado un sueño muy importante. Siempre, desde niño, pensé ser futbolista. Recuerdo el Mundial de México en el 70, con Brasil. Yo quería lograr algo así.
“Me gusta el balón. Me gusta tenerlo para atacar y defender; por eso prefiero el medio de la cancha. Me gusta el balón para cuidarlo, para no perderlo, para acariciarlo”.

***

Hablando con Jaricho en esa esquina, bajo el sol de una mañana de septiembre en Pescadito, los periodistas de Cartagena pensaron que no entrevistarían al Pibe Valderrama, pensaron en sus crespos casi hechos.
Como no era posible volver sin llevar nada, surgió la resignada alternativa de ir hasta la casa y tomar algunas fotos del álbum familiar.
Pero en la puerta abierta, la voz de una mujer que se encuentra en la cocina se interpone. La sala está vacía, al fondo hay un estante con un retrato grande de un Pibe que sonríe y más allá, entre los huecos  del estante, se ve a la mujer que trabaja en la cocina. Es Juana, la mamá del Pibe, quien al saber que los que llegan son periodistas se queja, se lamenta, dice que no le dejan nada de privacidad, que se la pasan molestando, que ya está cansada de hablar.

***

“Uno todos los días está pasando examen”.
Después del saludo inicial, el Pibe se ha tomado su tiempo para bañarse; para vestirse de blanco, azul y gris, deportivo y elegante; para cogerse el cabello con un cordel fucsia y ponerse una cachucha que repliega el rasgo mítico y nos deja con el hombre.
“Sí, la fama es orgullo y es responsabilidad. Hay que tener cuidado. Uno todos los días está pasando examen con las personas que se acercan a pedir autógrafos, con los periodistas. La gente está siempre pendiente de uno.
“Creo que el papel de la prensa es importante en todo deporte y en todo el mundo. Hay quienes ayudan constructivamente y hay quienes destruyen. El deportista debe estar mentalizado de eso.
“Lo que vive ‘Fausto’, sus peleas con la prensa, yo también lo viví. Él es un man tranquilo. Tiene momentos en que siente que la crítica le da duro y responde. Pero él va a madurar; todo esto le sirve de experiencia. Ahora va Italia y podrá concentrarse en otras cosas”.
“Siempre han existido buenos jugadores en Colombia. Lo que pasa es que antes les daba miedo jugar; no arriesgaban se cohibían. Eso se fue dando con los partidos internacionales.
“El cambio en el fútbol colombiano se dio cuando hubo cambio de conciencia. Pacho y ‘Bolillo “empezaron a confiar en los jugadores nacionales. Ya en la Copa América del 87 ganamos el ‘Botín de Oro’, para el goleador, con Iguarán, y a mí me dieron el “Balón de Oro’ como el mejor jugador.
“Pienso que cuando a uno lo comparan con los mejores futbolistas del mundo, es bueno para el país y para uno. De pronto tienen razón, lo que pasa es que cada uno tiene su característica”.

***

Con la reacción de la madre del Pibe las cosas se ponían graves. Ni siquiera habría fotos del álbum familiar.
De nuevo en la esquina, Jaricho les dijo a los periodistas que entendía la actitud de doña Juana. “Es que cansan mucho. Uno sabe que están haciendo su trabajo, pero el asedio es excesivo”.
En esa esquina, pensando en la derrota de ese viaje, las cosas empezaron a cambiar. Como un ángel apareció Ángela, la hermana menor del Pibe, con la incalculable suerte de que había compartido sus épocas  de estudio con Víctor Sánchez, uno de los periodistas. Por lo menos estaba garantizado lo de las fotos.
Los llevó hasta la casa y les puso dos sillas mecedoras muy cerca de la puerta. Les dijo que nadie sabía el lugar donde se escondía el Pibe, que ni ella lo sabía. Que era inútil insistir.
Recordó que a Víctor Sánchez le decían en el colegio ‘Cabeza’e bonbombum’, se entretuvo en anécdotas de estudio y trató de limar las iniciales asperezas con la madre, quien seguía trabajando silenciosa en la cocina.
Una cerveza más tarde, sentados en las sillas mecedoras, aferrados a esa casa, mirando con creciente desconsuelo los cuadros del pasillo, la hermana de Valderrama les devolvió la esperanza: ‘De pronto están de buenas y el Pibe se aparece”.

***
“Lo que se ha visto después del cinco a cero sobre Argentina, los homenajes y las celebraciones de todos estos días, es algo que no se había vivido. Pienso que nunca es tarde para recibir los homenajes.
“Ya estamos pensando en el Mundial. Seguimos un proceso que empezó en la Copa América del 87. En el Mundial habrá que superar lo que se hizo en Italia. Hay que pasar a la segunda ronda, subir y subir”.




2

Cuando todo estaba oscuro, empezaron a llegar destellos de claridad.
Frente a un sol de rayos largos y ondulados, un periodista recuerda contento el momento de la mañana en que él y su compañero pensaron con angustia que no habría entrevista con el Pibe Valderrama.
Al parecer, nadie sabía dónde estaba. Ni siquiera se sabía si estaba en Santa Marta. Miles de personas tendrían que resignarse con las fotos tomadas del álbum de su casa y entrevistas con algunos familiares.
En la sala, junto a la puerta, seguía la charla con Ángela. Se hablaba de épocas de estudio y trataban de incluir a doña Juana en la conversación. La madre del Pibe se disculpó por el trato inicial que les dio a los periodistas y volvió a hablar del cansancio. Poco a poco cambió la hostilidad por amabilidad, por ternura y amistad.

***

Tengo muchos recuerdos”, podrían contarse con los dedos de una mano los gestos que tiene el Pibe: sonríe al recordar jugadas, permanece inexpresivo casi todo el tiempo. Pero, como sus movimientos en la cancha, sus palabras reflejan con elocuencia sus sentimientos. “Recuerdo con cariño todas las épocas. Cuando empecé como aficionado, en la Castellana. Cuando pasé al Unión y supe que se iba a realizar mi sueño de ser futbolista profesional. Cuando ganamos la Copa de Francia, con el Montpellier. La época del deportivo Cali, la Copa América en Argentina.
“Las experiencias de Europa fueron muy positivas. Los seis primeros meses fueron muy duros, pero después me acomodé.
“Luego fuimos varios colombianos a jugar con Pacho al Valladolid; pero allá las cosas con el Club no funcionaron. Allí pensé que era mejor estar uno en su casa.
“Después que uno viene de Europa no buscan la verdadera razón por la que uno regresó; dicen que uno está viejo, acabado. Sin embargo, pienso que mi mejor año en el fútbol fue el anterior con el Medellín. Lo que pasó fue que no se notó porque el equipo quedó de catorce.
“El año pasado, cono en octubre, en un clásico entre Medellín y nacional, hice el gol más importante de mi vida. Siempre quise hacerle un gol a René, que es el mejor, y lo logré. El gol fue un remate desde mitad de cancha.
“También recuerdo el gol del Mundial. Recuerdo con alegría haber tenido la suerte de jugar un Mundial”.

***

Esperar una entrevista con el Pibe Valderrama era como querer entrar a un castillo de cuento de hadas. Cada persona interponiéndose en el camino era como un examen, como un puente levadizo o como un ser ante el que habría que decir palabras mágicas. Se ganaba o se perdía. Si se perdía, no habría entrevista.
La charla de Ángela y los periodistas se prolongaba. La hermana del Pibe les hacía preguntas sobre su oficio, sobre el viaje; seguía recordando la época de estudio.
Pasaban los minutos y ni siquiera aparecía el álbum familiar. De pronto, la hermana del Pibe les pidió un papel y le prestaron la hermosa libreta que uno de ellos compró para la ocasión.
Escribió con su leve sonrisa y les devolvió la nota: “Él está durmiendo, pero no digas nada. Vamos a hablar y recordar cosas como si nada, ¿bien?”
En ese momento los periodistas se sintieron más contentos que el día que recibieron la primera comunión.

***

“Mi único amigo es Jaricho. Tengo otros amigos, pero él es el mejor. Cuando tengo problemas hablo con él. Mi madre también es amiga, pero las mujeres son diferentes a los hombres. Ella se preocupa mucho, se asusta cuando me expulsan.
“En el 82, cuando me metieron preso cincuenta días por responderle a un policía una cachetada, confiaba en Dios, en mi papá y en mi familia. Ellos fueron mi apoyo y pasó el tiempo y todo se solucionó.
“Después del partido con Argentina hablé con Jaricho desde el hotel en Buenos Aires. Pudimos hablar poco, que la gente estaba celebrando, que una alegría así nunca se había visto.
“Gracias a Dios tengo amigos estables. Amigos de barrio, de estudios, con los que me crié. Uno de ellos hacía los cueritos que llevo en las muñecas. Ni los cueritos, ni los cordones en el cuello son amuletos. Simplemente me gustan, si se revientan no me preocupo. Cuando veo a los hippies les compro, o los niños me regalan.
“También tengo amigos que he conocido recientemente. Algunos vecinos de Montpellier, con los que me escribo y hablo por teléfono. Con René no he podido hablar últimamente, pero también nos hemos escrito. Al ‘Loco’ uno lo conoce como persona y espero que salga adelante, que se solucione el problema que lo tiene en la cárcel; eso le duele a uno”.

***

Y el Pibe apareció. Salió como un sol de madrigada en el fondo del pasillo.
Podrían decirse muchas cosas de ese instante, de su pelo amarillo que parece una corona, de su toalla grande y roja, de sus gesto y sus pasos, firmes y soberanos.
Después de saludar a sus sobrinos fue a la sala y saludó a los periodistas con amabilidad. Les preguntó si querían algo con él y ellos, con voz entrecortada, le dijeron que querían una entrevista.
El Pibe dijo: “!Listo!”, y les pidió permiso para ir a bañarse y arreglarse.
Vieron al sol alejarse en el pasillo. En la noche pesimista que vivían, había amanecido.

***

“Mi principal motivación es mi familia. Mis hijos, Alan, que tiene diez años, y Keny, que tiene cinco. A Claribet, mi esposa, la conocí aquí en Pescadito. Fue un noviazgo normal, como todo noviazgo de bario.
“Quiero inculcarles a mis hijos que sean leales, que trabajen para el bien y que tengan personalidad en la buena y en la mala; que sean hombres sanos que sirvan al país, a la familia, a los amigos.
“Lo que le pediría a la vida es que haya salud para mi familia, y paz y bienestar para Colombia.
“Cuando pienso en la vejez, quiero que sea como la de los viejos de uno: sana y tranquila. Siempre le pido a Dios por ellos”.

***
La alegría se extendió por esa casa. La familia del Pibe se mostró más relajada. Ahora transcurría un sábado normal. Los niños jugaban en la sala y la cocina. Ángela y María, las hermanas del Pibe, conversaban, respondían preguntas familiares.
En ese momento llego Ronald, otro hermano del Pibe, quien juega en el Unión. En casa solo faltaban Alan, que juega en Millonarios, y Clementina, la otra hermana.
Los periodistas no cabían de la dicha. Esperaban.
Ángela los miró fijamente y les dijo: “Ustedes son los únicos. Tienen que hacer algo grande”.
En ese momento entró Jaricho, que venía de la esquina, y les dijo medio en broma: “¿Todavía están aquí? Ustedes lo que quieren es sopa”.
Luego salió la madre de la cocina y les dijo contenta: “Al que le van a dar le guardan”.
Y siguieron hablando de hijos y de nietos, de ancestros futbolistas.

***

“El dinero que recibo me lo gasto. Me voy preparando para cuando me vaya del fútbol. Quiero ser técnico, pero no sé cómo me pueda ir; puedo salir buen o mal técnico. Entonces, también he pensado en negocios de finca raíz.
“¿Una canción? Ahora me gusta ‘Quiero llenar tu vida’, de Tito Rojas.
“¿Que si me gustaría escribir mi vida? No. Escribir la vida deportiva, de pronto. La vida personal es sagrada.
“Todos los días rezo. Todos los días me persigno. Cuando tengo la oportunidad, voy a misa. Creo que lo que soy me lo ha dado Dios. Pero antes de un partido no pienso en nada. Sólo pienso en el balón.
‘En ninguna parte del mundo la gente es como en Colombia. Somos cálidos, explosivos, alegres. En situaciones difíciles, siempre tratando de tirar para adelante.
“El lugar del mundo que más me ha gustado es Estocolmo, por su tranquilidad. Todo mundo quieto; una ciudad limpia, una arquitectura bonita. Cuando estuve allá pensé que los colombianos seríamos felices con esa tranquilidad.
***
Y ya casi de noche, viendo una niña que juega con arena junto al mar, el periodista saborea los recuerdos de ese día, los obstáculos vencidos, las puertas que al final fueron abiertas y, sobre todo, la alegría, la pausa del corazón en el momento en que el Pibe apareció.
Al verlo llegar en su recuerdo, piensa en el fútbol, en esa danza mágica del Pibe en una cancha, en esa forma simple y poética de ser que habla con cada jugada.
Piensa en las burlas, los amagues, los pases sin mirar, los tacos, las paradas del balón, la ingravidez y la plasticidad, el desconcierto triste de sus adversarios, la risa de su cara inexpresiva, el humor que hay en todas su jugadas, la algarabía de su aspecto, ese estruendo salido de una piedra callada.
Y al recordar comprende el sentido de ese sol de rayos rojos, amarillos y hasta negros cuando viaja por el centro de una cancha, rodeado por satélites atónitos, por públicos eufóricos o tristes que son como asteroides, por planetas compañeros que brillan con su luz.


Publicado originalmente en El Universal, de Cartagena. Septiembre 14 y 15 de 1993.



1 comentario:

  1. excelente crónica... la verdad, no me gusta el futbol, pero amo a la Selección Colombia, sólo me veo sus partidos, y amo al Pibe, como cualquier colombiana... es mi ídolo, una de las personas que veo brillar como un sol, somo dice la crónica, y que más me motivan a querer ser mejor cada día... Me encantó leerla, aunque llegué a ella más de 10 años tarde... Gracias

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