Una noche de tragos con la academia sueca
Por Gustavo Arango*
“En Estocolmo me dijeron
las razones de la Academia Sueca para no darle el Nobel a Borges”, dice García
Márquez durante el segundo día del taller. “Cuando uno va a recibir el Premio
Nobel hay un programa muy duro, muy apretado. En Suecia no sucede otra cosa que
la entrega de los premios. El primer punto de la agenda era la cena con los de
la Academia. Allí se cuentan todos los secretos. Fue una noche muy divertida.
Como estaban pasados de tragos, empezaron a hablar y llegamos a los
‘nobelizables’.
“La primera pepa que les
solté fue que quienes no lo recibieron eran mejores que quienes sí lo
recibieron. Les hablé de Tolstoi, Conrad, Proust, Joyce,
Kafka. Les dije que tenía una gran
vergüenza con Borges. Me dijeron que habían discutido mucho el tema de Borges y
que la conclusión había sido que cada página de Borges es una página maestra,
pero que todas juntas no hacían una obra.
“Les hablé de Graham Greene, quien me
enseñó a describir el trópico. A propósito, con la modestia que me caracteriza,
les cuento que yo vendo más que Graham Greene. Luego les mencioné a Rulfo. Me
dijeron que había escrito poco y que era una réplica de Sófocles y del autor
del Lazarillo. Al final, cuando ya todos teníamos la lengua pesada por el
whisky, les dije: ‘Ustedes no tienen la menor idea de literatura’. Uno de ellos
me respondió: ‘Tiene razón. Nosotros no somos literatos. Somos los curadores de
la lengua sueca’.
“Para conceder el Nobel, la academia
empieza con una lista de cien candidatos. En mayo, la lista se reduce a veinte.
Yo había entrado en esa lista varias veces, pero como después de escribir El otoño del patriarca dije que no
volvería a escribir, me sacaron de la lista. Los de la academia le tienen
horror a que los Premios Nobel no vuelvan a escribir. También los preocupa
mucho la idea de que casi nadie vive más de cinco años después de recibir el
premio. Están muy pendientes de no equivocarse. Cuando supieron que había
terminado un nuevo libro, que era Crónica
de una muerte anunciada, la Academia pidió una copia y me volvieron a meter
en la lista. El proceso de selección termina en el verano, cuando los
académicos se dedican a leer la obra de cinco finalistas.
“Poco antes del anuncio oficial recibí una
llamada de Olof Palme, desde Estocolmo, para decirme que era inminente que me
dieran el Nobel. Me dijo: ‘Si dices que sí, los socialistas ganamos las
elecciones’. Pase una mala noche pensando en el asunto. Todavía no había
recibido la notificación y me acordé de Thomas Mann, el único escritor al que
trataron de darle el premio dos veces y nunca lo recibió. Doctor Faustus, de Mann, es la mejor novela de un novelista. Cuando
quisieron darle el premio, vino la Segunda Guerra Mundial y después murió. No
hay mejor alivio que no ser candidato al Nobel.
“Aquella madrugada, el primero en llamarme
fue un periodista sueco que trabajaba para L’Express.
Le dije que no daría declaraciones mientras el anuncio no fuera oficial.
Entonces empezaron a llegar periodistas frente a la casa, vino el anuncio y
todo fue un caos. Al mediodía me acordé del sueco que me había llamado de
primero y lo llamé y le di la entrevista”.
* Fragmento de un texto
sobre el taller de narración periodística que Gabriel García Márquez ofreció en
Barranquilla, en diciembre de 1997; forma parte del libro inédito “Recuerde el
alma dormida’.
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