Foto CBC Hamilton
El
comienzo parece un homenaje a los delirios de Poe. El narrador nos tiende la
primera de sus trampas al decir que lo ocurrido tal vez sea soportable si se
piensa que es un cuento. Así entramos obedientes en el terror prometido,
convencidos de que el cuento no es un cuento.
Cuenta
el contador de este relato que una tarde del siglo pasado se sentó en un banco
de madera a mirar pasar un río. No era un lugar familiar. Andaba por allí como
profesor invitado. Estaba a miles de kilómetros de un sitio al que pudiera
llamar suyo. Para obligarnos a identificarnos con él y con su inteligencia,
dice el narrador que mirando las aguas pensó en la ocurrencia de Heráclito
sobre el tiempo y el cambio y lo distintos que somos a quienes seremos y fuimos.
Conoce bien a su público. Sabe que con un banco y un río similares casi todos
pensaríamos lo mismo.
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