Un poema de Zbigniew Herbert, cortesía de Florian Smieja.
Zbigniew Herbert
Vé donde fueron aquellos hasta el linde oscuro
tras el vellocino de oro de la nada tu último premio
vé erguido entre los que están de rodillas
entre los que vuelven la espalda y los derribados en el polvo
te salvaste no para vivir
tienes poco tiempo has de dar testimonio
sé valiente cuando la razón flaquee sé valiente
en el cómputo final esto es lo único que cuenta
y que tu ira impotente sea como el mar
cada vez que escuches la voz de los humillados y golpeados
que no te abandone tu hermano el Desprecio
para los delatores verdugos cobardes -ellos vencerán
irán a tu entierro y con alivio arrojarán un terrón
y la carcoma escribirá tu biografía retocada
y no perdones en verdad no está en tu poder
perdonar en nombre de los traicionados al alba
guárdate sin embargo del orgullo innecesario
contempla en el espejo tu rostro de bufón
repite: fui reclutado -acaso no había mejores?
guárdate del corazón árido ama la fuente matinal
el ave de nombre desconocido el roble invernal
la luz en el muro el esplendor del cielo
ellos no precisan de tu cálido aliento
existen para decirte: nadie te consolará
vigila -cuando la luz en las montañas dé la señal-levántate y vé
mientras la sangre haga girar la estrella oscura en tu pecho
repite las viejas maldiciones de la humanidad los cuentos y leyendas
pues así conquistarás el bien que no conquistarás
repite las grandes palabras repítelas con terquedad
como quienes marcharon por el desierto y murieron en la arena
y por ello te premiarán con lo que tienen bajo el brazo
con un azote de sonrisas con un homicidio en el basurero
vé pues sólo así serás aceptado en el círculo de las frías calaveras
en el círculo de tus antecesores: de Gilgamés Héctor Roland
de los defensores del reino sin linde y la ciudad de las cenizas
Sé fiel Vé.
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