La columna de Vivir en El Poblado
El invierno en Siberia invita a recogerse en la tibieza, a
ver el mundo a través de cristales que separan del frío y la blancura, del
anochecer temprano, del paisaje desierto de donde las criaturas también han
desertado. La noche es larga y callada y solitaria, podría invitar a pensar que
has llegado donde estás porque erraste el camino, pero basta un gesto leve y
distraído para que el mundo parezca estar más cerca, para que voces e imágenes
amadas se asomen y resuenen en ese espacio donde solo sonaba el refrigerador de
vez en cuando, algunos pasos remotos en un piso de madera, un ladrido distante,
un silencio elocuente y constante que ya dura tres lustros y no parece dar
indicios de querer acabarse.
Aeropuerto Internacional de Miami
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