La columna de Vivir en El Poblado
El frío empieza a acomodarse en mi Siberia.
Invita al estudio, al trabajo, a las actividades recogidas. En cuestión de
semanas viviremos bajo cero. Con los años, el cuerpo se ha habituado a esas
temperaturas que congelan las orejas y las yemas de los dedos, que convierten
las palabras en nubes de vapor. La experiencia ha enseñado que la soledad y los
anocheceres cada vez más tempranos resultan llevaderos si uno trae consigo el
calor de lugares y seres queridos.
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