Cada uno de nosotros posee un calendario personal que
incluye fechas cargadas de recuerdos, de momentos decisivos que han hecho de
nosotros lo que somos. Podría contar toda mi vida, y no omitir pasajes
sustanciales, si sólo recordara lo
vivido un 2 de enero de hace dieciocho
años, un 14 de julio de hace trece, un 20 de enero, un 15 de diciembre o un 12
de mayo.
Durante mucho tiempo hubo una fecha que traía para mí el
momento más doloroso y decisivo de mi vida. El martes 14 de agosto de 1984, mi
padre fue asesinado por sicarios en Medellín. Por años sentí que yo también me
había muerto ese día. Pero en medio de
la oscuridad y el sinsentido ocurrió algo que me mantuvo vivo: mis manos se
empeñaron en escribir. Escribir me salvó la vida, fue mi venganza, fue mi
manera de devolverle a la vida el sentido que había perdido.
El pasado 14 de agosto, cuando volvía a pensar en ese día de
pesadilla, recibí una de las mejores noticias de mi vida: un libro mío, otro de
esos libros míos donde el dolor se ha convertido en celebración de la vida,
recibió un premio que le permitirá llegar a muchos lectores. La concesión de
este premio parece un error. Hace unos años, cuando envié la novela a una
editorial en Colombia, fue rechazada porque, según el lector de la editorial,
era una novela en la que “no pasaba nada”. Después de la indignación inicial,
decidí tomar ese juicio como un elogio que me ponía al lado de autores tan
queridos como Samuel Beckett y Juan Carlos Onetti. Medio en broma y medio en
serio me he dedicado a decir que esta novela no tuvo éxito en Colombia porque
era una novela que no tenía sicarios.
Desde el momento en que Yeana González me dio la noticia de
que había ganado el premio Bicentenario, no he dejado de pensar en las
estructuras y en el lenguaje de esta novela muy personal sobre la que ha caído
una atención pública inesperada. El origen del mundo no es un libro para
escapar. Según su arrojo y entusiasmo, los lectores podrán explorar las capas
geológicas del texto: la del humor, la del amor, la del dolor; incluso las
zonas más profundas, aquellas donde estamos más desnudos. El origen del mundo
celebra la complejidad de la realidad y de los seres humanos. Este libro es
también un homenaje a muchas tradiciones literarias, puede ser leído como un manual
de escritura creativa y como un homenaje
a la escritura manuscrita. Es también una reflexión sobre el exilio, sobre el
español y su aventura en los Estados Unidos, y sobre el proceso como la
experiencia se transforma en literatura. Pero si tuviera que resumirla en una
frase, diría que mi novela es un inventario de gratitudes, por ese privilegio
extraordinario que significa estar vivo, por todos los instantes que me han
sido concedidos.
Agradezco a todo el equipo de Ediciones B por el inmenso
apoyo a la literatura que representa este premio literario. Agradezco a los
jurados del Premio, Tomás Granados Salinas y Mario González Suárez, por la
generosidad con que valoraron mi obra, y a todos los que contribuyeron a la
materialización de este sueño. La fecha 27 de noviembre es, desde ahora, una de
las más alegres de mi calendario personal. Cada vez que regrese en el recuerdo
hasta esta tarde de sábado, volveré a reunirme con ustedes en este hermoso
instante. Sus rostros y sus nombres serán parte de mi felicidad.
Guadalajara, Noviembre de 2010.
Texto publicado originalmente en Centrópolis
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