Vida y milagros de una lengua muerta
Presencia del Etrusco en el Español y
las Lenguas Romances
El nombre de Roma tiene su origen en
la lengua etrusca. Este hecho parece sólo un dato atractivo para los cazadores
de trivialidades lingüísticas e históricas. Resulta paradójico que una de las
ramas más gruesas con que cuenta hoy en día el árbol indoeuropeo, la de las
lenguas románicas, deba su nombre a una lengua que no pertenece a la familia,
que no parece tener nexos con ninguna otra lengua conocida y que, más de quince
siglos después de su muerte oficial, sigue siendo un enigma.
Pero a veces los hechos triviales son
la superficie de verdades profundas. En este caso, se trata de la superficie de
una verdad que ha sido olvidada con el tiempo, tal vez –como sostienen algunos–
de manera intencional: la poderosa influencia de los etruscos en la formación
de lo que hoy conocemos como el Imperio Romano. Influencia tan notable que hoy
en día permite afirmar –aunque pocos lo hagan, porque es más difícil remover un
mito que un imperio–, que Roma y, por extensión, buena parte de lo que hoy
conocemos como el mundo occidental, son una invención etrusca.
En este ensayo, me propongo hacer un
breve recuento de lo que poco que hasta hoy se conoce de la lengua etrusca,
contextualizar las vínculos históricos y lingüísticos entre Etruria y Roma,
señalar algunos aportes importantes de la lengua etrusca al Latín y las lenguas
románicas y, por último, indicar los rumbos más recientes que ha tomado el
estudio de la lengua Etrusca.
Una
lengua que habla desde las tumbas
“As a
language, Etruscan is in fact isolated” (Bonfante 1990, 13). Esta
afirmación, hecha por una de las más importantes etruscólogas de la actualidad,
Larissa Bonfante, sintetiza en buena forma la sensación general que produce
cualquier intento de acercamiento a la lengua etrusca. El aislamiento del
Etrusco se da en varios niveles. Por no pertenecer a la familia Indoeuropea, se
encuentra en una posición de marginalidad análoga a la de otras lenguas que hoy
perduran, como el vasco, el húngaro o el finés. A esto se suma el largo olvido,
de más de mil años, al que fueron sometidos la cultura y la lengua etruscas. El
renacer del interés por la Etruscología se produjo apenas en el siglo XX,
cuando autores como Massimo Pallotino, considerado el padre de la etruscología
moderna, volvieron a señalar la importancia de la influencia etrusca sobre
Roma. Pero a pesar de las nuevas evidencias aportadas por la arqueología
moderna, a pesar de que los nuevos
hallazgos son tan trascendentales que cambian por completo la imagen que
nos ha llegado del Imperio Romano, las viejas verdades arraigadas siguen
haciendo carrera y la civilización etrusca sigue siendo soslayada.
Los primeros testimonios escritos que
se tienen del Etrusco datan del siglo VII AC, cuando asimilaron el alfabeto de
los griegos que ocupaban el sur de la península itálica. Esto nos lleva a otra
de las paradojas importantes que presenta el estudio del etrusco: que se trata
de un idioma desconocido escrito en un tipo de alfabeto conocido. A través del
alfabeto que tomaron prestado de los griegos, y que luego transmitirían al latín,
puede saberse de manera bastante fiel las características fonológicas de la
lengua, pero se desconocen casi por completo los significados de sus palabras.
Los
estudiosos cuentan con unas trece mil inscripciones breves para intentar
descifrar el enigma que plantea el etrusco. La mayoría de estas inscripciones
han sido halladas en mausoleos y epitafios y, por la naturaleza de estas
construcciones, arrojan poca luz sobre la vida cotidiana. A nivel lingüístico,
son muy pocos los verbos etruscos conocidos y el desconocimiento de los sustantivos
es tan extremo que ni siquiera se tiene un cuadro completo de las palabras con
que designaban los diversos tipos de parentescos. La suma de términos etruscos
cuyo significado ha podido ser precisado no llega a trescientos.
Los
textos Etruscos más largos que se conocen son de carácter religioso (oraciones
y ritos) y algunos contratos. Un método de probada eficacia en el estudio de
otras lenguas, el de la confrontación de inscripciones bilingües, ha arrojado
pocos resultados. Los pocos textos bilingües con que se cuenta (especialmente
fenicio-etruscos o latino-etruscos) no son traducciones literales y aportan
poco al estudio comparativo. Los métodos etimológicos, basados en parecidos con
otras lenguas, no son una herramienta muy confiable para la lingüística moderna
y tampoco han arrojado resultados notables. El método que mejores resultados ha
brindado es el denominado arqueológico-cultural, donde las inscripciones se
consideran en relación estrecha con el lugar y el objeto en que aparecen. Es a
través de este método que se han hecho los principales hallazgos y ha podido
corroborarse el carácter mágico que los Etruscos conferían a la escritura, lo
que reafirma uno de los rasgos más frecuentes con que se caracteriza a los
Etruscos en los testimonios latinos y griegos que se tienen de ellos: el de una
civilización profundamente preocupada por las dimensiones mágicas y religiosas
de la vida y con una obsesión constante por el tema de la inmortalidad.
Muchos de los estudios lingüísticos
que se han hecho del etrusco, apuntan a la búsqueda de semejanzas con otras
lenguas. Se han querido encontrar relaciones del etrusco con el iraní, con el azteca y,
recientemente, con el ucraniano. Pero muchas de esas tentativas han terminado
convertidas en callejones sin salida a los que se ha llegado por vía de la
especulación. La únicas lenguas con
las que el etrusco parece tener vínculos reales son el lemniano y el rhaetico.
Del primero de ellos se ha tenido noticia por algunas inscripciones encontradas
en la isla griega de Lemnos. Pero como de estas lenguas se conserva menos que
del etrusco, este vínculo resulta de poca utilidad.
En
términos generales, el panorama que ofrece el estudio del etrusco parece
desolador. Pero por entre las fisuras del misterio (a la palabra misterio se le
atribuye un origen etrusco) han podido vislumbrarse luces lo suficientemente
interesantes como para afirmar que el etrusco, una lengua sobre la que hace
siglos cayeron los adjetivos ‘muerta’ e ‘indescifrable’, sigue viva en nuestro
tiempo a través de legados sutiles pero a la vez sustanciales.
Roma
y los Etruscos
Los
Etruscos vivieron en la zona central de Italia, en un área rodeada por los ríos
Arno y Tíber, entre el año 900 AC. y el siglo I DC. Los romanos los llamaron
Tusci o Etrusci. Los griegos los conocían como los Tyrrenes y, según Heródoto,
eran descendientes de Lydios llegados a la península itálica aproximadamente en
el siglo X AC. (una posibilidad posteriormente descartada). Del nombre que le
daban los griegos se deriva el nombre del mar Tyrreno, que fue el escenario de
su importante vida comercial durante los siglos VIII y VII AC. Algunos lingüistas encuentran también en esa
denominación el origen del nombre del mar Mediterráneo.
Los etruscos se llamaban a sí mismos
Rese, Rasna o Rassena y gracias a su intercambio y competencia comercial con
los griegos, los fenicios y los cartagineses, llegaron a desarrollar la primera
gran civilización de la península itálica.
“There was
never an Etruscan empire; there was, however, an Etruscan people who shared a
language, religion, geographical location, customs and costumes which made they
recognizably different from other peoples in Italy and the Mediterranean. They
also shared a name; and long before the Romans, they almost succeeded in
uniting Italy.” (Bonfante 1990, 6)
Es un hecho indiscutido que Roma es
una de las ciudades que más influencia etrusca presenta. Durante varios siglos,
Roma fue gobernada por reyes etruscos. Etruria fue, durante mucho tiempo, el
centro intelectual y cultural de Italia. Aún después de la consolidación de la
República (en el siglo VI AC.) seguía siendo casi un deber que los gobernantes
de la élite se educaran bajo la tutela de maestros etruscos. A pesar de que no
se conserva un sólo libro etrusco (algunos insisten en que se trata de una
eliminación intencional y sistemática para no opacar el brillo del Imperio
Romano), esa civilización fue, como lo señala Massimo Pallotino, una
civilización del libro. Tuvieron drama, poesía, trabajos históricos, pero
ninguna de esas obras ha llegado hasta nosotros.
A pesar de que su desaparición como
pueblo independiente suele situarse en el siglo I AC, aún en tiempos del
emperador Augusto, las familias y tradiciones etruscas sobrevivieron en Roma.
Mecenas, gran amigo y respaldo de Augusto era descendiente de una familia noble
etrusca. El emperador Claudio (10 AC -54 DC) escribió una historia de los
Etruscos, Thyrrenica, en veinte volúmenes, que no ha llegado hasta
nosotros. Su primera esposa, Urgulanilla, era etrusca.
El último testimonio que se tiene de
los Etruscos se sitúa en el año 408 DC, cuando Alaric, rey de los godos,
intentó destruir Roma y algunos sacerdotes etruscos fueron donde el emperador y
se ofrecieron a hacer unos ritos mágicos tradicionales y oraciones y
encantamientos para protegerse del enemigo. Pero los conjuros fracasaron, el
imperio romano cayó y con él los últimos vestigios de los Etruscos.
El
legado etrusco a Roma se aprecia en muchos aspectos. La escritura, la
arquitectura, la representación de la figura humana en el arte, la música, la
pompa de las procesiones, el calendario lunar, las túnicas, los carruajes y
juegos (Bonfante, 47) Muchos de los
conceptos jurídicos del derecho Romano, como el de dominium, vienen del Etrusco. Se afirma incluso que la diferencia
entre el latín vulgar y el latín clásico se debe a que la influencia etrusca se
manifiesta en este último de manera más directa. Entre los lingüistas suele
aceptarse que casi todos los elementos del latín no identificables con la
familia indoeuropea vienen del etrusco. Con todo y esto, Etruria sigue siendo
una omisión a la hora de hablar de Roma. A nivel lingüístico suele atribuírsele
sólo una mínima influencia de sustrato en el latín. Pero los hechos recientes
parecen insistir en revelar que Roma, la Roma ostentosa que conocemos, debe más
a los etruscos que a los guerreros lacios que la convirtieron en un imperio.
Werner Weller, autor de un estudio que
reivindica el papel de los Etruscos en la historia de occidente, señala que en
1963 estudios arqueológicos demostraron que buena parte de la historia romana,
que sitúa la fundación de Roma en el año 753, es simple fábula. Esas
excavaciones demostraron que no hubo un asentamiento importante en ese siglo ni
en el siglo VIII ni en el VII, y que la fecha más probable en que surgió un
asentamiento de verdad importante en ese sitio fue el año 625 AC.
“Los tradicionales cuatro primeros
reyes de Roma nunca existieron y, si alguna vez existió un Rómulo, sólo fue el
líder de un pequeño grupo humano seminómada. La inscripción más antigua que se
ha hallado en Roma dice tan solo la palabra UQNUS y es una palabra etrusca”
(Keller 119).
Keller se pregunta por qué se ha
ocultado tanto la presencia etrusca en la historia de Roma y conjetura que eso
se debe a que un reconocimiento como ese “altera el orgullo nacional” (125).
Cita hallazgos arqueológicos según los cuales el año 575 (durante el mandato
del rey etrusco Tarquinius Priscus, que había llegado a gobernar un poblado de
tribus iliteratas) fue decisivo en la historia de Roma. En ese año, viejas y
primitivas construcciones fueron derrumbadas para construir una nueva ciudad,
con espacios tan importantes como el famoso Foro Romano y, según Keller, sólo
en ese momento puede hablarse de Roma como una urbe.
“The creation
of the big public square, the Forum, was in effect the birth of the future
world metropolis, the future centrum of the Imperium Romanum. With that, and
not, as traditionally stated and so long believed, in 753 BC, began the story
of Rome. We shall have to relearn our history in the future, and correct all
the historical fables. It was not Romulus, but the Etruscan Lucius Tarquinius
Priscus who founded Rome.” (Keller 126)
Fue también bajo el reinado de
Tarquinus que se planeó e inició la construcción del circo romano, “the most
popular entertainment in Rome” (126), el cual tuvo vida activa hasta el siglo V
DC, bajo el dominio de Totila en Godo. Al segundo rey etrusco, Servius Tullius,
cuyo nombre etrusco era Mastarna, se deben importantes reformas sociales, como la
implementación del sistema de impuestos, y bajo su mandato se realizó el primer
censo en Roma, que a su vez fue el primer censo del que se tiene noticia en
occidente. Tarquinius Superbus, el tercer rey etrusco de Roma, construyó el
Capitolio y trajo los primeros libros a Roma, los libros sibilinos (tratados de
magia), cuyas últimas copias fueron destruidas en el año 400 DC, bajo
instigación de autoridades cristianas.
Con
el advenimiento de la República, surge por primera vez en Roma la posibilidad
de que los latinos lleguen al poder, y la influencia etrusca empieza a diluirse
y confundirse con la propia historia romana. Pero ya para entonces, muchos de
los símbolos con que hoy identificamos al imperio romano estaban erigidos.
“The memory of
nations is short and they have no room for gratitude. They hate being indebted
to others. When Pliny wrote, the rich legacy that Etruria had handed onto Rome
was long forgotten, and legends had obscured the fact that it was Etruscans who
founded the city and the state, who taught the romans to read and write, and
made them acquainted with Greek art. For five centuries before the Romans came
in direct contact with Greece during their campaigns in southern Italy, the
Etruscans had brought them marvelous vases from Hellas, and with them a
knowledge of Greek myths and legends... Their contribution was to transmit an
advanced Eastern civilization to the West, to teach the Romans and prepare the
way for their empire.” (Keller, 396-37)
La lengua etrusca
Even the proud
name of Rome is not native to the soil of the hill settlers. The origin of the
name and of that of the supposed founder is now reasonably certain. “Romulus,
the legendary first ruler of Rome”, said Lopes Pegna, “never existed. Contrary
to what Livy says, ‘the newly built city’ was not ‘called by its founder’s
name’; rather, the Etruscan toponym ‘Rumlua’ became the Latin Roma.” (Keller,
120)
Más allá del
toponímico que ha seguido extendiendo su influencia, uno de los aportes más
importantes de los Etruscos al Latín y, por extensión, a las Lenguas Románicas,
fue el alfabeto que ellos a su vez tomaron de los griegos. Con el alfabeto
llegaron también términos de los que se derivan las palabras españolas elemento, elemental, alumno o mundo, que tienen su origen en la forma
como los etruscos denominaban su propio alfabeto.
Los etruscos han sido caracterizados
como una cultura “Mediocéntrica” (Bryer). Según su concepción del tiempo, los
días comenzaban al mediodía y terminaban al mediodía siguiente. El día central
de cada mes tenía un significado especial para ellos. Se le denominaba itus
(lat. Idus) y estaba consagrado al dios Tinia (Jupiter para los romanos). Sus
torres y templos tenían como estructura central una columna denominada muni (de la que se deriva la palabra latina mundus –orden, pulcritud, mundo,
universo- y la española mundo), especie
de microcosmos desde donde emanaban los demás elementos de la construcción.
Cuando los Etruscos tomaron prestado el
alfabeto griego del que después harían uso el Latín y las lenguas Romances, en
lugar de denominar el conjunto por las primeras letras (como abecedario en
español –de las letras a, b, c y d- o alfabeto –de las letras alfa y beta-) su
propia concepción del universo determinó que consideraran de mayor importancia
los componente centrales del alfabeto: las letras L, M y N, de los que surge la
forma *ALUMUNTU, que se aprecia en la palabra Etrusca alumnathe (Sociedad
sagrada, alumno).
“When
*ALUMUNTU came into Latin in the form ELEMENTUM it primarily meant a letter of
the alphabet, later it came to designate first principle, the elements, and
rudiments. *ALUMUNTU is also a representation of the Etruscan alphabet in
condensed form, and with further condensation, that of the Etruscanizing loss
of the initial(s) we come upon MUNTU, MUNTH (Lat. MUNDUS), the ultimate
microcosm, a paucity of characters that represent the whole alphabet.” (Bryer)
Siempre que se habla de la lengua
Etrusca, debe considerarse la profunda significación mágica y religiosa que esa
cultura daba a las palabras. Mediante el lenguaje, mediante sus numerosas
invocaciones y rituales, los etruscos pretendían tener control del universo,
conjurar los peligros, invocar influencias favorables y predecir el futuro. Esa
misma connotación mágico-religiosa recaía sobre las letras del alfabeto (el
alfabeto etrusco es un elemento decorativo bastante frecuente en sus vasijas y
esculturas), a las que se consideraba un sistema perfecto que contenía, entre
su primera y su última letra (entre el alpha y el omega de los griegos, y entre
el alfa y el infinis '8' etrusco), todo lo que ha existido y todo lo que
existirá hasta el fin de los tiempos.
“(The
Etruscans) wrote from right to left, like the Phoenicians and other ancient
semitic peoples... The alphabet of twenty-six signs displayed in all these
objects is called a ‘model’ alphabet. Some of its letters are never used in
Etruscan inscriptions. Etruscan has no b, d, or g (voiced stops) and no o, but
these signs are included in the alphabet, which faithfully reproduces the Greek
model from which the Etruscan derived. Of the four signs for s, only two where
regularly used at any time or place.” (Bonfante 1990, 15)
A nivel fonológico, el aporte más
notorio del Etrusco al Latín y a casi todas las lenguas europeas fue la
introducción del sonifo f.
“The Greek i, an aspirate, was pronounced as a p followed by
the sound of ‘h’: it was not an f sound, as it is today. A new sign represented
the sound f, unknown in Greek. In fact we owe the sound f to the Etruscans, who
passed it on to the Latins, Oscans, Umbrians and Veneti in Italy, and beyond to
Northern Europe.” (Bonfante 1990, 15)
El etrusco sirvió en muchos casos como
lengua de transición para vocablos del griego que finalmente enriquecieron el
léxico latino. Muchas de las transformaciones sufridas por los vocablos, al pasar
de una lengua a otra, se deben a las peculiaridades fonéticas del etrusco.
Cuando se leen transcripciones etruscas de nombres griegos, señala Larissa
Bonfante, “es importante recordar que los etruscos cambiaban las pausas de
sonido g, b y d por los sonidos mudos k, p y t cada vez que aparecen en
palabras foráneas” (1990, 17). Un ejemplo de ello se aprecia en la palabra
griega thriambos, que al llegar al latín,
por vía del etrusco, se transforma en la palabra triumpus o triumphus, de
la que a su vez se deriva la palabra española triunfo
Sin
duda, a nivel de vocabulario es donde la presencia del etrusco se hace más
notoria en el latín y las lenguas romances. El hecho de que los etruscos
tuvieran sobre Roma una poderosa influencia se aprecia en la calidad, más que
en la cantidad de las palabras aportadas.
“A close study
of Latin vocabulary reveals many words which were originally Etruscan, most of
them connected with luxurious living and higher culture, including writing.
Four words dealing with writing came into Latin by way of the Etruscan
language, confirming the Etruscan transmission of the Greek alphabet to the
Romans: elementum, whose earlier
meaning was ‘letter of the alphabet’, litterae,
‘writing’ (originally derived from the Greek diphthera, ‘skin’, a material on
which people wrote); stilus, ‘writing
implement’, and cera, ‘wax’ (for wax
tablets on which to take notes)” (Bonfante 1990, 12)
No es exagerado afirmar, entonces, que
palabras españolas como literatura, letra o estilo, con sus múltiples términos adyacentes (que poseen versiones
similares en las demás lenguas romances y en otros idiomas, como el inglés),
son pruebas fehacientes del sustancial aporte y de la viva presencia de la lengua
etrusca en el mundo occidental.
El hecho de que palabras como estas se
hayan impuesto en el léxico latino no es algo accidental. Los etruscos fueron
el primer pueblo en alcanzar un elevado nivel de civilización en Europa, su
contribución fue decisiva en la consolidación de Roma y su preeminencia
intelectual y cultural está demostrada por el hecho de que para los romanos de
las clases superiores fue, durante mucho tiempo, casi un deber enviar a sus
hijos a estudiar bajo la tutela de maestros Etruscos.
Massimo Pallotino, identificó
numerosos términos latinos cuyo origen se encuentran en la lengua Etrusca.
Además de palabras cuyo origen etrusco es atestiguado por autores clásicos,
como mantisa, lucumo, histrio y atrium (de estas últimas se derivan el
adjetivo español histriónico y el sustantivo atrio), se ha comprobado el origen
etrusco de palabras como persona (del etr. ierso)
y del pronombre mi. Pallotino también
señala el origen etrusco de la palabra latina mundus (esp. mundo),
“which has no supporting Indo-European root” (205)
En
su libro L’Etrusco Lingua Viva,
Nermin Vlora Falaschi, explica la etimología del término Etruria (“Lugar de
gentes inteligentes”; E= de, truria=cerebro) aporta una lista interesante de
términos que pasaron del Etrusco al Latín, algunas provenientes de otras
Lenguas. “La parola pelasgo ilirica FE
rimane identica in etrusco, come ancora oggi nello spagnolo, e diventa fede in
italiano, faith in inglese, foi in francese”. (16)
Según Falaschi, otros términos que
forman parte del legado etrusco son ZAR
(fortuna), de la que parece muy fácilmente deducible el origen de la palabra
española Azar; fama, que tiene en el
Etrusco la misma escritura que en español; fat, de la que se deriva la palabra
española fado (destino), taberna (que es uno de los ejemplos más comunes cuando
se habla del legado etrusco) y muchos términos derivados de la palabra etrusca
FLESLA, en la que encuentra el origen de palabras del español como fluctuar, flotar,
o flato.
H.
T. Bryer, quien recientemente publicó una nueva teoría según la cual el Etrusco
sería un criptolecto basado en el Latín, dice haber encontrado nuevos nexos
lexicográficos entre el etrusco y el latín, según los cuales el Etrusco sirvió
como espacio de transición para que las palabras latinas dieran origen a
términos nuevos.
“It has been assumed
that Latin words of obscure origin which deal with religious, technological,
civil, or military institutions are likely of Etruscan origin. In the religious
area I theorize that (with Etruscan intermediation) Lat. cura (cure, curate)
derives from (sa)cra, and Lat. caerimonia (ceremony) derives from *(sa)cramonia
which has survived in its nasalized form sanctimonia. The Etruscans were an
elite people, when it came to military matters they were the masters, leaders,
and officers, they depended on the humiles (lower classes of people) to fill the
ranks of common soldiers (miles), thus I believe that Lat. Miles (soldier) and
militia (army) are Etruscanized versions of (hu)miles and (hu)militas. Two
Latin words used to denote actor, Ludio (actor, gladiator), and histrio
(player, actor), earlier istrio, are refered to in ancient Latin glosses as
Etruscan words. Ludio I believe is the Etruscanized masculine version of Latin
(g)ladiator, cf. Lat ludia.(female gladiator, actress) and ludus (public
games). As there may have been a fine line between the histrionics of a
performer in the sacred mysteries, and an istrio (actor) in a profane play, all
that it took was the Etruscanizing loss
of an initial M to change a *mysterio into an istrio”.
Conclusión
Dieciséis siglos después de que se
escucharon sus últimos y fallidos conjuros, el etrusco sigue negándose a
revelar la mayor parte de sus secretos. Esta lengua de magos y adivinos,
reflejo de una sociedad refinada cuyo modelo –de haberse impuesto– quizá nos
ofrecería hoy un panorama diferente de la humanidad, esconde los sentidos
profundos de muchas de las palabras que utilizamos, especialmente aquellos que
trasegamos en el campo de las ‘letras’ y ‘humanidades’.
La lingüística sigue buscando
alternativas para acceder a su misterio. En internet es posible encontrar
propuestas nuevas como la de H. T. Bryer, quien sostiene que el Etrusco es un
criptolecto basado en el latín y que funciona mediante la alteración del orden
de las letras. Esta teoría tiene en contra el hecho de que las inscripciones
etruscas que conocemos son previas, en varios siglos, a las inscripciones
latinas más antiguas de que tenemos noticia.
John Stojkos, por su parte, sostiene
que el Ucraniano actual es un descendiente directo del Etrusco, pero aún no ha
desarrollado plenamente su teoría. Lo único cierto es que, a pesar de todo lo
que ignoramos sobre los Etruscos, este pueblo extinto de sacerdotes y magos
sigue vivo en algunos de sus vocablos y en símbolos y hábitos que forman parte
esencial de la identidad del mundo occidental, como los rituales y aditamentos
de la iglesia católica o muchas de las ceremonias relacionados con los
espectáculos públicos y ceremonias deportivas.
“No other European
people has been as neglected as the Etruscan, and the legacy of no other group
has been so systematically destroyed. It is as though posterity had conspired
to erase every trace of a nation whose pioneer activity constituted the first
major chapter in the history of the West.” (Keller,
xiii)
La civilización etrusca ejerció
influencia notable en los artistas del Renacimiento que sacaron al mundo del
oscurantismo en que se había sumido tras la declinación del Imperio Romano. Fue
justamente en el territorio ocupado alguna vez por los etruscos, donde figuras
como Dante, Petrarca, Michelangelo, Boccaccio restituyeron a la humanidad el
rumbo trazado por las civilizaciones antiguas.
“Historically,
one thing is certain. When the Etruscans spread their advanced civilization and
culture in Italy, at a time when all else there was still prehistoric, they set
in motion the emergence and ascendance of Western Europe. Fifteen hundred years
after the decline of that gifted people in the lands they had once inhabited,
humanism and Renaissance started another momentous epoch for the West, an epoch
in which the gate was flung wide open from the darkness of the Middle Ages into
modern times.” (Keller, 413)
Los etruscos se
llamaban a sí mismos los Rese o Rasenas. Para el lingüista Nermin Vlora
Falaschi, en esa palabra se encuentra el origen de la palabra italiana raggio, la francesa rayon, la inglesa ray y
la española rayo. Quizá ésa sea la
mejor imagen para definir la presencia etrusca en las lenguas modernas. La idea
de irradiación es uno de los conceptos centrales de la cosmología Etrusca. Dice la leyenda que los arúspices Etruscos
(la palabra arúspice también es de origen Etrusco) vaticinaron que su
civilización sólo viviría diez siglos. Pero esos mismos sacerdotes de lo
desconocido fueron los primeros en introducir en occidente la idea de la
inmortalidad. La lengua Etrusca es quizá el mejor ejemplo de la inmortalidad de
una lengua muerta, pues sus rayos iluminan muchos siglos después de que sus
últimos hablantes se callaron.
Bibliografía
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Bryer, H.T. The Etruscan Cryptolect: A New Theory of
the Origen and Language of the Etruscan. 9 Feb. 2000 http://www.goohio.com//etruscan/default.htm
Fowkes, Robert A.
Rev. of The Etruscan Language. An
Introduction, by Guiuliano and Larissa Bonfante. Word Agosto 1984: 189-93.
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Elizabeth Henderson. New York: Alfred A. Knopf. 1974
Leland, Charles Godfrey. Etruscan Roman Remains.
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Ed. David Ridgway. Bloomington and London: Indiana UP, 1975.
Salvucci, Clausio R. A Vocabulary of Etruscan.
Languages of Classical Antiquity 1. Southampton, Pennsylvannia: Evolution P,
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Stojkos, John. The Etruscan. 9 Feb. 2000 http://home.att.net/~oko/etruscan.html
Vlora
Falaschi, Nermin. L’Etrusco Lingua Viva (Etruscan, A Living Language) Roma:
Bardi. 1989
Gustavo
ResponderEliminarThanks for referencing my theory in your very interesting and well written blog. This is a working link to "The Etruscan Cryptolect"
http://www.oocities.org/hbry/
H.T. Bryer