La columna de Vivir en El Poblado
Nunca he vivido en la ciudad
de Nueva York. Sospecho que yo mismo he saboteado las oportunidades que la vida
me ha ofrecido de ser un habitante de la Gran Manzana. Temo que me abrumarían
las multitudes, que sus rutinas apagarían el asombro frente a sus desproporciones
y contrastes. Quizá sean las razones de la zorra con las uvas, pero me alegra
haber vivido a distancias que me han permitido regresar con frecuencia, con los
sentidos frescos, con algo del temblor emocionado de quienes la visitan por
primera vez.
Con las tibiezas que anuncian
el verano suelen venir amigos que nos sirven de excusa para revisitar lugares
cuya fascinación resulta inagotable. Uno de esos lugares es el Museo Metropolitano
de Arte: una cápsula del tiempo que resguarda tesoros culturales de todas
partes del mundo.
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