martes, 30 de julio de 2019

Criatura aparecida


La editorial UPB acaba de publicar la primera edición colombiana de Criatura perdida, mi primera novela, publicada inicialmente en los Estados Unidos, en el año 2000, en una edición privada.

Esta primera edición colombiana incluye un apéndice con entrevistas, reseñas y apreciaciones críticas sobre la obra.




“Criatura perdida es una novela de viaje; de viaje por el tiempo, de viaje por el espacio, de viaje por la vida. Es un texto sumido en la poesía. Su idioma es de una gran precisión y de una soberana hermosura”.
Gustavo Ibarra Merlano

“En esta novela, Gustavo Arango ha tirado su red en nuestra geografía y la ha extraído plena de imágenes para la construcción de una sombría, compasiva y lúcida reflexión sobre la enigmática aventura del hombre sobre la tierra”.
Rómulo Bustos Aguirre







jueves, 25 de julio de 2019

El trágico triunfo de S. S. Van Dine

La sección "Vidas de artistos"en la revista virtual Cronopio



Los lectores de novelas de detectives son legión. Basta mencionar el tema para que empiecen a hacer memoria de autores y personajes: Conan Doyle y su Sherlock Holmes, Agatha Christie y su Hércules Poirot. Si la fiebre por el tema es elevada, entrarán en controversia sobre el origen del género. Unos dirán que empezó con Edgar Allan Poe y sus crímenes de la calle Morgue; otros, que con la ya milenaria pesquisa de Edipo para concluir que él mismo era el asesino de su padre.
Con el tiempo, los relatos policiales fueron recibiendo un lugar en el Olimpo de la alta literatura. Nadie discutía la calidad de la obra de Hammett o Simenon, y autores como Borges y Chesterton elogiaron las virtudes del género como alegoría de las preguntas esenciales del hombre. Pero no siempre había sido así. En sus comienzos, las novelas de detectives eran consideradas un género inferior, algo así como la zona de tolerancia de la literatura.






miércoles, 24 de julio de 2019

El fantasma de Amherst

La columna de Vivir en El Poblado

    
     Aquí pasó buena parte de su vida Emily Dickinson. En este cuarto amplio y luminoso se atrincheró contra el mundo y escribió unos poemas que se adelantaron a su tiempo. El espacio natural de la poeta anacoreta permite sentir su presencia de manera más viva.

    La casa es bella, grande, familiar. Corona una colina y refleja la alegría de cuando allí vivía su más célebre habitante: el fantasma de Amherst, como la llamaban sus contemporáneos. Los alrededores conservan vestigios del aspecto que tenían en el siglo 19. El viejo camino entre Boston y el río Connecticut es hoy una avenida. Ahí está, enorme y de sombra generosa, el roble blanco que sembró su abuelo. La huerta y los jardines despliegan los aromas y colores que fueron su inspiración. Aquella abeja es tataranietísima de una que vuela en sus poemas. Se ha hecho un esfuerzo notable para reconstruir la biblioteca y el comedor. Pero la impresión más poderosa se siente en su cuarto.













viernes, 12 de julio de 2019

Cataratas


La columna de Vivir en El Poblado





Las cataratas del Niágara son una cosa extraordinaria. Perdonen que use un adjetivo tan ordinario, pero son de lo poco que aún consigue que quede boquiabierto. No son las más grandes del mundo, pero son monumentales, y por siglos mantuvieron estatura de leyenda. Visitarlas era un hecho que podía dividir la vida entera en un antes y un después.

“Las sombras de las nubes, el receptáculo del cauce, los juegos de la luz y de la sombra combinados, y la reverberación vegetal, dan a las espumas del monstruo, según del lado que se las mire, un tinte de esmeralda muy bello, que hace un juego hermoso con los albos copos de la onda despedazada y de la bruma”.