Me pregunto qué sentido tiene escribir un mensaje que no vas a leer.
Porque no lo vas a leerlo, ¿cierto? Dijiste: “Yo voy a cerrar este email y no
voy a leer tu respuesta”.
De manera que estoy escribiendo para nadie… o sí, para ti; pero como no
vas a leer lo que estoy escribiendo –como no lo estás leyendo–, es como si
escribiera para nadie, a pesar de que tengo cosas para decir que a lo mejor
diga, y a lo mejor no, porque si a uno no le van a leer los mensajes que envía
qué sentido tiene que envíe los mensajes y, lo que es más absurdo, qué sentido
tiene que los escriba.
Hace unos días, en Manhattan, hablaba justamente de eso con una chica a
la que conocí en una librería. Bueno, no propiamente de este mensaje que tú no
estás leyendo… No lo estás leyendo, ¿cierto?... hablábamos de que todo el que
escribe alienta la esperanza de ser leído. La noción de cantidad no es
importante –no debería ser importante–, aunque no falta quien tenga un número
preciso de lectores en mente, a veces un número muy grande. En cuanto a la calidad,
supongo que uno aspira a que sea decente… la de la lectura, digo. Tampoco falta
el que tenga en mente a las personas específicas a quienes quiere que les
llegue lo que escribe. Yo por ejemplo te tengo en mente mientras escribo este
mensaje, a pesar de que sé que no lo vas a leer… Porque no lo vas a leer,
¿cierto?
¿No lo estás leyendo?... Qué tonto soy, hasta me detengo a esperar
respuesta, como si la palabra escrita hablara... respondiera. La palabra
escrita sólo habla… bueno, es un decir, simula decir e ignora a su
interlocutor. No creo que lo ignore por grosería, lo ignora por cuestiones
prácticas, porque rara vez aquel a quien se habla, tenga o no nombre propio,
sea la cantidad grande o pequeña, se encuentra presente cuando se le escribe.
En ese caso, en el caso de que estuviera presente, no tendría sentido que se le
escribiera. Aunque, casos se han visto. Digo, casos de gente que le escribe a
otra cuando muy bien podría alzar la cabeza y hablarle directamente a quien se
dirige.
El ejemplo que he dado es el más simple y el más civilizado. También he
visto casos de gente que escribe "en" la persona a quien se dirige y
escribe de tal modo que, por más que lo intente, la persona a quien se dirige
(y habría que preguntarse si de veras se dirige a esa persona o sólo la usa
como papel… mágico, grimorial, ceremonial; pero papel al fin y al cabo) es
incapaz de leer lo que le ha sido escrito, porque las palabras de tinta húmeda
e intimante se encuentran en parajes del cuerpo donde los propios ojos no
llegan por más que lo intente, por más piruetas que pretenda hacer con espejos…
Nada. Mensaje recibido, pero no recibido. Recibido de otro modo. Recibido, no
por los ojos, sino por ósmosis de zonas de piel bastante sensibles, leído por
el inconsciente, mucho más eficaz por el uso de ese atajo de células para
alcanzar la esencia: en el más profundo centro, como diría Juan de Yepes.
Pero, en fin. He perdido el hilo y ni siquiera estoy seguro de que haya
dicho lo que te quería decir... y, ahora que lo pienso, ni siquiera es
necesario que te lo diga, porque si no lo vas a leer… No lo estás leyendo,
¿cierto?... da igual que te escriba lo que te quería decir.
Quizá sea suficiente que lo piense, que sería como escribirlo en la piel
del viento, y esperar a que haga su camino hasta tu más íntimo ser, ese que
entiende sin saber, ese que observa sin mirar, ese que tiene en cierto modo la
curiosa perspectiva de lo eterno.
Desde esa perspectiva no hay problema, no es necesario mensaje, ni
palabras, ni papel, porque todo es claro, siempre lo ha sido. Allá no llegan
los engaños y autoengaños con los que acomodamos los asuntos de este mundo para
que no estorben o duelan… engaños y autoengaños con los que acomodamos la
imagen de la gente a nuestro amaño… Esto casi que rima: engaños con amaños. Me estoy poniendo poético, o al menos
musical, y es verdaderamente absurdo ponerse uno poético cuando no lo van a
leer… Porque no me estás leyendo, ¿cierto? Leerme sería contradecirte, romper
tu propia palabra –y tienes palabra, ¿cierto?–, y además sería una pérdida
de tiempo, porque he decidido que al fin no te digo lo que pensaba
decirte. Pues,
qué sentido tiene, si no vas a leerlo.