Si no
hubieran tocado cincuenta horas semanales
en bares de mala muerte, nunca
habríamos oído de los Beatles.
Cada uno tiene su manera de interesarse en los libros que
lee. Los premios no me convencen demasiado. Las famas muy unánimes me parecen
sospechosas. A los que se promocionan escandalizando los mando pa’l Vallejo. Me
convencen unas líneas leídas de paso. Una reseña seria. Una sinopsis
afortunada.
Fue justo una sinopsis lo que me condujo a leer Blink (Parpadeo), el segundo libro de
Malcolm Gladwell. Tres semanas más tarde, ya agoté lo que ha publicado y
espero impaciente a que salga su próximo libro, David y Goliath. Parpadeo nos dice que muchos de nuestros procesos
mentales son rápidos y poco racionales. Olvidaba decir que Gladwell escribe
libros de divulgación científica donde combina disciplinas como la psicología,
la sociología y los estudios culturales. Parpadeo comienza contándonos la
historia del museo que compró una escultura falsa. Los científicos hicieron
todas las pruebas para certificar la autenticidad. Los documentos que acompañaban
la escultura eran persuasivos. Así que el museo decidió ignorar las corazonadas
de algunos expertos invitados a apreciar la escultura antes de la exposición.
Para Gladwell no existen las corazonadas o la percepción extrasensorial; lo que
ocurre es que el cerebro desarrolla, en fracciones de segundo, operaciones muy
complejas. El libro se dedica a lo que ocurre cuando tenemos una primera
impresión. Recurre a expertos en diversas disciplinas, enseña a conocer y
utilizar esa herramienta. Después de leerlo uno empieza a percibir
micro-gestos en todos lados.
En Outliers (no
sé cómo traducirlo, digamos ‘Los que se destacan’), Gladwell explora las
circunstancias de las personas excepcionales. ¿Por qué los Beatles o Bill Gates
o Steve Jobs llegaron donde llegaron? Las explicaciones son complejas pero
claras. Influye el momento en que nacieron (los magos de la tecnología nacieron
entre 1954 y 1956 y eran unos jovencitos cuando se popularizó el uso de los
computadores), influye la cultura (hay un capítulo donde el complejo de
inferioridad de los colombianos ayuda a explicar un par de accidentes aéreos de
Avianca), el cociente intelectual no es suficiente (hace falta saber
relacionarse), influyen las historias familiares e influye, muchísimo, la
dedicación.
Gladwell no reclama como propios los hallazgos, pero los
reúne en libros que se leen como novelas de aventuras. En The Tipping Point (El Punto de quiebre), estudia las epidemias para
explicar cómo un hecho aislado puede llegar a ser un fenómeno de masas. Si de
divulgar se trata, todo indica que es cuestión de llegarles a tres tipos de personas:
los que tienen muchos contactos, los que saben mucho del tema y aquellos a
quienes el resto quiere imitar. También explica por qué algo tan simple como un
vidrio roto puede alentar una conducta criminal.
A Gladwell le encantan las cifras para explicar. Tres son
los segundos que necesitamos para formarnos una opinión, siete son las cosas
que podemos recordar sin mucho esfuerzo (por eso los teléfonos tienen siete
números), ciento cincuenta es el máximo de personas con quienes podemos tener
relaciones significativas y diez mil son las horas que es preciso dedicarle a
un oficio para poder hacerlo bien. Según Gladwell, si no hubieran tocado
cincuenta horas semanales en bares de mala muerte, nunca habríamos oído de los
Beatles.
Publicado en Vivir en El Poblado el 31 de agosto de 2012
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