martes, 5 de febrero de 2013

Recuerde el alma dormida: Reflexiones sobre la creación escrita




Contenido:

LA MANO INVISIBLE - 17
UNA SED QUE NUNCA SE SACIA - 25
CARTA A UN APRENDIZ DE NOVELISTA - 39
EL CRONISTA EN LA CRÓNICA - 43
RIESGOS Y OPORTUNIDADES
DE LOS TALLERES LITERARIOS - 57
CARTA A UNA JOVEN ESCRITORA - 65
REPORTEROS DEL MISTERIO - 83
MIS RECUERDOS DE TOMÁS - 93
REFLEXIONES SOBRE UN TÉMPANO DE HIELO - 99
RETRATO DEL ESCRITOR COMO PROFESOR - 109
RECUERDE EL ALMA DORMIDA
NUEVO EPÍLOGO PARA UN RAMO DE NOMEOLVIDES - 119


Presentación del libro: 

Cuando escribí el primer texto de esta colección tenía en las manos una oportunidad y una respon­sabilidad enormes: hacer un libro sobre los inicios de Gabriel García Márquez como periodista en el diario El Universal de Cartagena.
Casi veinte años han transcurrido desde entonces y ese libro, Un ramo de nomeolvides: García Márquez en El Universal, ha sido uno de los temas recurrentes en mis reflexiones sobre la creación escrita.
Pero ha habido otras cosas. No he dejado de escribir crónicas y notas de opinión. He seguido escribiendo cuentos y novelas. He tenido la oportunidad de dirigir numerosos talleres de escritura creativa. Este libro reúne las reflexiones que he hecho en el camino.
Durante la escritura de Un ramo de nomeolvides, dejé a un lado el manuscrito de mi primera novela. A principios de 1996, terminado el libro sobre García Márquez, traté de retomar esa novela pero me costaba revivirla. En diciembre de 1997 tuve la oportunidad de asistir a un taller de narración periodística con García Márquez, en Barranquilla. Hice una nota breve sobre el taller, que apareció publicada en El Universal, y desde entonces tenía la intención de escribir con más detalles sobre esa experiencia memorable. Tardaría en encontrar la disposición y el tiempo para escribir la crónica completa de aquellos días, que es el texto que cierra y le da título a este libro.
Pocas semanas después del taller con García Márquez encontré la determinación y la claridad para poner punto final a mi novela, Criatura perdida, y para seguir adelante con la escritura de otros libros. A finales de 1998 viajé a los Estados Unidos para hacer mis estudios graduados de literatura en la Universidad de Rutgers. Allí encontré a Tomás Eloy Martínez, otro mentor y maestro que me dio aliento y me ayudó a encontrar el camino. Así vinieron más novelas, más libros de cuentos, y una constante actividad en el periodismo de opinión.
En agosto de 2010, leí en Cartagena el texto ‘Reflexiones sobre un témpano de hielo’, en el que hacía un balance de más de veinte años de creación escrita y hablaba de mis proyectos hacia el futuro. Cuatro días más tarde me llegó la noticia de que El origen del mundo había recibido en México el Premio Bicentenario de Novela.
La edición mexicana de El origen del mundo fue presentada en la Feria del Libro de Guadalajara, en noviembre de ese año. Seis meses más tarde apareció la edición colombiana y tuve la oportunidad de presentarla en la Feria del Libro de Bogotá. Concedí entrevistas, hablé para la radio y la televisión; tuve mis quince minutos de celebridad. Después de haber publicado una docena de libros, casi todos de circulación reducida, fue emocionante y agotador recibir esa atención.
A finales del 2011, pasado el ruido por El origen del mundo, me dediqué a explorar entre mis cuadernos para reanudar la tarea. Así encontré los apuntes que tomé durante el taller de narración periodística con García Márquez. En esos días circulaban insistentes los rumores sobre sus problemas de memoria y comprendí que aquel encuentro en Barranquilla había sido mi última oportunidad de ver y escuchar a uno de los autores que más influyeron en mi decisión de dedicarme a la literatura. Pude entender, también, que aquella experiencia ya remota me había dado la fuerza para terminar mi primera novela y para seguir escribiendo.
Siempre que me preguntan por la influencia que García Márquez ha tenido en mi obra respondo que esa influencia no está en los temas, ni en el lenguaje, sino en la devoción, en la pasión por el oficio. He recibido lecciones de muchos escritores. De Tomás Eloy Martínez aprendí sobre el poder generador de realidad que tienen las palabras y sobre la dignidad del oficio. García Márquez, “el autor de la oda inmortal”, me ha dejado la lección de que una obra es, sobre todo, un arduo logro moral.


Oneonta, enero 30 de 2012.







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