De 'Criatura perdida' (2000).
El
llamado de Corina volvió a arrastrarlo hacia las olas. Con gritos y gestos lo
invitó a acercarse, lo obligó a mirar con atención en el agua, empezó a
mostrarle una prueba suprema de su magia.
—¿Ves?
Eric no
dijo nada. Siguió maravillado los movimientos de esas manos delgadas dentro y
fuera del agua, tuvo el impulso de darle una explicación racional a aquellas
luces, pero ella lo invitó a residir un rato más en la credulidad y la
sorpresa: “¿No es hermoso? Mira, también salen de ti”.
Eric vio
que también sus movimientos en el agua iban dejando una estela luminosa, una
efímera galaxia que a veces persistía unos segundos. Apoyados en la oscuridad
arenosa, sus pies, encendían unas chispas intensas, azules y blancas. A
medida que se internaba en el agua, iba dejando un rastro de luz como la cola
de un cometa. Todo su cuerpo poseía esa desconocida propiedad. Al levantar los
brazos, el agua que caía era como una lluvia de minúsculas bombillas. Eric rió,
gritó, empezó a zambullirse en el agua imitando los saltos de un delfín y
después se detuvo a mirar fascinado el reguero de luces como una cristalería
rota, las chispas minúsculas que se negaban a apagarse, que parecían nadar
enloquecidas de alegría ante el descubrimiento sorpresivo de la vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario