De
aquellos primeros días en la ciudad de los crepúsculos
recuerdo sobre todo mis
nuevas relaciones con el aire.
Era como haber llegado a otro planeta.
La luz y
los sonidos viajaban de manera diferente en el calor y la humedad.
La columna de Vivir en El Poblado
Cada vez que me encuentro con alguno aburrido con la
vida le aconsejo que se marche y se reinvente en otro lado. Ser otro en otro
lado fue mi mantra salvador hace treinta años, cuando la ciudad de la enferma
verraquera me tenía ya sin fuerzas y sin ganas de seguir respirando. El
aspirante a suicida podrá argumentar que el esfuerzo de marcharse no se
justifica; pero, si aún conserva alguna chispa de entusiasmo, entenderá que
entre la nada y la aventura es preferible la segunda. Con el cambio de
escenario la sensación de acorralamiento suele disiparse y uno descubre que el mundo
es más variado e interesante que lo que su pueblecito agobiante podía
mostrarle.
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