–No puedo más, Argonio. Necesito saber adónde ha ido.
–Todos tenemos la necesidad desesperada de saber.
En sólo dos meses, Rogelio había llegado a parecer casi tan viejo como Argonio.
–Raquel dice que dejó todas sus cosas, pero no me permitirá verlas hasta tener noticias concretas sobre su paradero.
–Y, sin embargo, cada vez sabemos menos.
–Nadie la vio marcharse. La puerta de su cuarto estaba cerrada por dentro.
Rogelio estaba ciego a la postración de Argonio, a su infinita fatiga.
–¿Sabías que la heliotropia es una piedra mágica que hace invisible a quien la lleva? ¿Sabías que la mirra fue una mujer incestuosa que fue condenada al destierro y convertida en planta? ¿Sabías que Erisictón se devoró a sí mismo? No sólo sabemos menos –dijo Argonio con esfuerzo–. También estamos más sordos y más ciegos.
–Tengo que encontrarla –dijo Rogelio apesadumbrado.
–¿Sabías que Homero murió de rabia al no poder resolver una adivinanza? ¿Sabías que Virgilio invirtió una fortuna en el funeral de una mosca? ¿Sabías que Orígenes se castró, para evitar tentaciones? ¿Sabías que San Dionisio, después de su martirio, caminó nueve kilómetros con su cabeza cortada en las manos?
Rogelio se volvió a mirar a Argonio. Sólo en ese momento descubrió que sus pasos lo habían conducido a ese cuarto. Su amigo movía la boca con dificultad. Sus palabras eran unos débiles resuellos.
–¿Sabías que las aguas del Índico son tan trasparentes que producen vértigo a quien se inclina sobre la superficie?, ¿qué en ellas existe un precioso animal, un molusco, cuyo encuentro, según los antiguos, presagia prosperidad y venturas?, ¿que Aristóteles, Ateneo, Plinio y Opiano estudiaron sus aficiones y lo llamaron nautilus o pampilius?, ¿que en tiempo más recientes recibió el nombre de argonauta?
Era como una momia delirando, como un muerto obligado a moverse por la inercia de sus saberes. Rogelio pensó que su deber era el de recoger toda esa información que Argonio vomitaba ya sin fuerzas, como quien rescata cajas en un barco que se hunde. Pero sintió que el olvido podía ser también una forma de la libertad.
–¿Sabías que Epiménides durmió cincuenta y siete años seguidos? ¿Sabías que Crates e Hiparquia consumaron su matrimonio en presencia de renombrados espectadores? ¿Sabías que los escorpiones tienen microsismómetros en las patas, con los que pueden notar las pisadas de un insecto pequeño a un metro de distancia?
Rogelio se levantó alarmado. Al llegar a la puerta oyó que decía:
–No te hagas ilusiones. El mundo es muy grande para buscar a alguien.
Cuando todos llegaron a ayudarlo, ya no sabía nada.