lunes, 26 de marzo de 2012

La decadencia del paraíso



La decadencia del paraíso
Por Gustavo Arango
El Universal, jueves 13 de mayo de 1993.

Que nada es aislado, que cada hecho nace en otros hechos y éstos, a su vez, en otros hechos, es algo que demuestra de manera contundente la historia de una isla llamada Sri Lanka.
El pasado primero de mayo, durante el desfile conmemorativo del Día del Trabajo, un joven que viajaba en bicicleta se acercó hasta el presidente Ramasinge Premadasa y, luego de abrazarlo, activó unos explosivos que llevaba adheridos a su cuerpo.
El mundo entero supo la noticia. Las autoridades atribuyeron el asesinato al grupo “Los tigres del Tamil “, pero éstos negaron tener participación en el hecho.
Las agencias internacionales difundieron análisis en los que se referían  a los diez años de conflictos permanentes en la isla. Durante ese tiempo el país ha sido escenario de loso enfrentamientos entre el ejército y “Los Tigres”, que buscan el establecimiento del Eelam, un estado independiente para los tamiles, el segundo grupo más numeroso de la isla.
Esa noche, resguardados en sus casas por el toque de queda que implantó el gobierno provisional, recibiendo la visita de oficiales que traían una copia de la foto de algo informe que había sido una cabeza, para ver si podían aportar una pista para identificar al asesino, los habitantes de Sri Lanka (“La isla resplandeciente”), recordaron el horror interminable que ha quitado la vida  a 18 mil personas en los últimos diez años, y fueron remontándose en el tiempo, a lo largo de una enorme cadena de traiciones, de violencias, de pasiones retorcidas y elevadas, de naturalezas humanas expresándose a lo largo de dos mil quinientos años.


La primera traición

Una de las muchas leyendas que existen en torno a esta isla del océano índico, dice que en ella estaba situado el paraíso terrenal. Esa misma leyenda sostiene que en su cima más alta, el Sri Pada, se encuentra la tumba de Adán.
Según el historiador chino Fa Hsien, carecía originariamente de habitantes humanos, ya que la habitaban solamente los espíritus (yaksas) y los nagas (seres con poderes mágicos), con los que mercaderes de diversas nacionalidades sostenían tratos comerciales.
Sri Lanka es tal vez el único lugar en el mundo en el que la tradición histórica fluye de manera ininterrumpida. Según el Mahavamsa, uno de sus textos sagrados, en el siglo VI antes de Cristo, el mismo día que Buda alcanzó el nirvana, se produjo la llegada a la isla del príncipe Vijaya, con 700 de sus seguidores, provenientes del norte de la India.
Vijaya, nieto del león ancestral que hoy aparece en la bandera, fue seducido por una hechicera yaksa, llamada Kuveni, quien le prometió ayudarle a destruir a su propio pueblo si la convertía en reina. Vijaya aceptó, pero después de un tiempo se cansó de ella, la entregó a los yaksas que habían sobrevivido, para que la mataran, e inició una larga tradición entre los soberanos de la isla: la de traer sus esposas de la India.

La lágrima de la India

La relación de Sri Lanka con la India ha sido permanente. Por su forma, como de gota que cae, los románticos la llamaron “la lágrima de la India”. Se encuentra a sólo 48 kilómetros del continente y posee 425 kilómetros  de largo por 225 de ancho. A través del llamado “Paso del Elefante, que en ciertas épocas del año podía ser atravesado a pie, se movilizaron caravanas y ejércitos que incidieron  profundamente en su historia.
Según documentos, los primeros tamiles llegaron a la isla con fines comerciales, en el siglo III antes de Cristo y, aunque algunos se establecieron en la isla, ya la civilización predominante era la de los singaleses, los descendientes de Sinha (el león).
A comienzos de nuestra era, ya existían en el norte de Tambappani (como entonces se llamaba) una civilización floreciente, con profundos conocimientos de trigonometría e hidráulica, aplicados a la construcción de presas y al regadío de cultivos, y con un amplio territorio casi virgen, rico en plantas, animales y minerales a su disposición
Pero esta prosperidad despertó el interés de varios reinos de la India y vinieron tiempos de invasiones y de luchas. En el año 237, dos aventureros tamiles usurparon el trono singalés y reinaron durante 22 años. Poco después Elara, general de la India, gobernó durante 44 años, pero fue derrotado por Dutugemunu, quien restituyó la unidad de la isla y su gobierno en torno a Anuradhapura, su capital.
Según el Mahavamsa, Elara simbolizaba a los invasores tamiles  y Dutugemunu a los auténticos singaleses, pero de hecho Dutugemunu tenía entre sus tropas elementos tamiles que actuaban como mercenarios.
De lo siglos V al XII, la isla se vio sometida a la influencia de los grandes estados  del sur de la India, que varias veces saquearon Anuradhapura y llegaron a imponer sus gobermnantes.
En el año 1017, los cholas, un poderoso estado hindú que extendía sus dominios por todo el subcontinente indio, se apoderaron de la isla, trasladaron su capital más al sur, a Polonnaruwa, y se sostuvieron en el poder durante 70 años. Pero el sentimiento nacionalista de los singaleses, que ya había repelido otros intentos de dominación, finalmente logró desterrarlos.
La tranquilidad duró poco. De nuevo en el poder, los singaleses empezaron a vivir divisiones internas. Cada grupo buscó apoyo en los estados de la India y al final el trono quedó en manos de un aventurero despiadado, llamado Magha, quien gobernó por muchos años.
A la muerte de Magha, la población de la isla se dispersó. Los tamiles ocuparon las llanuras del norte y los singaleses la zona montañosa del centro y el sur, con una nueva capital, Kandy, en medio de la selva.  Sólo en el siglo XV fue posible que la isla llegara a quedar bajo un solo gobierno, el de Parakramabahu VI.
Pero la unidad no duró mucho. Los tamiles empezaron a proclamar su independencia en el norte, otras divisiones surgían en el reino y nuevos hechos vinieron a sumarse a la accidentada historia de Sri Lanka. En 1505 desembarcaron los primeros europeos.

La guerra no termina

Los primeros en llegar fueron los portugueses, quienes se establecieron en Colombo, un sitio estratégico para el comercio entre oriente y occidente.
Quien dominaba Colombo, tenía control total sobre el comercio de las sedas, las piedras preciosas y las especias. Los portugueses fueron desterrados por los holandeses y éstos, por los ingleses.
En todos esos cambios, la participación de los singaleses fue decisiva, pero no pudieron recuperar el poder. Como el interés de los europeos era comercial, en el centro de la isla el reino singalés pudo sobrevivir unos años más. Pero durante el siglo pasado, con la apertura de caminos y de líneas ferroviarias, el reino de Kandy se volvió vulnerable y muy pronto claudicó.
A mediados del presente siglo empezaron los diálogos y las negociaciones con Gran Bretaña para que la isla tuviera un gobierno independiente. Este proceso se produjo gradualmente y culminó en 1972. En ese momento dejó de llamarse Ceilán, como la llamaron los europeos, y pasó a ser Sri Lanka. Pero la independencia sólo trajo nuevos problemas y despertó algunos que estuvieron ocultos durante la colonia. A las pugnas entre los partidos políticos, con acontecimientos como el asesinato del primer ministro Solomon Bandaranaike, por un monje budista, en septiembre de 1959, se sumó el resurgimiento del interés separatista de los tamiles.
La lucha por un estado tamil independiente llegó a un momento crítico en el llamado “Julio negro”, en 1983, cuando los activistas de los Tigres de la Liberación atacaron una patrulla del ejército singalés en el norte de la isla y mataron a doce soldados y un oficial. La mayoría singalesa reaccionó en forma violenta contra todos los tamiles de la isla, golpeándolos y saqueando e incendiando sus negocios y viviendas. Cerca de 100 mil personas se quedaron sin hogar.
Pocos días después, el parlamento declaró ilegales los movimientos separatistas y, como protesta por la determinación, 16 parlamentarios tamiles abandonaron sus escaños.
Desde entonces, los enfrentamientos y atentados no han cesado y en muchos casos la principal afectada ha sido la población civil. En ocasiones, los tamiles han dirigido sus ataques contra los musulmanes (el tercer gran grupo de la isla, formado por herederos de mercaderes árabes llegados hace cerca de mil años), por su supuesto apoyo a los singaleses.
Por lo pronto, no parece vislumbrarse el fin de la guerra. De llegar a establecerse el gobierno tamil, cada uno de los estados tendrá que resolver sus propios problemas. Al interior de los tamiles mismos hay  una marcada diferencia entre los descendientes  de los primeros inmigrantes  y los que vinieron más recientemente, atraídos por oportunidades de trabajo en las plantaciones y en las ciudades.
Los singaleses, por su parte, tendrán que resolver sus pugnas partidistas, que también arrojan un saldo violento. Una semana antes de la muerte de Premadasa, fue asesinado el líder de la oposición, Lalith Athulathmudali. Ambos crímenes han sido atribuidos por el gobierno a los Tigres del Tamil, pero no se descarta la posibilidad de que existan otros móviles.

Los problemas

La historia de Sri Lanka ha sido particularmente violenta.
En sus leyendas y crónicas se habla de niños despedazados para diversión de los reyes, de personas empaladas por plantas de crecimiento rápido. Algunos grabados antiguos muestran a personas condenadas a ser aplastadas por elefantes.
Entre los miles de relatos que componen la historia de la isla, hay episodios en los que lo violento alcanza proporciones demenciales, como la muerte del príncipe Kasyapa, que asesinó a su padre y, en medio de un combate contra su hermano, se atravesó la garganta con una daga, la arrojo al aire, volvió a tomarla y la enfundó antes de caer muerto.
Refiriéndose al asesinato del presidente Premadasa, el diario Muslim de Pakistan culpó a la historia colonial: “Occidente impuso sistemáticamente su cultura de violencia a nuestras partes. Las culturas precoloniales de Asia pregonan el amor a los semejantes”.
Pero tal vez los problemas no empezaron con la llegada de Occidente, con ello sólo se agravaron. Es mucho más probable que hayan comenzado cuando a ese paraíso llegó la humanidad.






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