sábado, 30 de mayo de 2015

Mompox

Texto publicado en El Universal el 13 y 14 de abril 1993
Foto: María Paula Escobar Olarte


I. Al calor de los muertos
Poco a poco, a medida que la noche se acomoda, el fuego se apodera de las tumbas.
Cuando el día aún era día, numerosos vendedores se instalaron en la puerta. Con las sombras fue aumentando el desfile de personas, todas llevando en sus manos velas, cirios y velones. Una extraña procesión se ha derramado de las casas, se ha escurrido por las calles y ha llegado al Cementerio. Esa noche se celebra una fiesta paradójica y extraña.
Es Miércoles Santo, la Semana Mayor es un hecho. Ya pasó “el paso robado”. Ya hubo Procesión de Ramos. Ha llegado el momento de hacer la visita nocturna a los muertos, de encenderles un fuego, de orar ante sus tumbas, de hablar y recordar, de volver a encender velas que se apagan, de dejar transcurrir lentamente la noche, evocando caricias o timbres de voces, releyendo inscripciones, observando con dulce nostalgia las llamas.

martes, 26 de mayo de 2015

“¿Qué marca son tus tetas?”


Por Gustavo Arango
Clara también se sorprendió con la pregunta. Lo que le sonaba mal era la palabra marca. El español de Gianluca no es perfecto, Clara pensó que se había equivocado y quiso corregirlo.
“Quieres decir: ¿Qué talla?”

“¿Qué marca?”, insistió el muchacho.
Se conocieron en un congreso internacional de geología y pronto se hicieron novios. Gianluca había leído la noticia de los implantes de seno defectuosos y Clara le dijo que miraría en los documentos de su operación. Quince días después, su madre le preguntó lo mismo. Fue entonces cuando Clara comprendió que esa expresión es el reflejo de un mundo donde el cuerpo es objeto de toda clase de ultrajes. Comprobó que, en efecto, sus implantes eran de los que estaban causando infinidad de dramas personales. “Lloré toda la noche”, dice Clara. “Yo que llevaba ocho años odiándolos y, para colmo, ahora me pasaba esto”.
“Qué pena, pues, que yo no hable sino de tetas”, dice Clara. “Mi mamá está escandalizada. Pero hay que llamar a las cosas por su nombre, y no es justo lo que ocurre. La sociedad no deja de presionar para que la mujer se ajuste a un modelo grotesco de belleza. Los novios, las amigas y hasta los padres sirven a ese propósito. Mi madre me estimuló para que me pusiera los implantes. Ahora está arrepentida. El novio que tuve a los 24 años estaba obsesionado con que yo tuviera tetas grandes. Lamentaré toda la vida haber cedido a esa presión. Si yo, que me operé a esa edad, no fui capaz de ser firme, ¿qué se puede esperar de las niñitas adolescentes que reciben por todos lados el mensaje de que deben ser como muñecas? Quiero evitar que muchas niñas caigan en esa trampa”.
“Cuando miro las fotos de antes de la operación, pienso que estaba loca. ¿Yo qué estaba pensando? Si era súper bonita”.

domingo, 24 de mayo de 2015

“La escritura de ficciones es un acto de libertad”. Tomás Eloy Martínez

Una entrevista con Tomás Eloy Martínez
publicada por el suplemento Generación de El Colombiano, 
en noviembre de 2004

 Por Gustavo Arango

Después de la publicación de Santa Evita, en 1995, Tomás Eloy Martínez empezó a recibir un reconocimiento internacional que hoy lo hace el escritor argentino más vendido y traducido. El camino, sin embargo, no fue fácil. Alguien supersticioso podría asegurar que esa novela, y las energías que rodean al personaje, tienen que ver con la enfermedad que le hizo sentir la cercanía de la muerte y están detrás del accidente en el que murió su esposa, la ensayista venezolana Susana Rotker. Pero las dificultades parecen vitaminas para algunos escritores. Hace dos años Martínez ganó el Premio Alfaguara de Novela, con El vuelo de la reina, y este año ha vuelto a ser noticia con una nueva novela, El cantor de Tango, que narra las peripecias de un estudiante norteamericano en Buenos Aires, en busca de un artista legendario del que no se consiguen grabaciones.

El cantor de tango ha tenido buena acogida en España y en Brasil. El tango es una excusa para recorrer la ciudad. La novela es una visión de Buenos Aires como laberinto en el tiempo y el espacio. En febrero aparecerá en Londres y en Frankfurt. En marzo saldrá en danés y en checo. También saldrá en francés, con Gallimard, que compró los derechos de toda mi obra”.

Tomás Eloy Martínez vive con su hija Sol Ana en Highland Park (New Jersey) y dirige el Programa de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Rutgers. Su amistad con escritores latinoamericanos como Carlos Fuentes y Gabriel García Márquez, las anécdotas de primera mano, hacen que sus clases estén llenas de estudiantes ávidos de testimonios y cansados de teorías literarias. En el momento de la entrevista, Martínez se prepara para una serie de viajes por América Latina.  Presentará en Brasil El cantor de tango. Estará en el Congreso de la Lengua en Buenos Aires. También asistirá en Cartagena al Foro de Iberoamérica.

jueves, 21 de mayo de 2015

Las dos muertes de Óscar Collazos

La columna de Vivir en El Poblado


Las primeras noticias de Collazos me llegaron hace como treinta años, cuando yo empezaba a calcular qué tan alto podría arrojar el chorro de mis ambiciones literarias. Eran los años de la universidad y los aprendices de escritores vivíamos atentos a lo que hacían los que nos antecedieron. Lo de García Márquez era único. Detrás y a su lado iban otros igual de admirables. Lo de Óscar Collazos parecía la osadía del boxeador que no tiene nada que perder. Se había atrevido a polemizar nada menos que con Cortázar y no le fue tan mal.

Su historia es ejemplar. Había nacido en Bahía Solano, un pueblo del Pacífico colombiano con más nombre que presencia. Allí vivió hasta los siete años y recibió la influencia de los cantos, los usos, la cultura del África arraigada en nuestras selvas. En Buenaventura recibió una educación de esas que ya no se ven. Tuvo maestros que lo acercaron a Shakespeare, a la literatura de la modernidad. A los veinticuatro años ya había escrito un libro de cuentos que recibió elogios de los grandes, incluso de García Márquez.

Su destino pudo haber sido distinto. Si no hubiera empren­dido el camino del exilio —primero a Cuba; después a Europa— quizá se habría perdido en la insignificancia. La misma semana de sus dos muertes, las redes divulgaron la falsa noticia de la muerte de un escritor del Caribe, Ramón Illán Bacca, cuya obra ha recibido como premio una insultante indiferencia. A Collazos lo salvó haber cosechado triunfos y amistades fuera de Colombia. Cuando regresó al país, las mafias que manejan nuestra vida cultural fueron incapaces de ignorarlo por completo.

Tuve la oportunidad de conocerlo en Cartagena, con motivo de un seminario sobre García Márquez, y lo primero que me llamó la atención fue la elegancia de sus gestos. Tenía esa voz sin acento que caracteriza a quienes han vivido en muchos sitios distintos. Había elegido vivir en Cartagena porque quería estar cerca del mar. Allí se fue ganando el respeto y el aprecio de una comunidad no siempre generosa con los forasteros. Se convirtió en modelo del ciudadano ejemplar. A través de sus columnas de opinión denunció a los corruptos y defendió los intereses de la mayoría. También fue protagonista de la vida cultural de la ciudad. Allí siguió creando una obra literaria comprometida con su tiempo. Sin necesidad de forcejeos, se convirtió en el escritor insignia de la ciudad. Fue fiel hasta el final a los principios que esbozó en la remota polémica con Cortázar.

Óscar Collazos fue un hombre lúcido, respetuoso y ecuánime. Por su origen humilde, por sus rasgos mestizos, fue víctima de numerosos ataques por parte de esa vulgar oligarquía —clasista y racista— que domina la vida nacional. Pero su actitud elegante, su aplomo de príncipe, fue acallando ladridos.

Murió, como vivió, con dignidad. Hace unos meses, cuando la enfermedad empezó a acorralarlo, habló abierta­mente de lo que padecía, convirtió su tragedia en una lección sobre la dimensión humana a la que nunca debe renunciar el periodismo. En su última columna de prensa nos recordó que la belleza germina en cualquier terreno y que hasta en el robo de un libro puede haber poesía. Fue lúcido hasta el final. A principios de la semana pasada, cuando la falsa noticia de su muerte corrió por todos lados, reaccionó con humor. Tuvo el lujo de marcharse sabiéndose amado y convencido de que su vida había dejado huella en muchos corazones. Se fue con la frente alta de este curioso reino donde sus príncipes más nobles no nacen en castillos, sino en rincones perdidos y abandonados. 



Publicado en Vivir en El Poblado el 21 de mayo de 2015.






miércoles, 20 de mayo de 2015

Carta de René Higuita

Texto publicado en El Universal, de Cartagena,
en agosto de 1993 



Que el país está jodido, todo el mundo lo sabe. Por eso las preguntas que le hicimos al arquero René Higuita no tocan directamente la situación actual ni su propia situación legal. Le enviamos un cuestionario con cincuenta preguntas y nuestra voz de aliento. Le decíamos que muchos lo apoyaban y le preguntábamos qué música le gusta o cuáles son sus platos predilectos. Le preguntamos sobre sus recuerdos y sus sueños, sobre sus alegrías y sus llantos.
Pusimos la carta con preguntas al correo y nos pasamos los días siguientes preguntándonos dónde iría esa carta, en qué manos estaría, si ya habría cruzado por las rejas y estaba en las manos del portero.
Era como arrojar al mar una botella con un mensaje.
La respuesta llegó mucho antes de lo que esperábamos.
***
“Amigo, reciba un caluroso saludo para usted y todos los que lo rodean”.
Las letras de Higuita parecen balones, su estilo es directo.
“Trataré al máximo de responderle todas sus preguntas. Aquí voy, espero comprenda mi ortografía”.
La primera pregunta del cuestionario era:
¿Qué lugar del mundo te gustaría conocer?
-Creo que en un lugar donde haya tranquilidad y paz, puede ser una finca, con ganado, caballos, como un lugar que aparente un zoológico.
De los que conoce ¿cuál o cuáles te han gustado más y por qué?
-Lugares hay muchos. Cada quien tiene su mundo. El mundo mío prácticamente se basa en mi tierra Colombia y todos los lugares que conozco y me gustaría conocer están acá en Colombia mi tierra. Yendo a la pregunta, me gusta Puerto Triunfo y Puerto Berrío, porque los conozco y se asimilan a mi mundo y a mi tranquilidad.
***
Las alegrías vienen en diferentes tamaños. Hay unas tan pequeñas que ni nos damos cuenta de que las sentimos. Hay otras, en cambio, que nos elevan hasta el aturdimiento y la tristeza.
Recibir una carta es una alegría pequeña que luego se crece o se vuelve más pequeña. De todas maneras alegra saber que hay alguien que nos recuerda.
A veces la carta trae cuentas por pagar o noticias alentadoras. A veces las cartas son de amor. A veces,  poquísimas veces en la vida, generalmente nunca, las cartas son de aquellos personajes legendarios e intangibles que han dado a nuestras vidas momentos imborrables.
***
¿Te gusta recordar? ¿Qué importancia le das a los recuerdos?
-Recuerdo todo y le doy mucha importancia a los recuerdos. Aunque me gusta recordar más las cosas buenas, para ponerlas en práctica con mi familia.
¿Qué momento o momentos de tu infancia son los que más gratamente recuerdas?
-En la vida hay momentos y momentos. Gratos e ingratos. Gratamente recuerdo que era de una familia muy pobre, que tenía que pedir los pasajes para ir a entrenar y lo más importante era que tenía una madre que trabajaba para darme lo mejor.
Hablando de tu infancia. Es común que cuando niño se sueñe con lo que se quiere ser. ¿Quisiste ser algo en particular?
-Quise ser médico pero no tenía la suficiente paciencia para estudiar. De pronto lo que  soñé, en un 95% se me ha hecho realidad.
Si pudieras ser otra cosa o si pudieras vivir otra vida, ¿qué te gustaría ser?
-Seguiría jugando al fútbol. Quisiera seguir jugando fútbol.
***
Cuando se recibe una carta de René Higuita, lo primero que uno piensa es que se trata de una mentira, de un error de nuestros sentidos o de una broma de los amigos.
Cuando se recuerda que nadie que haga ese tipo de bromas sabe lo del cuestionario, se comprende que es verdad, que Higuita ha respondido. Sí, Higuita, el futbolista aquel que ha elevado al país hasta el cielo pero también lo ha deprimido.
* * *
¿Qué personaje mundial admiras? ¿Por qué?
-Siempre he dicho que admiro a mi abuela, así no sea un personaje nacional o mundial, porque de ella he aprendido lo mejor que posee un ser humano: la humildad, la verdad, la honradez, etc.
De todos los personajes famosos que has conocido ¿cuál es el que más te ha impresionado? ¿Por qué?
-No lo conozco pero me impresiona Fidel Castro presidente de Cuba, por su personalidad.
¿Qué música te gusta? ¿Qué canción en especial y por qué?
-Toda la música me gusta ‘la Conga’ de Ricardo Montaner, la música de Vicente Fernández, ‘Paloma del alma mía’ del Gran David, ‘Solo le pido a Dios’ de Mercedes Sosa, el Binomio de Oro, etc.
¿Te gusta leer? ¿Qué libros te han gustado?
-Casi nunca me ha gustado leer, pero ahora toca; todos los libros me gustan y ahora más que nunca porque el mismo pueblo colombiano me los ha regalado. Sea la oportunidad para agradecer a todas las personas que han mostrado su solidaridad por medio de cartas y libros.
***
Lee uno el nombre René Higuita en la esquina de ese sobre azul cuadrado y recuerda la noche del 31 de mayo del año 89.
El país entero estaba en juego.
Por primera vez un equipo colombiano, Colombia, mejor dicho, tenía la posibilidad de ganar una Copa Libertadores de América.
El equipo debía ganar en el tiempo reglamentario y ganó. Vino luego el tiempo extra y se mantuvo el marcador. Finalmente llegaron los tiros desde el punto de penal  y Colombia empezó a vivir uno de los episodios más tensos y alegres de su historia presente.
Y empezó Higuita a tapar penales.
Uno, dos, tres, ya nadie recuerda cuántos.
Y sus compañeros se equivocaban al patear y él tapaba. La pelota era absorbida por sus manos, como si se le entregara.
Penal, tras penal, Colombia lloró y se rio histérica.
La gente brincaba y gritaba. Veía las lentas ceremonias de cada cobro. Algunos, en el instante preciso, se negaban a mirar.
Esa noche los relojes se pararon. En el aire se trenzaban insultos y oraciones. “Este Higuita es el mejor portero del mundo”, exclamaron algunos, intentando inútilmente moldear con sus palabras la grandeza de ese instante.
Algunos secretamente desearon que los jugadores del Nacional siguieran equivocándose, para que René Higuita lo siguiera salvando.
Pero los nervios de los hombres se fatigan y algunos suplicaban que ese infierno de esperanzas alentadas y pospuestas terminara.
Y después pateó Leonel y Colombia se abrazó.
Ese día comprendimos que también era posible derrotar a la derrota.
***
¿Cuál o cuáles son tus comidas preferidas?
-La bandeja paisa, el mondongo, la cazuela de mariscos, el ajiaco, en fin, me gusta todo.
¿Cuáles son los valores que quieres inculcarle a tus hijos?
-Que sean hombres de bien y que luchen por salir adelante en todo lo que se propongan.
¿Has pensado cómo serás dentro de veinte o treinta años? ¿Qué te gustaría hacer en esa época?
-No he pensado. Pienso más en el presente que en el futuro. Después de determinada edad, dedicarme a mi familia.
¿Has llegado a sentirte cansado del fútbol? ¿Has pensado renunciar a él?
-El cansancio del fútbol no le he sentido.  He sentido más el cansancio mental que ocasionan algunos medios periodísticos y de comunicación. Renuncio más fácil a la prensa que al fútbol.
¿Te preocupa que mucha gente te olvide?
-No, no me preocupa, al fin y al cabo la vida está muy agradecida con mi persona. Hay mucha gente que muere sin aportar un granito de arena a su patria. Yo he aportado mucho, entonces estoy tranquilo con Dios y conmigo mismo.

¿Qué retos te has puesto hacia el futuro?
-Los retos míos siempre han sido ser el mejor en lo que me proponga, seguir siendo el mejor.
¿Te gustaría escribir la historia de tu vida?
-La estoy escribiendo. Muy pronto saldrá un libro.
¿Has pensado en la muerte?
-No, en ningún momento, ni me gustaría pensar. Todavía pienso que me quedan muchas cosas para aportar a mi país.
¿Qué piensas de ella?
-No pienso nada. No se la deseo a nadie y, como anteriormente lo dije, no me gusta pensar en ella.
¿Cuántos años te gustaría vivir?
-Todos los años que mi Dios me dé.
¿Qué escribirías en tu tumba de epitafio?
-Que escriba mi familia y mi pueblo.
¿Cuáles crees que son tus mejores virtudes?
-No me gusta hablar de mí, que hablen los que me conocen.
¿Crees en el zodíaco?
-Soy muy positivo. Lo leo y si me dice cosas interesantes las creo, si no lo paso desapercibido.
¿Qué signo zodiacal eres?
-Virgo.
¿Qué características de ese signo tienes?
-Que me gusta ser perfecto y puntual.
¿Hay algún refrán que recuerdas con frecuencia?
-A un árbol sin fruto no le tiran piedras.
***
Las respuestas de Higuita llegaron en tres hojas de block rayado.
Sus frases son claras. No tienen tachones. La ‘y’ se parece a un arquero volando, la ‘i’ es como un uno que está cabeceando.
***
¿Lloras con frecuencia?
-No, pero lloran los guaduales, no vamos a llorar los colombianos que estamos llenos de sentimiento.
¿Has llorado por el fútbol?
-He llorado por el fútbol, por mi pueblo y por la injusticia.
***
Tal vez con las hojas de ese block, Higuita ha respondido a las cartas que la gente le ha mandado. Tal vez ha escrito su vida. Tal vez ha dibujado.
Es posible imaginarlo recostado en una cama, llevándose el bolígrafo a la boca, pensando y escribiendo las respuestas en las hojas.
***
¿Cuál crees que ha sido tu mejor momento deportivo?
-Todos los momentos en mi deporte han sido buenos, los mejores. Cada día que lo practico es excelente.
¿Cuáles jugadas o actuaciones son las que mejor te han hecho sentir?
-No me voy ni por momentos ni por jugadas, lo mejor es estar cada día luchando el pago por mi familia.
Antes de tu viaje a España era más evidente que te habías puesto el reto de hacer un gol de arco a arco. Recuerdo particularmente un partido con el Junior en Medellín en el que tu llegada al arco de Carrabs (tu antiguo compañero de equipo) terminó en una jugada que para algunos fue pena máxima. ¿Qué tan importante era ese reto en esa época?, ¿qué significa ahora?
-La vida está llena de retos y creo que es un reto que tengo a nivel deportivo mas no un obligación. Yo me divierto con el fútbol y todos los partidos y las jugadas tienen un significado especial.
Una de las características que mayor éxito y admiración te ha dado es el coraje para enfrentar situaciones de riesgo. ¿Para ti qué significa el miedo?
-El miedo lo tomo como respeto.
¿A qué le temes?
-A la injusticia, a la falsedad, a la mentira.
¿A qué crees que se debe tu seguridad?
-A la tranquilidad de conciencia.

***
Allí, en ese extraño episodio que le ha dado la vida, René Higuita ha tenido la oportunidad de recibir la gratitud de mucha gente para él desconocida.
Al silencio en ese sitio en el que añora la alegría de un estadio, han llegado una a una las voces distinguibles de personas que antes para él no tenían nombre, que eran sólo tribunas enloquecidas o millares de sonrisas.
Hay algo de paradójico en que tal vez sólo ahora se esté comunicando con esa multitud que lo quiere como a un hijo, un amigo o un hermano, que ha vivido sus jugadas frente a un televisor o ha gritado su nombre en los estadios.

***
Una de las relaciones más difíciles y a la vez más gratificante es la que se da con el público. ¿Cómo te sentiste cuando empezó la fama?
-Siempre me he sentido muy bien y, a Dios gracias, creo que he respondido a las expectativas de la fama.
¿Te asustó? ¿Sentiste que te hacía cambiar?
-No, en ningún momento, antes me fortaleció espiritualmente, me hacía cambiar la pobreza y me daba estabilidad económica.
            En el estadio, cuando la gente grita tu nombre, ¿qué sientes?
-Una emoción muy grande, ganas y deseos de hacer mejor las cosas.
¿Cómo definirías la fama?
-Como una responsabilidad y como una bendición de Dios.
***
Hay un lugar de la memoria en el que viven los recuerdos imborrables. Allí están nuestros seres queridos, nuestras luchas, las dichas personales y unas pocas alegrías colectivas.
Sólo el fútbol ha logrado que Colombia sea feliz.
Sólo esa rodante ceremonia ha conseguido borrar las diferencias y rencores, ha hecho que tengamos las mismas ilusiones.
Ni el líder con más carisma, ni el artista más fecundo, nos ha dado los éxtasis unánimes que nos ha dado el fútbol.
Es por eso que Higuita se ha metido en la memoria de millones de personas. A ese sitio donde habitan los recuerdos más profundos han llegado sus tapadas, las salidas de  su arco, la alegría que le ha dado a mucha gente que hoy lo apoya con sus cartas, mucha gente que le dice que lo admira, que recuerda sus jugadas, mucha gente que desea que esté fuera de la cárcel y regrese a regalarles más momentos memorables.
***
¿Quién o quiénes  han sido las personas que mejor te han aconsejado?
-Todos. Los que tengo más cerca y los que no me conocen. Quienes más me aconsejan son los técnicos, mi abuela y los directivos del Nacional. En fin, todo el mundo, porque me quieren.
¿De los futbolistas que has conocido a cuál admiras más como persona?, ¿a cuál como jugador?
-A todos los futbolistas los admiro como deportistas y como personas.
¿Si se apareciera el genio de la lámpara de Aladino qué deseos le pedirías?
-Que no hubiera guerras, injusticias, que hubiera empleo y que no hubiera tanta pobreza.
¿Qué significa para ti tu cabellera?
-Para mí es un símbolo de fe y fuerza.
¿A qué le tienes fe?
-A la biblia y a mi abuela y al pueblo colombiano.
¿Tienes supersticiones?
-De pronto en mi modo de vestir.
¿Cómo definirías a Colombia?
-Colombia es un país con gente muy buena pero desafortunadamente el gobierno no explota esas virtudes de los colombianos.

***
Y ya que cada uno conserva con cariño sus recuerdos y sus propias gratitudes, prefiero las salidas de los arcos, una en particular.
Sucedió hace unos cinco años. Higuita era famosa pero no tanto. Ya había pasado el éxito de la selección juvenil de Marroquín en Asunción y la Copa América en Buenos Aires  -donde el fútbol colombiano empezó a ser respetado-, pero quedaban faltando retos importantes. Nacional debía llegar a la Copa Libertadores para que finalmente la fama se desbordara.
Era un partido entre Nacional y Junior. El partido iba uno a uno y faltaban como quince minutos para que terminara.
Esa tarde había llovido.
El balón le quedó a Higuita en su área grande y nadie fue a presionarlo. Entonces decidió salir jugando.
Para muchos ya esas salidas eran normales.
Casi nadie recuerda en qué momento Higuita llegó a la mitad de la cancha, en qué momento siguió de largo.
De pronto, la gente empezó a salir de su embotamiento, los testigos de ese hecho empezaron a pensar que algo asombroso e inusual estaba sucediendo.
Algunos respiraron tranquilos porque pocos metros después de la mitad de la cancha, ante el naciente estupor  de compañeros y rivales, Higuita le pasó el balón al más veterano y sapiente de su equipo.
Alexis García tal vez nunca olvide esa tarde en que Higuita salió de su arco, pasó la mitad de la cancha y le entregó el balón. Tal vez nunca olvide las ganas de reír y gritar que sintió cuando vio que ese hombre de negro y de gris y melena alborotada, en lugar de regresar, avanzó a la punta izquierda y con gestos le pidió que le entregara el balón. Que se lo entregara él, Alexis de la cordura.
Y la cordura sucumbió. Alexis le dio el balón e Higuita siguió hacia el área, siguió jugando, siguió corriendo, siguió driblando rivales petrificados.
Todo el estadio se puso de pie, miraba horrorizado y fascinado ese homenaje a la desmesura. Daba ganas de llorar viendo a Higuita jugar así.
Hay momentos en la vida que duran pocos segundos y, sin embargo, es posible sentarse a recordarlos durante horas.
Higuita entró al área. Mucha gente a esas alturas deliraba. Algunos, pensando en el contragolpe, dejaban todo vestigio de sensatez: “si nos hacen gol, que lo hagan”.
En el fútbol, cuando una jugada se encumbra hasta lo divino, se acostumbra decir que la jugada pagó el partido. Yo diría que ese instante justificó haber vivido.
Es posible que otras personas tengan entre sus recuerdos una jugada distinta pero, en mi caso personal, las otras no tenían el encanto de estarlas presenciando en el lugar, de estar allí sintiendo el palpitar del corazón de ese portero que ya mira frente a frente al otro arquero y se prepara a rematar.
Luego vino la falta. Pero el árbitro, al no pitar pena máxima, no estuvo a la altura de las circunstancias.
Higuita quedó en el suelo, bajo la sombra del arco.
Permaneció allí varios minutos. Exhausto. Feliz. Oyendo la alegría de su gente, besando y oliendo la grama de su gloria, el aroma mojado de su tierra, y se dejó dormir.
Tuvieron que despertarlo para seguir el partido. Pero no hubo más partido. Ambos equipos jugaron nerviosos, sin decisión, aturdidos por lo que habían visto.
En la tribuna, la gente no paró de gritar. El juego ya no interesaba. Ya no podía haber nada capaz de superar lo que acababan de vivir. Hasta un gol, a esas alturas, podía resultar inoportuno.
La tarde terminó en medio de brazos sudorosos levantados y gritos y cojines arrojados por los aires y abrazos y besos y risas y llantos, y un propósito aturdido entre la gente, la promesa de que un día tendría que dejar el testimonio del milagro de un Higuita rutilante. Tendría que obligar a mis palabras a decir eso que vi en aquella tarde. Tendría  que mostrar ese momento en que nos dijo sin palabras que también era posible atreverse a lo más grande.
En ese momento, en esa tribuna de seres felices mirando a ese hombre de gris extendido en la grama, un Higuita pequeñito entró corriendo en cada corazón acelerado, traspasó la línea media del olvido, avanzó  por un costado, y siguió con su balón y su carrera hasta el sitio más lejano, ese sitio donde habitan los recuerdos imborrables, los seres y momentos que le han dado a nuestra vida motivos y esperanzas.
***
¿Qué será lo primero que harás cuando salgas?
-Pienso descansar mentalmente siquiera unos cinco días, si hay tiempo. Si no, directamente a seguir entrenando y a jugar.


Agosto 16 y 23 de 1993




domingo, 10 de mayo de 2015

Adrianas al azar


“Después de haber interpretado a
Chopin, me siento como si
hubiese llorado por unos pecados
que nunca cometí y llevase luto
por unas tragedias que no me atañen”.
Óscar Wilde


Sus ojos parecen caleidoscopios. Cristalinos, llenos de trocitos verdes, azules y cafés. La figura que presentan varía con el ritmo de la charla, con el sol debilitado que nos llega después de haber pasado los oscuros ventanales, con la fuerza que le imponen desde adentro las Adrianas.

Adriana la que declama
Cuando tenía quince años decidió que era el momento de derrotar a la timidez. Escogió el poema quince de Neruda, se paró frente a todos los estudiantes del colegio y lo recitó.
Lo hizo tan bien que, como premio, recibió las obras completas de Óscar Wilde y el mundo de los libros la abrazó.
“Óscar Wilde me enamoró de la literatura”. Me gusta toda su obra, los poemas en prosa, El artista, La balada de la cárcel de Reading”.
Al final del bachillerato se decidió por Lingüística y Literatura. Al final de Lingüística y Literatura, la decana, su ‘ángel de la guarda’, le ayudó a decidirse por la poetisa mexicana Rosario Castellanos como tema para su tesis de grado.
“Rosario enseña a las mujeres a ver la vida de otro modo. Hay un poema suyo que dice que debe haber otro modo de ser, otra manera de ser,  diferente a la de Safo y Cleopatra, casi siempre víctimas sumisas; dice que debe haber otra forma de ser en la que la mujer sea independiente, en la que la felicidad no dependa del otro, que generalmente es el hombre”.
“Lee a Rosario Castellanos para que puedas entender a las mujeres”.
Nunca ha dejado de serle fiel a ese mundo que le entregaron como trofeo aquella tarde en que le dio mate a la timidez.

Adriana infiel
Se propuso ganar el Campeonato Nacional  del 93 en homenaje a su amigo, el maestro Luis Antonio Escobar,  muerto hace cerca de dos meses.
“Hacíamos canjes, él me enseñaba piano y yo le enseñaba ajedrez. Tenía un concepto heroico del ajedrez, decía que no le importaba sacrificar a la dama”.
“En el segundo Nacional que gané me mandó un telegrama muy lindo. Yo llegué al tablero a jugar la partida y allí lo encontré. Es la carta más linda que he recibido. Decía: ‘Tus amigos Luis Antonio, Chopin, Bach y Beethoven, te esperamos para tocar marcha triunfal a ‘cuatro manos’ ”.
“Si algo me ha hecho llorar son los conciertos de Chopin. Lloro y no me da pena decirlo. Si existiera Chopin, me habría enloquecido, habría sido infiel”.
“Llegué cansada a este campeonato. Tomaba hasta diez tintos en una partida, pero me sobrepuse. Había prometido ganar el torneo por alguien”.
“Murió hace un poco más de un mes. Era un enamorado de Cartagena. Donde esté, debe estar contento con mi triunfo.  Más que un diálogo, siento su risa. Este campeonato fue un concierto de jugadas para él”.

Adriana inexpresiva
La primera impresión se produce en un amplio salón donde varias parejas de mujeres se enfrentan casi sin moverse.
La violenta quietud es observada por familiares, jueces y delegados. Algunos van de tablero en tablero fingiendo que analizan las jugadas. Algunos las analizan.
Muchas de esas mujeres están tensas, obsesionadas. Sólo en la mesa más lejana se observa un gesto de placidez. No es propiamente de placidez, pero en la cara de esa mujer parece todo más relajado.
Adriana Salazar juega la última partida de un campeonato que ha ganado desde el día anterior. Por sexta vez se ha coronado Campeona Nacional.
Su piel es más blanca que las fichas blancas. Tiene un vestido azul y blanco. Su nariz es recta y fina. Su boca es delgada y dibuja un gesto poco convincente de desagrado.
No sonríe, gesticula poco, hace tiempo que encontró un gesto neutro para mirar las fichas, para mirar el entorno mientras el juego termina.
A veces, mientras espera a que juegue su rival, se pone de pie, camina entre las mesas, analiza partidas, se agarra las manos por la espalda. Sus movimientos son lentos, delicados, seguros y leves. Su oscuro cabello cae hasta su espalda, lo surcan algunos relámpagos blancos.
Constantemente, caminando o sentada, pensando una jugada, toma entre sus manos su cabello y hace con sus dedos una cola de caballo para ventilar su cuello.
De pie, alejada de la mesa donde transcurre su partida, acepta con severa simpatía la entrevista para después de que termine.
En el momento en que el juego se complica, algo se agita dentro de su tranquilidad.
Adriana Salazar se cruza de brazos. Su cara sigue sin decir nada. Entrechoca sus zapatos negros bajo la silla y luego se los quita. Tiene los talones irritados. Es posible percibir el vaivén acezante de su respiración.

Adriana la del corazón acelerado
“Si no hubiera estado ahí habría tirado los zapatos lejos. Eso es lo más apasionante del ajedrez. Nada en el mundo te hace latir el corazón en estado de quietud.  Tú lo oyes que va a diez mil. Es sentirse uno vivo”.
            “Hay partidas en que uno se siente feliz, cuando sacrificas piezas, cuando le ganas a alguien que no le has podido ganar y a veces hasta cuando pierdes”.
“Recuerdo un juego de Chiquinquirá, una niña hizo fantasías conmigo, y yo estaba feliz. Las partidas son como cajoncitos, como cosas aisladas. Más que las partidas uno recuerda los torneos”.
“A veces, cuando juegas, se apagan la luces; cuando hay ruido en el corazón, cuando uno no está  bien con uno mismo. Si estás alegre contigo juegas bien”.
“Las piezas son movimientos que se proyectan. Son como los rayos láser, importa es lo que generan”.
“Perder una partida es accidental, no es tan trascendental. Es molesto pero ahí es donde se ve la fuerza de un jugador para superarse. Si mi mundo fuera únicamente el ajedrez al perder me moriría. Pero hay otras cosas importantes”.
“El triunfo, depende de la época, tiene su sabor distinto. Ayer, por ejemplo, que sabía que era campeona pensé: ‘Está bien’, pero era una alegría tranquila. Antes era todo un acontecimiento de mi vida. No quiero decir que no me dé alegría, sólo que es distinta la felicidad”.

Adriana frente al piano
Sentada frente a su piano, Adriana se permite aquellos gestos que se niega ante un tablero.
“Tengo una suerte impresionante. Cuando tenía 18 años quería comprarme un piano. Un piano es carísimo. A esa edad no se tiene dinero para comprar un piano”.
“Lloraba por no tener un piano”.
“Pensé que la solución era salir y comprar la lotería. Recuerdo la convicción. El vendedor me dijo que llevara más fracciones y yo le dije que sólo necesitaba para el piano”.
“Cuando llegué a casa le dije a mi mamá: ‘listo, ya voy a tener el piano’”.
“En mi casa se reían”.
“Gané el dinero preciso para comprarme mi piano”.
Sentada frente a su piano, es posible que sonría. Paseando con sus dedos por un mundo en blanco y negro es posible que sus ojos se entrecierren de alegría.

Adriana feliz
“Me hace feliz el trabajo con los niños. Trabajo en una academia de talentos. Es un trabajo en el que nadie te da trofeos pero se gana todos los días. Educando un niño no te puedes equivocar. El niño representa lo simple, sin premeditación, siempre dice la verdad,  sin refutarte te dice cuándo te has equivocado,  es posible aprender mucho de él”.
“Mi esposo y yo trabajamos con los niños. Él se llama Guillermo López Acevedo, es filósofo, trabaja en el área de desarrollo del pensamiento. Para tener hijos creo que hay que prepararse muy bien. Estamos en ese proceso”.
“El trabajo con el niño se basa en la autoconfianza. Si logro que sea seguro, independiente de pensamiento, está sobrado en la vida”.
“Dentro de poco voy a hacer una ponencia en Brasil sobre el ajedrez como recurso pedagógico. La formación no debe ser, como usualmente es, sólo dar información. Hay que crear habilidades mentales y el ajedrez ayuda a concentrarse, a memorizar, a calcular, desarrolla la tenacidad, el análisis, el orden en el pensamiento, la precisión”.
“Así como se hace gimnasia y nadie lo ve raro, también debe haber tiempo para el pensamiento. Lo que hago en la academia es darles el ajedrez como hubiera querido que me lo dieran a mí, con títeres, con juegos. En ningún momento el propósito es que sean campeones, pero algunos  de ellos están en camino de serlo”.
“La gente piensa que lograr un pensamiento lógico y analítico es matar la fantasía. La fantasía tiene un proceso, no se es fantasioso porque sí, se es fantasioso cuando se tiene experiencia, es falso que se cree con la mente vacía”.
           
Adriana familiar
“Muchas personas influyen en mí. Mi esposo, lo que dice, la forma como ve la vida. Las cosas que dicen los niños. Pienso que no hay que buscar personas complejas, hay que ir a lo simple. El adulto se pasa la vida buscando lo simple”.
“Mucho de lo que soy se lo debo a mi familia. Ellos hacen fuerza por mí, me ayudan. Si yo no hubiera nacido en esa familia tal vez no sería lo que soy”.
“Cuando mi maestro de ajedrez se murió yo me estaba enloqueciendo. Se llamaba Eliécer Bojacá. Me entrenó los últimos seis meses de su vida, me hizo como ajedrecista”.
“Después de su muerte yo pensaba dejar el ajedrez. Un hermano me dijo que si no me parecía triste que, alguien que me había dado tanto, yo decidiera olvidarlo”.

Adriana contra la muerte
“La muerte no la entiendo, y como no la entiendo, prefiero vivir haciendo. Hacer, para mí, es una obsesión. Soy terca, metida en distintos campos”.
“Espero escribir algún día un libro sobre ajedrez”.
“En ajedrez me gustaría ser Gran Maestra, pero el medio no ayuda. Se demorará más de lo normal, pero llegará. No dejaré el ajedrez, lo practicaré hasta los 82 años,  a los 83 me retiro. Es como decir que deje la literatura o que no vuelva a oír música”.
“En el trabajo, quisiera producir el programa exacto que ayude al pensamiento de los niños”.
“Sueño con frecuencia con los niños, el niño es lo mejor que se ha inventado.  Los adultos también me caen bien… me caen bien porque hacen niños (mentiras es una broma pesada)”.

Adriana decidida a no perder
“Tengo un recuerdo muy significativo para mí. Tenía cuatro años. Recuerdo el lugar, recuerdo el momento y casi hasta la hora del día”.
“Pensé, me dije, me prometí que iba a vivir la vida bien, sin equivocaciones, haciendo algo positivo, algo fructífero”.
“Ese recuerdo me ha golpeado mucho”.
“Me pregunto por qué a los 4 años se me ocurrió pensar en eso. Es obvio que mi familia influyó, pero no por eso deja de ser extraño”.
“Me impactó tanto que aún lo recuerdo. Recuerdo la sensación, como cuando me siento en una partida y me digo voy a ganar. Estaba sola en la habitación, paradita, mirando nada. Era como una promesa”.

Adriana y el azar
“La suerte no es que uno haya nacido con suerte”, dice con gesto relajado.  “Uno trabaja, uno labora y la suerte le llega”.
Atrás ha quedado la inexpresividad de la última partida. Al final, después de las tablas con Gloria Zapata, las jugadoras se han quedado discutiendo amablemente el juego, planteándose posibilidades.
Después, Adriana ha sonreído a las personas que se le acercan a felicitarla,  oficialmente es la campeona. Ha permitido que le tomen fotos y finalmente ha caminado a la salita de la entrevista.
Allí, de espaldas a un mar que resplandece detrás de unos vidrios opacos, Adriana nos ha ido presentando las figuras que componen  los azares de su vida.
Y después de las sonrisas, de las muecas divertidas, se detiene y dice: ‘¡Oye!, de verdad que tengo suerte’ y en sus ojos de colores se dibuja una figura diferente.

Texto publicado en el suplemento Dominical  de El Universal,

el 7 de noviembre 7 de 1993