La columna de Vivir en El Poblado
Siempre que veo muchos libros me invade el desasosiego.
No puedo evitar preguntarme qué sentido tiene seguir escribiendo, sumar ruido
al bullicio. Lo curioso es que, a pesar de la oferta abrumadora, uno insiste en
querer comunicarse, y parece que son más cada día los que quieren hacer lo
mismo.
Hace cincuenta años, en "Fin del mundo del
fin", Cortázar había pronosticado la llegada de un tiempo en que todos
escribirían. Su terrible vaticinio parece estar cumpliéndose. Todo indica que
hemos pasado un punto de equilibrio y ahora son más los que escriben que los
que leen.
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