Tienen razón los que dicen que cuando publicamos un libro deja de pertenecernos. A
partir de ese momento, lo que viaja entre las páginas pertenece a los lectores.
Esta semana me ha deparado un par de curiosas sorpresas. El notificador de twitter
me informó que alguien en México había emitido un concepto sobre mi novela, “El
origen del mundo”, publicada en México en noviembre de 2010.
Ahora me llega una inquietante fotografía de alguien que decidió no identificarse (el nombre en su correo
electrónico –“Sevanella”– no es muy revelador) y parece estar disfrutando de "Santa María del Diablo".
De modos distintos, las dos
reacciones inspiran y alientan.
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