jueves, 21 de marzo de 2019

Marilla Waite Freeman



“Si quieres que Dios se ría, cuéntale tus planes”. Recuerdo esta expresión cuando me veo muy seguro sobre lo que ocurrirá. Si la incertidumbre aqueja, esa joya milenaria me recuerda que en cualquier momento puede ocurrir lo inesperado.

A finales de 2007, mi vida estaba más o menos en un limbo. Llevaba una semana descansando, mirando hacia adentro y ayunando. Aquella mañana de sábado me desperté sacudido por intuiciones, por señales vagas e inexplicables. Poco después del mediodía estaba de regreso con una caja llena de libros y manuscritos, de reliquias de una vida que me había sido confiada.

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