Los indios de la
región se levantaron contra los nuevos conquistadores, quienes tuvieron que
internarse en la selva. Cuando Pedrarias recibió la noticia, mandó a Bartolomé
Hurtado con otro destacamento, para que defendiera a los castellanos
perseguidos. Hurtado vio en esta misión una oportunidad para librarse del
juicio que se le había iniciado en Santa María. Saqueó poblados, tomó muchos
esclavos y, en su camino de regreso, le pidió al cacique Careta quince indios para
acabar de llevar la carga a Santa María. Como era amigo de Balboa y de la
colonia, Careta prestó los indios que le pedían. Hurtado regresó a Santa María
con dos mil pesos en oro y más de cien cautivos. Entregó al Gobernador seis
esclavos; al Obispo, otros seis; y al Tesorero, el Contador, el Factor y el Alcalde,
cuatro piezas cada uno. Los oficiales de Santa María se mostraron muy
complacidos e hicieron gestiones para dar por concluido el proceso en su contra.
Entre los esclavos regalados, Hurtado entregó los indios que Careta le había
prestado. Este gesto empezó a alimentar el descontento entre los pueblos amigos
de la colonia. A los pocos días, Hurtado se hallaba con veinte soldados en
Santa Cruz, y fue atacado por los indios vecinos. Los españoles fueron degollados
mientras dormían. Sólo quedaron vivos los siete papagayos que Hurtado siempre
llevaba consigo.
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