Del 27 al 29 de agosto de
1998, Calamar fue escenario del III Encuentro de Escritores de Bolívar y II de
la Costa Atlántica. Cerca de sesenta escritores asistieron al evento. Una
crónica publicada en el suplemento Dominical,
de El Universal.
Durante tres días, Calamar
fue el lugar de la tierra con más escritores por metro cuadrado. La ciudad que
un día fuera paso obligado para todo el que viajara entre la Costa y el
interior del país, la urbe esplendorosa que brillaba en medio del humo de los barcos
de vapor y del tren de Cartagena, fue escenario de una extraña invasión: quizá
el hecho más notorio que ha vivido en los ‘últimos años.
Por todos lados, por la calle
del puerto (mirando la prisa de las tarullas en el río Magdalena o el día fugaz
de los relámpagos), por el Camellón (bajo un sol criminal), por la concha acústica
que tiene al Canal del Dique como telón de fondo, sentados en las terrazas de
las casas de los calamarenses que no se marcharon, en el salón principal del
Concejo, en la Casa de la Cultura, en las viejas instalaciones de la Andean
(hoy convertidas en colegio), en la emisora comunitaria, fue posible apreciar a
unos fuereños peculiares para quienes todo era objeto de curiosidad y, en
ocasiones, motivo para un verso.
También estuvo el Tuerto
La invasión comenzó el jueves
por la tarde. Primero llegó un bus de Cartagena cargado de seres de aspecto lunático
que fueron conducidos a la Casa de la Cultura. Allí los saludaron, los
registraron, les dieron las escarapelas y carpetas y, después, los fueron
conduciendo a las casas y hoteles donde iban a hospedarse.
A las cinco de la tarde ya
estaban instalados y empezaron a moverse por las calles amplias, a deslumbrarse
frente a las casonas, a imaginarles pasados a las ruinas majestuosas que se ven
de vez en cuando.
Al final, después de maravillarse
con el paisaje de ese lugar donde los departamentos de Bolívar, Magdalena y el Atlántico
se miran desde muy cerca, después de apreciar la furia de los grafitis que hay
en ciertas paredes (como aquel que habla del jopo de Raquel), todos fueron a
dar a la concha acústica.
Allí también había escritores
de otros lados: los primeros cordobeses y sucreños, los barranquilleros
beneficiados por la cercanía, y uno que otro samario, guajiro y vallenato.
El acto inaugural, como toda
ceremonia inaugural que se respete, contó con las palabras de las autoridades.
La Secretaria de Educación Departamental, doctora Patricia Martínez Barrio, habló
del valor que los pueblos deben darles a sus creadores, de la importancia de
que el encuentro fuera en Calamar y de la necesidad de defender el patrimonio. También
anunció que la Secretaría de Educación publicaría, como acto conmemorativo del
encuentro, la novela Yngermina o la hija
de Calamar, una de las primeras novelas de la literatura colombiana. La alcaldesa
de Calamar, doctora Adalgiza Alfaro, habló de hospitalidad, de orgullo, de gratitud,
y destacó la presencia de los escritores de Calamar.
Luego les llegó el turno a los
poetas. Como en las versiones anteriores, el Encuentro de Escritores rindió
homenaje a importantes figuras de las letras regionales. Esta vez la poesía fue
la que salió ganando: Meira del Mar y Gustavo Ibarra Merlano recibieron la
medalla Luis Carlos López por sus trayectorias brillantes y por los méritos de
su arte, y fueron ellos los encargados de darle al acto una estatura
sobrenatural.
Bajo una luna nueva a la que
puso de testigo, Meira del Mar habló de las raíces que la unen a Calamar y deleitó
al auditorio con sus poemas de amor, de nostalgia y de ternura.
Gustavo Ibarra, por su parte,
recordó los viajes de juventud en los barcos de vapor, la ilusión con que
esperaban en el barco las luces de Calamar, como quien busca el cielo en el
horizonte. Después, bajo la luz de una uñita de luna y montones de estrellas, leyó sus poemas de
mar y eternidad, de tiempo de Dios y de nada.
Pero eso no fue todo, Gustavo
llevó al encuentro una joya literaria desconocida por todos los asistentes, la
novela Roderick Random, de Tobias Smollet (1721-1771), que cuenta desde el
punto de vista de los ingleses, la historia del sitio de Sir Edward Vernon a
Cartagena. Tres capítulos de la novela, que fueron traducidos por Ibarra
Merlano, hacen descripciones vivas y sorprendentes del ambiente de la ciudad
durante los días de la invasión.
La noche terminó con la inauguración
de una muestra de artistas plásticos en la Casa de la Cultura.
Sonrientes, expansivos,
entusiasmados por las canciones de Abel Antonio Villa (que estaba decidido a
conquistar con su acordeón a la Secretaria de Educación) los asistentes a la
jornada inaugural pudieron apreciarlos trabajos –los versos de colores– de Gonzalo
Zúñiga, Dalmiro Lora, Yomara Foliaco, Rómulo Bustos, Teresita Gallo y Lissette
Urquijo.
Más tardes, trasnochadores y
extraoficiales, algunos escritores decidieron recorrer la ciudad para buscar algún
brebaje que les permitiera acompañar sus coloquios sobre sátiros, poetas e iniciados,
o para divertirse con anécdotas de aquellos escritores que no fueron al encuentro o para preguntarse cuál es el alimento de los
dioses.
Un viernes agitado
El viernes fue un día
concurrido y agitado. Los actos centrales del Encuentro tuvieron lugar en la
sede del Concejo Municipal de Calamar. Allí siguieron llegando escritores de
todos los rincones de la costa, a participar en las conferencias y debates de
la programación académica.
La jornada comenzó con
puntualidad inglesa a las nueve de la mañana, con la ponencia de Rómulo Bustos sobre
la poesía. Rómulo se apoyó en la poesía de Héctor Rojas Herazo para perfilar los
contornos de su propia poética. “Escribir nos hace buenos”, fue una de las verdades
contundentes y depuradas de su charla.
Luego vino Hortensia Naizara,
quien habló de la poesía de Gustavo Ibarra Merlano, ratificando de paso uno de
los motivos que llevaron a condecorarlo la noche anterior (su influencia en
diferentes generaciones de escritores cartageneros). Hortensia ofreció una
imagen sensible –y también poética– de la poesía de un escritor en apariencia tardío
(su primer libro, Hojas de tarja, lo
publicó en 1983, con más de sesenta años de edad), pero resultado de una larga
y paciente tarea de formación y creación.
Como complemento a la charla
sobre Ibarra Merlano fue leído un fragmento de su traducción de Las aventuras de Roderick Random, una
novela prácticamente desconocida en nuestro medio, a pesar de que Smollet es
considerado uno de los cuatro más grandes escritores ingleses del siglo 18 y participó
en la expedición de Vernon contra Cartagena, en 1741, como médico cirujano.
Héctor Rojas Herazo se hizo
presente a través de la magia del video, y Abel Ávila, el escritor
barranquillero que ostenta todos los records posibles en materia de escritura y
edición, presentó el poemario El canto de
la iguana, del escritor de Calamar Victorino Martelo, quien quiso sacar en
alto en nombre de su pueblo durante el Encuentro.
La jornada del viernes fue
testigo del fluir de escritores. Durante la jornada de la tarde fue posible
apreciar una sala llena, rostros que se reconocían, que se saludaban, que emprendían
en los alrededores del Concejo y en cualquier esquina del pueblo ese otro encuentro
informal que se da en todos los encuentros.
Ese mismo día un grupo de escritores
visitó el colegio de bachillerato Concentración de Enseñanza Media y habló con
los niños y jóvenes sobre su pasión, sobre esa avidez de mundo y de vida que es
ser escritor.
La tarde no fue inferior en
actividades académicas. Abrió Ramón Illán Bacca (autor de Débora Kruel y Señora tentación,
entre otras), quien reflexionó sobre las razones por las que escribe y el público
para el que escribe. Su reflexión también enfrentó el tema de este fin de siglo
iletrado, donde el libro parece haberse quedado sin espacio.
El poeta y ensayista Álvaro
Suescún sorprendió al público con su conocimiento sobre la vida y la obra de
Jorge Artel (uno de los nombres más mencionados durante el Encuentro). Suescún
escribe actualmente un libro sobre Artel y Estercita Forero y leyó un capítulo
sobre la amistad del poeta cartagenero con el poeta cubano Nicolás Guillén. Aprovechó
además para seguir enriqueciendo su investigación y establecer primeros
contactos con las fuentes cartageneras que darán solidez a su libro.
Pero eso no fue todo. La
jornada del viernes concluyó con un diálogo del público con el poeta y editor
Mauricio Contreras (encargado de la reedición de Yngermina), quien rechazó la política de imprimir libros de manera
indiscriminada e insistió en que los procesos
de edición y distribución deben ser manejados con criterio profesional.
Contreras explicó la diferencia entre imprimir y editar, también hizo ‘énfasis
en la necesidad de que los libros tengas su debidos registros, con el fin de
que circulen de manera adecuada por las diferentes redes de información y distribución.
Una noche con todos los versos
El viernes terminó con una noche
memorable en el patio de la casa de la cultura. Allí se llevó a cabo lo que los
organizadores denominaron la “Noche de luna, boleros y poemas”.
El primero en sorprender fue
el cantante cartagenero Boris García, quien dio muestras del profesionalismo
con que espera asumir su carrera profesional (la próxima semana será su debut oficial
en la ciudad) y dejó claro que hay canciones que siguen vivas con el tiempo,
quizá más vivas que antes.
Luego desfilaron los poetas.
Salieron casi todos: Leonidas
Castillo con su mirada clarividente y su lucidez vertiginosa, Larissa García y
sus poemas cotidianos, José Bertel con su estética del dolor, Lissette Urquijo
y el mundo que inventan sus ojos, René Arrieta con su aplicado clasicismo, Mauricio
Contreras y la tempestad interior, Eva Durán y su provocadora crudeza, Kenneth y
sus pasiones orientales, Alba Rosa y sus imágenes audaces, Hortensia Naizara y
su ternura tranquila, José Ramón Mercado
y su discurso torrencial, y muchos otros con los que al memoria nos obliga
a ser injustos.
Una de las grandes conclusiones
de la noche fue que la gente de la División de Cultura de la Secretaría de
Educación (quienes se echaron al hombro un encuentro inolvidable) están en lo
que están por pasión y vocación. Mildred Figueroa elevó la noche a cimas altas
con apretones de pepe y canciones despechadas, Mirtha Villamil habló en sus
poemas de la soledad y de su abuelo, María Antonia sorprendió con su interpretación
de los poemas de Lorca, y Miryam bailó, cantó e introdujo la nota pagana.
Los prosistas, viéndose en
desventaja frente a los poetas, y ante la imposibilidad de recitar sus cuentos y
novelas, optaron por cantar. Carmen Victoria Muñoz demostró que es tan buena
para cantar rancheras como para escribir novelas policíacas. Jaime Díaz
introdujo la nota de comedia musical.
Y así, entre poemas y
boleros, embriagados con sus versos, los escritores dieron fuego a la segunda
noche del encuentro.
Y ya cerca del final
El sábado ya algunos habían
sacado la mano. No todos los escritores pudieron asistir al Encuentro durante los
tres días y, precisamente por eso, una de las conclusiones fue que en adelante
se realice durante un puente o fin de semana.
La jornada del sábado comenzó
poco después de las diez de la mañana (algunos no pudieron levantarse de la
cama) con una completa exposición del escritor cordobés José Luis Garcés sobre
la cuentística de la costa atlántica.
Garcés se remontó a
principios de siglo para hacer el inventario de la rica producción regional.
Con exhaustividad justa y necesaria, dedicó a cada escritor un comentario, una
valoración, aquello que tanto les ha faltado a nuestros escritores.
Fue casi un libro lo que leyó
Garcés y, a pesar de que ese día no hubo luz en Calamar, a pesar del calor que
hacía sudar con el simple esfuerzo de respirar, el público siguió con atención
su exposición.
Una de las principales
conclusiones de esa charla es que resulta urgente la elaboración de una
antología regional de cuento.
Con una breve intervención,
Jenny de Ávila presentó un importante proyecto editorial que la Gobernación de
Bolívar está preparando para conmemorar
el fin de siglo. Se trata de una compilación biográfica que enseñará a los
bolivarenses del futuro, la vida y la obra de cerca de mil bolivarenses
ilustres,.
El siguiente al bate fue José
Ramón Mercado, quien presentó y leyó poemas de su libro Árbol de leva. También se proyectó un programa especial de
Telecaribe dedicado a la vida y la obra del escritor sucreño.
Roberto Córdoba y Rómulo
Bustos fueron los encargados de cerrar la actividad académica en la sede del Concejo.
El profesor Córdoba, catedrático de literatura de la Universidad de Cartagena,
hizo la presentación de Yngermina o la
hija de Calamar, del bolivarense Juan José Nieto, cuya reedición conmemora
el Encuentro de Escritores de Calamar.
Rómulo Bustos, por su parte,
presentó a la luz de unas velas que disipaban las crecientes tinieblas, su
libro de poemas La estación de la sed,
que despidió en olor de poesía todos los asistentes.
Noche de sudor y baile cantao
El encuentro llegó a su final
con una programación especial en la Casa de la Cultura de Calamar. La Compañía
distrital de teatro presentó una adaptación de Yngermina que el público siguió con sudor, fervor y velas en las manos.
Y el baile cantao (porque la
luz al fin llegó ) después de una sesuda pero breve intervención de Emmanuel
Páez, fue el encargado de señalar la hora del final. El Encuentro de Escritores
de Calamar había terminado.
En conclusión
Muchas importantes conclusiones
pudieron extraerse de este encuentro que determina la mayoría de edad de la
División de Cultura Departamental en la organización de eventos de este tipo.
“Se nos creció el encuentro”,
fue la expresión más común entre los organizadores.
El Encuentro puso en
evidencia la necesidad de hacer inventarios completos y reales de los creadores
literarios que hay en cada departamento. Surgió también la inquietud sobre lo urgente
que resulta formar a los escritores en materia de edición y gestión cultural,
lo cual les permitirá disponer de manera adecuada de los recursos a que tienen
derecho por ley.
Para el próximo año fueron propuestos
como sede los municipios de Mompox y Magangué. De la disponibilidad y las
facilidades que ofrezca cada uno depende la elección que se haga. El próximo
encuentro tendrá otras novedades. Todos los escritores participantes deberán
llevar una ponencia que presentarán en colegios o durante las actividades
centrales del encuentro. También habrá un concurso literario con el fin de que
los libros ganadores sean presentados durante el Encuentro.
Muchos escritores
coincidieron en la necesidad de poner como ejemplo este Encuentro frente al
desprecio con que otras instancias de gobierno tratan a los creadores
culturales. Hubo ejemplos concretos: cartageneros y distritales, para dar solo
unas pocas señales.
Un ojo turbio de agua
El domingo en la mañana, los
pocos escritores que quedaban en Calamar empezaron a desfilar con tristeza y lentitud
hacia la casa de la cultura. Allí los esperaba el bus que los iba a regresar a la
realidad.
Pero antes de marcharse
quisieron merodear un poco por los alrededores.
Allí descubrieron las ruinas
de un viejo templo masónico.
Curioso, juguetones,
entusiastas, los escritores decidieron tomarse las últimas fotos del encuentro
en ese lugar. Allí posaron para la posteridad. Allí recibieron las últimas
impresiones, las que tal vez vayan a dar a sus escritos (esas obras que quizá
jamás conoceremos), y al final se marcharon, porque el bus los llamaba, dejaron
al sol bañándose entre las ruinas, en un ojo de agua turbia y sosegada.
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