Texto publicado en El Universal, de Cartagena, en agosto de 1994.
Si
uno empieza por decir que, a partir del próximo primero de septiembre, estará
en Cartagena una exposición de fotografías de Leo Matiz, es posible que ese
texto que así empiece motive a dos o tres.
Si
uno dice que Matiz, además de ser costeño (de Aracataca para más señas), es
llamado el abuelo de la fotografía en Colombia, es posible que al Museo se
asomen otros tres.
Si
uno cuenta que se trata de un señor que lleva más de sesenta años con la cámara
en la mano y que su archivo tiene más de dos millones de copias y negativos,
algunos sentirán curiosidad por conocer a este obstinado recordman.
Si
nos vamos por la nota con picante y hablamos de sus múltiples esposas, entre
ellas la leyenda María Félix, es posible que setenta o hasta cien deseen
descubrir, en esas fotos que estarán pronto en el MAM, el secreto de su “éxito”.
Si
contamos que Matiz fue el primero en tomar fotos a color, el primero en
aprender a manejar los misterios de ese invento de la Kodak, cuando hizo las
portadas de una revista muy vieja y popular llamada Selecciones del Reader’s
Digest, es posible que algunos se dediquen a escarbar en sus archivos
personales y descubran que Matiz fue quien tomó aquellas fotos que tanto les impactaron.
También
podemos mandarlos a revisar sus colecciones de LIFE.
Si
ponemos una lista reducida de personas atrapadas por su cámara, es posible que
la gente se decida a terminar con la apatía por simple afinidad: Louis Armstrong,
Fidel Castro, Frida Kahlo, Diego Rivera, Pablo Neruda, Agustín Lara, Rómulo Gallegos,
Manolete, Golda Meier, el príncipe Alí Khan, Rockefeller, Etvuchenko, Perón, la
princesa Margarita, Luis Buñuel, y lugares como México, Argentina y Cartagena.
Si
además nos decidimos a contar que entre sus logros está la creación de una importante galería en Bogotá que empezó a darles a las fotos la
categoría de arte y además sirvió de apoyo a inquietos jovencitos de apellidos
tan diversos como Botero, Obregón o Grau, las cosas se ponen interesantes.
Si
además nos referimos a sus exposiciones , próximas y recientes, en Milán,
Suiza, y Toscana, en Lazio y en París, en New York, Miami, Cuba y Gran Bretaña,
es posible que el Museo ese primero de septiembre empiece a quedar pequeño.
El
problema empezará cuando nos dé por revelar que en mayo del otro año París será
en una fiesta en su homenaje.
Y
será peor aun cuando contemos que ese reconocimiento hará que todos sepan que
Matiz está en el grupo de los diez grandes fotógrafos del mundo.
Y
es posible que tengamos que exponerlas en la calle.
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