Un perfil de Luz María Montoya, publicado en Vivir en El Poblado,
el 20 de agosto de 2010
El escritor y
periodista Gustavo Arango, columnista de Vivir en El Poblado y de Centropolis, acaba de ganar en México un
nuevo galardón: el Premio B Bicentenario de Novela 2010, con su obra El origen
del mundo. Hablamos con él durante la presentación de su libro Impromptus en la
isla
Su primera gran aventura fue atreverse a recorrer solo y sin permiso
las seis cuadras de distancia entre su colegio –la UPB– y el Ley de la calle
san juan con la Carrera 70. El objetivo, comprar con sus ahorros Un capitán de quince años, de Julio Verne,
tenía diez años y una idea fija: ser escritor. Se había aficionado a la lectura
gracias a una colección para él mágica: la Biblioteca Básica Salvat, presente
en toda casa de Medellín que en los años 70 quisiera llamarse hogar, y se
aficionó aún más a las letras cuando aprendió, y de qué forma, cómo sacarle el
máximo provecho a un carné de la Biblioteca Pública Piloto.
Por aquellos días finales de
su niñez, Verne y Cortázar estaban entre sus preferidos. A este último, la
verdad, poco lo entendía pero desde entonces intuía que planteaba un juego
interesante y le restaba solemnidades innecesarias a la vida y a la literatura.
Eso, sin duda, le gustaba, al fin y al cabo el sarcasmo, el humor y su atracción
por el absurdo hacen parte de sus rasgos distintivos. Creció tanto su
admiración por Cortázar que, más adelante. Mientras estudiaba comunicación
social en la UPB, se hizo célebre entre sus compañeros por su profundo
conocimiento de la obra del escritor argentino y sobre él hizo su tesis de
grado, Un tal Córtazar, publicada por la universidad.
Espionaje industrial
Años después, cuando ejercía como
periodista en el diario El Universal
de Cartagena y su obsesión por escribir seguía intacta, el joven Gustavo Arango
no perdía oportunidad de entrevistar a los grandes autores y aplicar en ellos
lo que hoy denomina espionaje industrial. Es decir, más que el periodista,
quien les indagaba por sus métodos de creación a escritores como Umberto Eco, Bioy
Casares y Tomás Eloy Martínez, entre muchos otros, era el aprendiz de escritor,
ansioso por conocer los secretos del oficio; mas que leer sus obras, devoraba
las entrevistas donde contaban como hacían lo que hacían. Lo que no sabía en ese
momento era que el mejor secreto ya lo conocía y lo aplicaba de tiempo atrás,
desde que su profesor de la universidad, Memo Ánjel, le dio el consejo al que
le debe la publicación de la mayoría de sus libros: anotar en un cuaderno todas
su ideas y pensamientos y no en papelitos, pues se pierden, y si no se pierden
no los organiza nadie.
Hoy tiene cien cuadernos con
las anotaciones de más de veinte años de observaciones, de recuerdos trágicos y
alegres, de ideas para posibles títulos, artículos, capítulos; de apreciaciones
sobre la cotidianidad y sobre esos rostros que lo atraen desde siempre, desde
cuando se paraba a ver pasar gente en el parque de Berrío, rostros que no han
dejado de atraparlo ni en Manhattan, ni en aviones, ni en el metro, ni cuando
da sus clases de español y literatura latinoamericana en Nueva York. Gracias a
esos cuadernos y a la organización con que los etiqueta por temas, ha logrado
hallar el hilo de varios de sus cuentos y novelas y hacerlos publicables. En cuanto
a la disciplina, esa con la que trabaja día y noche, la aprendió de otro
maestro, del Nobel García Márquez, mientras escribía un libro sobre sus años de
reportero, texto que a la postre le abrió las puertas de la academia
estadounidense a la que pertenece hace 12 años. Con García Márquez aprendió que
para escribir, más que inspiración se requiere músculo, ejercitarse día a día
con un trabajo disciplinado, practicar sin tregua para desarrollar la habilidad
y evitar que se atrofie. Y como es escritor prolífico, galardonado en distintas
latitudes, y ya sabemos cómo escribe, le preguntamos entonces y por último cuál
sería su consejo: “Escriba sin pensar, suéltese, porque pensar mucho, bloquea”,
nos dice sin dejar de causarnos un cierto desconcierto. “Olvídese de la
grabadora y redacte como si le estuviera contando la historia a una amiga”,
concluye. Gracias escritor, seguiremos la recomendación, al menos en este
reportaje.
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