Texto publicado en El Universal de Cartagena, el 11 de agosto de 1993.
Escuela La Milagrosa
Un título atractivo que llame la atención
La niña de segundo se llama Giovanna y cuando grande
quiere ser pintora. Los niños de cuarto y de quinto quieren ser electricistas,
beisbolistas, médicos, doctoras, ejecutivas, aviadores o cadetes. Están
sentados en una salita cerca del patio de la Escuela La Milagrosa, en
Getsemaní. Les hacemos preguntas para un reportaje.
La escuela está en una casa antigua y agradable. Los salones
son cuartos pequeños y acogedores. Allí el concepto de educación se está
renovando y ese hecho ha sido reconocido por la OEA y el Ministerio de
Educación.
Ni en las tardes, ni en las noches, ni siquiera en
vacaciones, lo niños se quieren ir.
Un hombre nuevo
Muchas son las críticas que se le han hecho a la
educación en Colombia: que no educa, que no forma, que sólo se limita al
cotorreo, la repetición inútil de cosas aprendidas de memoria.
Otra de las objeciones es que o imparte conocimientos
verdaderamente útiles y prácticos para los estudiantes, que los llena de
saberes que nunca podrán aprovechar.
Pensando en esos problemas la escuela La Milagrosa se
puso en práctica hace seis años un novedoso programa. Fueron pioneros en
Colombia y América. Se adelantaron en cuatro años a las innovaciones educativas
de la nueva Constitución.
Lo primero fue hacer un análisis de la realidad del
barrio y establecer sus necesidades. Había que estudiar las características de los
habitantes de Getsemaní, determinar la influencia del traslado del mercado
público a Bazurto e identificar los riesgos principales para la juventud. Luego
había que adaptar la educación a esas necesidades. De allí salió un plan de
trabajo con cuatro puntos básicos: fomento de las organizaciones juveniles,
formación para mejorar la calidad de la educación, talleres de formación creativa
y sanidad ambiental.
El trabajo en organizaciones
juveniles pretende que los jóvenes lideren grupos de trabajo con proyección
a la comunidad. Se busca que más tarde asuman las riendas del barrio con
responsabilidad.
La formación para
mejorar la calidad de la educación busca que los programas educativos se
adapten a la realidad inmediata que viven los niños. Se trata de impartirles
conocimientos vinculados directamente con su realidad. Así, las ciencias les
hablan de su entorno biológico, la historia de los hechos en los que su barrio
y su ciudad han sido escenario.
Lo de los talleres
es uno de los puntos más exitosos del programa. Como la mayoría de los padres
de los niños trabaja todo el día, para evitar que quedaran solos en las casas o
en las calles (con el riesgo de las pandillas y la drogadicción), se crearon los
talleres. Los niños que estudian pro la mañana asisten por la tarde, y viceversa.
Al preguntarles qué prefieren, si las clases o los
talleres, la salita junto al patio se llena de sonrisas y todos responden
que los talleres.
Hay música, pintura, danza, historia de Cartagena, teatro
y manualidades; cada uno escoge el que quiera.
El último punto del programa es el de Sanidad ambiental. Incluye actividades de restaurante escolar,
coordinadas por nutricionistas del Bienestar Familiar, y cuenta con la ayuda de
los padres de familia.
Sanidad Ambiental se encarga también de hacerle un
seguimiento a la talla y el peso de los niños, de adelantar jornadas de
vacunación y consultas médicas. Coordina, además, la farmacia comunitaria.
Los resultados no siempre se perciben con facilidad; pero
se están dando. Para la rectora de la Escuela, Cecilia González, el objetivo de
todas las personas vinculadas a la escuela La Milagrosa es formar hombres nuevos,
con nuevos valores, a quienes el medio no los absorba y manipule. Destaca el
papel del Círculo de Obreros y de la Fundación Social de Bogotá, como los
principales impulsores del proyecto.
Pide que pongamos un título sugestivo para que la gente
lea el artículo y se interese por lo que hacen. Habla de las visitas a las
casas de los estudiantes, del trabajo conjunto con los padres. Dice que entre los
proyectos futuros está el de extender las actividades de la escuela a la
secundaria, para poder hacer una labor más permanente y duradera. Dice que no
mencionemos nombres, ni siquiera el suyo, que lo que allí se hace es el
esfuerzo de un equipo.
El mundo de los hijos
Al preguntarles qué programas de televisión prefieren, los
niños de cuarto responden que La hora Warner, Nubeluz, La batalla final, Los
magníficos y Mc Gyver. La niña de segundo responde: “Baila conmigo”.
Tal vez hasta que no cambie todo: la televisión, la
sociedad, la familia, no sea posible encontrar a esos hombres nuevos. Tal vez haya que esperar mucho para que los sueños y los pensamientos de los niños no se endurezcan con los años. Pero, que el mundo no cambie, no es excusa
para no intentar cambiarlo. Eso parecen tenerlo muy claro en la escuela La
Milagrosa.
Al preguntarles cuántos hijos quieren tener, los niños de
cuarto y quinto responden que dos o tres. Sólo Giovanna, la niña de segundo que
recoge caracoles en el patio y sueña con ser pintora, responde que no quiere
tener hijos, “porque eso es muy maluco”.
Y tiene razón, en parte. Tener hijos es maluco si esos
hijos ya no encuentran caracoles en los patios ni les permiten soñar que serán
grandes pintores.
El Universal, 11
de agosto de 1993
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