Así empezaron los talleres de la
Fundación para un Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI)
Texto publicado en El Universal de Cartagena, el 4 de abril de 1995.
Cada uno de los actos que componen nuestra vida se llena
de sentido con el paso de los años.
La evidencia de este hecho se ve por estos días en la
sede de un periódico muy viejo con unas salas enormes llamado El Universal.
Después de un largo viaje de décadas, ha regresado lleno
de gloria un hombre que dio sus primeros pasos en este diario, y la vida del
periódico y del viejo reportero han adquirido un sentido adicional.
Un poco de
historia patria
Uno de los mayores motivos de orgullo que tiene El
Universal, en sus 47 años de trayectoria periodística, es el de haber servido
de escenario para que Gabriel Gar4cía Márquez –el colombiano más célebre de
todos los tiempos– diera sus primeros pasos como periodista y empezara a
definir su vocación literaria.
En mayo de 1948, García Márquez llegó a Cartagena huyendo
del “bogotazo. Tenía veintiún años y su trayectoria, hasta ese momento, se
limitaba a dos cuentos publicados en El Espectador y dos semestres de Derecho
cursados en la Universidad nacional de Bogotá. Vino a esta ciudad a seguir sus
estudios en la Universidad de Cartagena, pero había un tiempo libre que quería
aprovechar.
Joven, flaco e inexperto, García Márquez llegó a El
Universal –un periódico nuevo, pequeño y contestatario– el 19 de mayo de 1948.
Desde ese momento, y hasta finales de 1949, se vinculó a la vida de ese diario
y tuvo allí experiencias primordiales.
En la vieja casona de la Calle San Juan de Dios –donde
funcionó el periódico durante 43 años–, Gabriel García Márquez convivió con
personas decisivas en su formación, entre ellas el jefe de redacción, Clemente
Manuel Zabala.
Al lado de ese hombre reservado, nervioso y excesivamente
culto –mezcla de indígena y vasco– García Márquez aprendió a torcerle el cuello
al cisne de las viejas retóricas, comprendió más claramente los alcances
insospechados que puede tener la realidad –capaz de llegar más lejos que la
imaginación–y supo del compromiso vital y artístico que significa hacer buen
periodismo.
Pero eso no fue todo. El contacto humano con personas
como Héctor Rojas Herazo –un telúrico artista de muchos frentes– y Gustavo
Ibarra Merlano –un poeta luminoso y profundo– contribuyó a enriquecer aun más
aquella experiencia inicial.
Al lado de seres como esos, en medio del fragor del
periodismo, escribiendo columnas de opinión, crónicas, discursos o simples
noticias, ese joven estudiante de derecho comprendió que jamás sería abogado,
pudo ver con claridad su destino de palabras.
Ahí, en esa casa raquítica de la Calle San Juan de Dios,
durante los últimos años de la década del cuarenta, Gabito –como le decían
entonces a ese joven alegre y promisorio– asistió a su primera escuela de
periodismo.
Ha vuelto
Gabito
Ahora Gabito ha regresado a El Universal. Después de un
largo viaje de décadas, ha vuelto lleno de gloria ese joven reportero que dio
susu primerso pasos en este diario.
Ambos, el hombre y el periódico, han cambiado. El uno ha
dejado su frágil anonimato de aquel tiempo para ser uno de los escritores más
famosos y respetados del planeta, un hombre con un sitio asegurado en la
inmortalidad. El otro, ha cambiado de sede, se ha modernizado y es una próspera
empresa. Ambos se parecen muy poco a lo
que eran la primera vez que se encontraron.
Pero el motivo del reencuentro llena de significados esa
lejana experiencia compartida, cuando ambos sólo eran proyectos esperanzados.
Una escuela
de periodismo
En 1994, Gabriel García Márquez volvió a sorprender al
mundo al anunciar la creación de una Escuela de Periodismo. En esa ocasión
recordó su trayectoria en el que ha denominado 'el oficio más hermoso del mundo'
y recalcó la importancia de ese oficio en su carrera literaria.
El anuncio de que la Escuela de Periodismo tendría como
sede a la ciudad de Cartagena, se sumó a una serie de actividades y proyectos
que Gabriel García Márquez ha adelantado, en los últimos años, con la ciudad como
epicentro.
La construcción de la casa de sus sueños, la colaboración
incondicional con el Festival de Cine y el hecho de que la ciudad sea escenario,
total o parcial, de sus tres últimas novelas, habla de un verdadero romance,
del escritor hoy consagrado, con la ciudad que fue testigo de sus primeros pasos.
Ahora la Escuela de Periodismo ha comenzado a trabajar.
Por circunstancias que tal vez nadie consiga explicar
completamente, el primer curso de la Escuela se viene realizando en el
periódico donde Gabriel García Márquez aprendió a hacer periodismo. Un círculo
extraño y enorme de tiempo se ha cerrado en el momento en que ese joven
reportero ha regresado, ahora convertido en el maestro.
En la mañana del primer lunes de abril de 1995, ha llegado
un grupo de reporteros jóvenes y tímidos –de diferentes partes del país– a recibir
las enseñanzas que él quiere proporcionarles.
Muchos de ellos han visto por primera vez de cerca a ese
hombre mítico y famoso, han escuchado su voz de hombre satisfecho con la vida
que ha forjado.
Y en el fondo de todo eso, rebosante
de sentido, cargado de profundas resonancias, está un día remoto de hace
cuarenta y siete años, cuando este maestro era un joven tan perdido como ellos
que cruzó lleno de susto y de esperanza la puerta de un periódico, ignorando
que el secreto que buscaba en ese sitio se veía claramente encima de la puerta
que acababa de cruzar.
El Universal, martes 4 de abril de
1995, página cinco.
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