La calle estaba desierta. ¿Quién sería el primero que usó esa palabra para hablar de lugares vacíos?
Unas cuantas personas en el segundo piso de una casa muy
vieja: ocasionales asomos al balcón para ver a esos dos que hablan y hablan.
Están sentados en una acera. Ella acaricia su pelo. Toma mechones largos y delgados. Juega a ensortijarlos. Usa el cabello como una cortina.
Él está nervioso y fuma, pero también está contento.
Habla, gesticula. Los ojos le brillan.
Ella le ha preguntado si sabe leer los ojos.
Él ha dicho que no. Sabe que lo está provocando.
Ella lo mira con gesto de estar pensando algo.
Él cree saber lo que está pensando.
–Veo una A –dice.
Ella sonríe.
–Veo una M.
Cree saber para donde va.
–Veo una B.
El desconcierto le arruga la frente. Él se apresura a
completar la palabra.
–Una I, una G, una U con diéresis, una E, una D una A una
D.
Ella no alcanza a formar la palabra. Busca un lapicero y
le pide que diga las letras nuevamente.
Él vuelve a deletrear la palabra ambigüedad.
Ella dice que no, que no era eso lo que decían sus ojos.
Él pregunta en qué se ha equivocado.
Ella empieza a tachar letras. Solo quedan la I, la U sin
diéresis y la E.
Él propone jugar al ahorcado.
Ella escribe ocho líneas.
La E en la segunda y la sexta casillas. La U y la I en la cuarta y la quinta.
Él se equivoca de manera intencional, hasta que se
encuentra a punto de morir.
Luego dice las letras necesarias.
De "La ciudad de los crepúsculos"
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