Texto
publicado en el suplemento Dominical
de
El Universal, de Cartagena, el 26 de mayo de 1991.
1.
UN MURCIÉLAGO GIGANTE Y FATIGADO
Llega
primero por el aire. Anuncia su presencia con sonidos provenientes de emisoras
y altavoces. Llega en forma de música y palabras que invitan a la risa y al
asombro, en medio de promesas de aventuras, de emociones fuertes, de alegría,
de experiencias que prometen hacerse inolvidables.
Entonces
llega lo demás. Llegan los enormes camiones con placas mexicanas, de los que
van saliendo, como por arte de magia, varillas, cercas, cables, cuerdas,
tornillos gigantes, luces multicolores, banderas azules y rojas y blancas,
animales digno de un arca de Noé: elefantes, caballos, focas, llamas, tigres,
ponys, camellos y chimpancés, un muñeco gigante llamado King Kong y una enorme
carpa que en muy pocas horas se yergue imponente, como un gran murciélago que
tras largo viaje por fin ha encontrado un sitio propicio para pernoctar.
Ese
mismo día, o al día siguiente, llegan los artistas. Viajan en vehículos
pequeños que son sus hogares. Es una gran familia de hombres taciturnos, de
mujeres silenciosas que parecen saberlo todo, de niños que sueñan con el día en
que podrán salir al escenario: niños curiosos en cuyos rostros se ve que el circo
nunca morirá, niños que observan, que deciden lo que más tarde quieren ser y
que a ratos lanzan secretas miradas a la enorme carpa. La carpa: lo único que
no cambia en ese vertiginoso sucederse de ciudades, esa presencia tranquilizadora
que los acoge a todos bajo sus alas y en las noches se llena de gentes y de
carcajadas.
2.
LOS PAYASOS SON INVISIBLES DURANTE EL DÍA
Al
pasar por un circo, algo mágico sucede con nuestra mirada. Algo se enciende en
nuestros ojos apagados.
Uno
no puede evitar comprobar el ruidoso contraste de un circo justo al lado de un
monumento a la guerra. Es imposible dejar de pensar que ese frágil monumento a
la ilusión se burla de las armas y el poder, los ignora con desdén.
En
el día, viendo a esos hombres curtidos que clavan estacas, a esas mujeres que
sirven comidas en platos gigantes, a esos abnegados cuidadores de animales, se
tiene la sensación de que ha llegado un nuevo barrio a la ciudad. Un barrio
diferente a todos los demás.
A
ese barrio nunca le faltan visitantes. Siempre ha y personas pegadas a sus
cercas, queriendo ver la cara diurna de esa maravilla, preguntándose dónde
están los payasos y los domadores, qué ardid emplea el mago para no dejarse
ver.
La
presencia de un circo nunca pasa inadvertida, especialmente para un niño. No es
posible seguir de largo cuando en nuestro camino se nos presenta la posibilidad
de regalarle un mango a un elefante o de intercambiar gestos con un chimpancé.
A
los niños los circos los seducen sin palabras, los colma de asombros
indescriptibles, lo obliga a pedir de todas las formas posibles que les
permitan ser testigos del milagro que se produce en la noche, durante la
función. A los granes, los llena de nostalgia, de recuerdos de mejores épocas,
de inocencias perdidas, de alegrías desde hace tiempo no sentidas.
Como
una enorme tela de araña, el circo nos llama, nos promete que en la noche
seremos testigos del milagro, que veremos lo no visto; nos seduce y nos atrapa
con su sabor de maravilla pasajera que en cualquier momento desaparecerá, al conjuro
de los mismos pases mágicos que ahora la han puesto en este lugar.
3.
UN HOMBRE MUY SERIO LLAMADO BAMBINO
En
un negocio en el que se venden sueños, alguno debe tener los pies en el suelo.
A alguien le toca pensar en dinero, gastos, impuestos, comida para artistas,
operarios y animales, permisos, publicidad, contabilidad, todas esas cosas que
hay que tener muy presentes cuando se trata de conservar las frágiles vidas de
los circos.
En
el circo King Bros, esta labor terrenal la cumple Bambino. Bambino es un hombre
de circo. Nació en Tunja hace treinta y tres años, en un circo. Debutó a los
tres años como artista. A los trece ya era empresario y aún, de vez en cuando,
se quita el disfraz de persona para ser payaso.
De
su cuerpo pequeño sale un vozarrón que parece tenerlo todo controlado. Bambino
dispone, ordena, muestra donde debe ponerse una carpa o una jaula, cuál es el
mejor sitio para situar a los elefantes, cuál es la hora apropiada para hacer
la promoción por la ciudad con altavoces.
Bambino
es un Quijote con cuerpo de Sancho Panza, un arquitecto mago que en horas erige
o desmonta ciudades, un payaso que ha comprendido que alguien tiene que ponerle
el rostro al mundo, alguien tiene que hablar el lenguaje de los que no sueñan,
para que su ciudadela de ilusiones pueda seguir arrastrando por el mundo su
mensaje.
Siempre
lo más difícil es partir o llegar, activar el espíritu nómada que alienta a los
circos. Al marcharse, muchas costumbres han empezado a arraigarse. Cuesta dejar
un lugar que después de un mes se ha hecho familiar. Al llegar hay siempre incertidumbre,
temores, recelos con las caras nuevas que se acercan a hablar y a curiosear. Al
marcharse y al llegar es cuando más trabajo hay y es allí cuando la figura de Bambino
se erige, decide, gobierna con una dureza amable que a veces se permite
filosofar sobre su oficio.
Bambino
dice: “Es el payaso, en esta vida, a quien Dios destinó a sufrir; pues tiene
que hacer reír, aunque tenga el alma herida”.
Pero
de inmediato salta el payaso que lleva por dentro a disolver la trascendencia y
nos cuenta lo buen padre que es: “Soy tan buen padre que a cada uno de mis
quince hijos de le tengo una distinta mamá”.
Entonces
uno piensa que la vida del payaso no es tan extremadamente triste como muchos
la quieren mostrar, que la vida de payaso es una vida de payaso y nada más.
El
día que el Circo Espacial surcó el espacio quedó demostrado, de la manera más
patética, el tragicómico destino de los circos.
Fue
por un vendaval en Barrancabermeja, en el año 81. Este hecho pone a Bambino a
meditar sobre la frágil naturaleza de los circos
“En
el circo es más fácil quebrarse que seguir”, dice con su voz de locutor.
Sigue
entonces contando sus experiencias artísticas: payaso a los tres años, trapecio
sencillo a los cuatro, doble cruce de cuchillos a los cinco (¡Dios mío! ¿Qué
madre deja que su hijo de cinco años juegue con cuchillos?). Nos habla de su
paso por Animalandia, por el Nueva Ola Circus, por el Circo de Bebé; etapas
quemadas, porque los circos mueren pero el artista no. Entonces nos damos
cuenta de que la trashumancia es mayor, que no sólo el circo se mueve, que
también sus habitantes se mueven y hoy están en un circo aquí y mañana en otro.
Todo depende del empresario (“Tu número permanecerá en el programa hasta que
consigamos a alguien mejor”).
“Tal
es la vida de los circos: un día sí, otro no. Un circo se quiebra, surge otro.
Hoy estás aquí, mañana en otro lugar. Total, siempre habrá circos”.
5.
LAS ENTREVISTAS SE CONCEDEN A LA HORA DE LA FUNCIÓN
Mejor
olvidarse de los asuntos económicos. Mejor entrar a charlar con los muchachos.
Claro, si ellos quieren charlar. El problema es que casi ninguno desea charlar.
Uno
revisa las ruedas de la bicicleta en la que hará equilibrio; no parece
interesado en que lo interrumpan. Unos malabaristas dicen que mejor hablan por
la noche, a la hora de la función. Hacer hablar al que amaestra la foca es más
difícil que hacer hablar a la foca.
Junto
a un coche-cama, una mujer sirve a los hombres rebosantes platos de comida para
calmar el hambre que provocan los trabajos de instalación. También ellos dicen
que mejor hablan a la hora de la función.
Al
parecer nadie quiere hablar. Intentémoslo por última vez con este señor de
gesto desesperado.
6.
EL SHOW DEL MAGO MERLIN
Merlin
es un mago saltarín. Aunque eso no lo sabemos por ahora. Ese rasgo de carácter
sólo lo conoceremos en el momento de la función. Por ahora sólo vemos a un señor
atareado armando una mesa de varillas.
Al
principio parece que no quiere hablar, pero tampoco sale con el cuento de que
las entrevistas se conceden a la hora de la función.
De
pronto, como por arte de magia, Merlin no está contando que a los nueve años se
escapó de su casa en Santiago de Chile para irse con un circo, que sus padres
lo buscaron pero no lo encontraron. “Yo era loco por el circo”.
Fue
trapecista, acróbata, adiestró doce perros y, por una úlcera, se dedicó a la
magia.
Aprendió
de un mago austriaco al que le veía preparar los trucos. La primera vez que actuó
como mago estaba paralizado por el miedo. Se quedó como una piedra, sin poder
traspasar el telón y fue arrojado al escenario por su esposa, quien lo empujó y
le dijo: "Ahora".
Pronto
era un gran mago. Sus momentos de gloria fueron en el Circo Mágico de la Risa,
en Perú, donde llegó a actuar ante diez mil personas.
“El
circo es duro”, admite Merlin. “Siempre hay algo que hacer. Algo que el mundo
ha perdido es el gusto de hacer las cosas con sacrifico, de trabajar honradamente.
Yo en cambio, en el circo, nunca aprendí malas costumbres. Tengo un criterio
formado.”
El
mago revisa que todo esté listo para el número del baúl relámpago, para el
escape del baúl, para la levitación de la escoba y el jardín de flores. Confirma
que la varita mágica esté en su lugar.
Dice
que su sueño es tener su propia compañía de magia, a la que piensa llama “El
Show Mágico del Mago Merlin y su Teatro”.
Con
esfuerzo ha venido ahorrando dinero para lo que necesita. Ya en Chile tiene
unos equipos de sonido y estima que en unos tres años puede estar inaugurando
sus giras por ese país.
Pero,
para eso, hay que trabajar. Merlin debe mantener la nueva familia que ha
decidido formar. Tiene hijos grandes, de 26 y 24 años, pero ahora hay una mujer
y dos hijos pequeños, de ocho meses y tres años, quienes viven con él. Hay que
sacar dinero para la familia y para ir comprando cosas para el proyecto de ser
dueño de su propio espectáculo.
Merlin
deja los objetos de su número de magia para ir a preparar el número de King Kong, que un día le
ofrecieron porque era el que más ese preocupaba por el mantenimiento del
muñeco. Es el último número de la función y Merlin lo hace para ganar dinero
extra.
Merlin
piensa que su presión se está poniendo alta, que es mejor tener salud que
riquezas, que ojalá no tengan que volverlo a sacar, como sucedió una vez, del
circo rumbo a un hospital por culpa de la presión.
Antes
de irse a preparar a King Kong, Merlin vuelve a revisar que todo le haya
quedado listo: los baúles, las escobas, las espadas y la varita mágica que de
este lado del telón o le sirve para nada.
–Ojalá
vengan más mañana.
8.
UN TELÓN DEL QUE SALEN MONTONES DE ARTISTAS
Hay
que tener ojos de niño para imaginar el enorme baúl mágico del que salen las
maravillas que llegan al escenario. Hay que tener intacto el poder de
asombrarse para sentir que tras las cortinas late una multitud agazapada de
seres fantásticos esperando mostrarnos sus virtudes. Hay que ser un vil adulto
para salirle al encuentro al desencanto, como cuando se comprueba que no hay
nada detrás de los espejos.
Allá,
detrás de las cortinas sólo hay silencio. Un mago que prepara nervioso sus números,
animales que esperan callados, artistas que van al camerino a cambiarse la personalidad, payasos que
esperan fumando y unas alegres y simpáticas muchachas que entran, se cambian,
vuelven a salir y combaten la ansiedad con risas y comentarios.
Entonces
se comprende por qué los artistas pedían hablar al momento de la función. No es
que pensaran revelar grandes de cosas de sus vidas, sólo pedían ser escuchados
por lo que hacían al salir al escenario, por esa magia que hace que al
traspasar el telón quede atrás la persona cotidiana y salga radiante,
exhibiendo hermosos trajes o pieles, el valeroso domador, el chistoso payaso, los
arriesgados trapecistas, el sorprendente mago, los descomunales animales y las
feroces fieras. El telón de un circo, ese sitio por el que el espectáculo sale
al escenario, es el centro misterioso de lo que allí sucede, es el punto donde
se rompe la realidad y empieza el milagro.
9.
CUANDO LA BELLEZA SE DISFRAZA DE BELLEZA
Son
la alegría de la casa. Mientras los hombres callan, ellas ríen, entran y salen
juguetonas del tráiler, cada vez con vestidos distintos e igualmente bellos.
Son
hermosas. Para un niño parecen caídas del cielo.
No
sabría decirse cuántos años tienen. Su aspecto no tiene edad. Lo mismo podría
decirse quince que cincuenta. Se llenan de maquillaje. La mayoría tienen el
pelo decolorado, porque las monas ya se sabe. Es imposible ocultar algunos
gorditos y asomos de celulitis. Pero son hermosas. Aun debajo de ese maquillaje
y esos cabellos de falso color, son hermosas. Tienen la alegre ingenuidad de
unas muchachas de pueblo.
Son
tímidas, risueñas, juguetonas. Algunas queriendo posar de mujeres de mundo,
pero todas con un alma transparente.
Mujeres
que, tras el telón, hablando entre ellas o emocionadas porque saldrán en un
periódico, producen un bello sentimiento de tristeza (¿o será mejor decir un
triste sentimiento de belleza?).
10.
OPINIONES DE UN CAMELLO
“Las
noches se hicieron para dormir”.
Sentados
sobre dos mesas, un hombre y tres chimpancés esperan en silencio el momento de
actuar. Les toca el número que sigue.
En
las estrechas jaulas, los tigres –incluido el sagrado tigre blanco de la
India–duermen con las patas para arriba y sueñan que corren por praderas
inmensas.
Atados
a unos trailers, dos tigres pequeños juegan a arañarse.
Con
paciencia de elefante, los elefantes se dejan poner los adornos en la frente que
son su disfraz.
Las
llamas mantienen los cuellos erguidos, esperando el momento de trabajar.
El
pony agacha la cabeza y sobrelleva en silencio su complejo de estatura.
El
camello duerme, o finge que duerme. No puede acostumbrarse a su vida de camello
diferente. Algo en la sangre le dice que las noches no se hicieron para
trabajar, que las noches no son buenas para viajar en el desierto. Pero él no
es un camello de desierto, es un peculiar animal de circo al que varias veces
en la noche despiertan de su sueño, lo obligan a levantarse, ponen en torno a
sus gibas una tela roja con hilos dorados y lo sacan a darle varias vueltas a
la pista a toda velocidad.
“Las
noches no se hicieron para trabajar”.
11.
ESPÉRATE, ACTÚO Y REGRESO
Pero
es a los niños a quienes sacia un circo. Los adultos vemos lo malo; los niños,
lo asombroso. Es a ellos a quienes van dirigidos los esfuerzos de todos los que
tienen que ver con el circo. Es ante los niños que desfila esa demencial
sucesión de maravillas, es a su imaginación que se dirigen todos esos seres
pintarrajeados, es con sus consciencias que quieren hablar, para decirles que
la vida no es solo competencia, que es más importante aprender a soñar, porque
la vida también es un sueño y el mundo es un circo sin carpa.
12.
LA INJUSTA MUERTE DE KING KONG
El circo también les habla a los
sentimientos. Siempre hay un hombre congeniando con un animal. Siempre hay
bondad, ayuda, dedicación, amor por lo que se hace, y la abrupta presencia del
mal encarnado en brujas y cazadores.
El
bien no siempre gana. Al comienzo de la función, el mago Merlin ha vencido a
unas brujas en el número de las levitaciones. Pero al final King Kong, con Merlin
dentro de él moviendo sus cables, perece a manos de enceguecidos cazadores.
La
metáfora es clara: ganes o pierdas, siempre tendrás que seguir enfrentándote al
mal, y si eres tan bueno e ingenuo como el pobre King Kong, te verán como un
monstruo y lo más seguro es que perderás.
Pero
el circo es de los niños y a ellos les queda el asombro, el estupor ante la
maldad de los hombres, las ganas de no dejar impune la muerte de King Kong, el
último número de la función.
Entonces,
uno de los locutores agradece la presencia del respetable. Lo invita a difundir
la calidad del espectáculo, si le gustó, y anuncia el desfile final de los artistas,
la última visita que esos seres harán por esa noche al lugar mágico.
Son
los artistas los que se aplauden a sí mismos. Entre ellos se felicitan por lo
bien que todo ha salido. Están contentos y cansados, la maravilla cansa. Piensan
que dentro de poco podrán acostarse a dormir. El primer día de funciones en la
nueva ciudad ha terminado y siguen bien.
El
público se ha vuelto pronto para marcharse; es tarde y los niños tienen que
madrugar. Por eso nadie se queda a ver la conversación en la pista al fin de la
noche, cuando todos discuten cómo pintan las cosas en esta nueva plaza.
Lo
que sigue son las ceremonias de una pequeña ciudad que se apresta a dormir. El cansancio
es grande. Ojalá el público responda, piensan antes de dormirse. En pocos días
empezarán a tejerse lazos efímeros con la gente del lugar. ¡Ja!, el locutor se
equivocó con el nombre de la ciudad, qué divertida es la fuerza de la
costumbre. ¡Shh! Duermen. El circo duerme. También ellos tienen derecho a
soñar.