viernes, 28 de febrero de 2014

En el libro vivo


Con mucha reticencia, me dejé involucrar en el asunto. La colega colombiana en la universidad había llevado un grupo de estudiantes a San Andrés —dos años atrás— y la expe­riencia seguía generando comentarios favorables y entu­siastas. Insistió en que mi conocimiento de la vida y la obra de Gabriel García Márquez permitiría hacer un viaje similar a Cartagena y otras partes del Caribe colombiano. Al final accedí, con la con­dición de que ella me ayudara con los asuntos prácticos. Soy capaz de hablar por horas sobre el amor, la locura o la muerte, pero me declaro incapaz de programar una cena o reservar un hotel. A mediados de enero empezamos el curso y discutimos con detalle El amor en los tiempos del cólera. En las páginas del libro nos fuimos adentrando en ese mundo que en sólo cuestión de días se materializaría ante nosotros.

Llegamos a Cartagena, dos profesores y once estu­diantes, el sábado 15 de febrero a las nueve de la mañana. Fugitivos del invierno, acogimos sonrientes el calor y la brisa que vinieron a buscarnos al interior del avión. Era un grupo diverso: algunos habían viajado bastante, otros salían de su país por primera vez. Sólo cuatro tenían vínculos con el mundo hispano: una chica de origen domi­nicano, una mexicana, una colombiana y otra chica cuya madre nació en Colombia, pero se la llevaron de tres años y nunca regresó. Dos de los estudiantes estado­uni­denses habían visitado San Andrés y tenían una idea de lo que verían. Para el resto el lugar al que llegábamos era todo un territorio inexplorado. 



En el viaje visitamos los lugares obligados: hicimos el reco­rrido por la ciudad vieja y vimos los sitios y costumbres que inspiraron la historia de Fermina y Florentino. También nos preparamos para la lectura que haremos de Cien años de soledad. Fuimos a Aracataca, vimos la casa museo, nos bañamos en el río. En la Quinta de San Pedro Alejandrino conocimos detalles de la muerte de Bolívar y de la masacre de las bananeras. En Barran­quilla visitamos La Cueva y el Museo del Caribe. Fuimos juiciosos a la hora de estudiar, pero también nos Diver­timos. Exploramos la vida nocturna de Cartagena, hici­mos paseos en coche, navegamos y buceamos en las islas del Rosario. Mientras los chicos se divertían con el paisaje y con la gente, yo me divertía observándolo. Me llenaba de orgullo comprobar que sabían más de la obra de García Márquez que muchos colombianos. Su alegría me llenaba de alegría. Todo esto habría hecho este viaje memorable, inolvidable, incluso si no hubiera ocurrido lo más memorable: nuestra visita a los barrios populares, nuestro encuentro con los sectores de Carta­gena donde no llegan los turistas.

Ocurrió el lunes 17 de febrero. De la mano de Ofelia Castillo, empezamos a entender la manera como Carta­gena y Colombia esconden sus miserias, como las desa­parecen de los medios, como se llega incluso a estig­matizar a los pobres y desplazados como los malos de la película. Con asombro inocultable, el grupo de estu­diantes comprendió que detrás de la imagen bonita de la ciudad se esconden los infiernos del narcotráfico y la prostitución infantil, las secuelas de una guerra que lleva muchas décadas. Al día siguiente, superado el impacto, pudieron hablar. Ocurrió en una de las salas de ese diario El Universal que me dio la oportunidad de alzar el vuelo hacia el País del Sueño. Los estudiantes empezaron a expresar lo que habían sentido con ese contacto directo con la pobreza verdadera, con multitudes que conviven con el miedo, con niños que ríen y se divierten a pesar de tener hambre

       No tuve que decir ni una palabra, pero siento que ha sido mi mejor clase.



Publicado en Vivir en El Poblado el 28 de febrero de 2014.






2 comentarios:

  1. YO QUIERO ESTAR EN EL LIBRO VIVO QUE CUENTA LAS HISTORIAS MARAVILLOSAS DE VIDA CON UN GRAN ESCRITOR QUE TRANSMITE MUCHOS SENTIDOS EN ESAS HISTORIAS MARAVILLOSAS DESDE TU ARTE
    ME FASINAN

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  2. Yo anticipapaba lo que sentirías y que esta clase iba a ser una de las mejores hasta ahora en tu vida.
    Te anticipo también que regresaremos a Cartagena muchas veces más con otros tantos estudiantes porque ya hemos hecho el contacto y no podemos dejarlo allí...

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