La crónica de cuando empezó la FNPI,
la Fundación de Gabo
El Universal, martes 4 de abril de 1995, página cinco.
Por Gustavo Arango
Cada
uno de los actos que componen nuestra vida se llena de sentido con el paso de
los años. La
evidencia de este hecho se ve por estos días en la sede de un periódico muy
viejo con unas salas enormes llamado El Universal.
Después
de un largo viaje de décadas, ha regresado lleno de gloria un hombre que dio
sus primeros pasos en este diario, y la vida del periódico y del viejo
reportero han adquirido un sentido adicional.
Ambos,
el hombre y el periódico, han cambiado. El uno ha dejado su frágil anonimato de
aquel tiempo para ser uno de los escritores más famosos y respetados del
planeta, un hombre con un sitio asegurado en la inmortalidad. El otro, ha cambiado
de sede, se ha modernizado y es una próspera empresa. Ambos se parecen muy poco
a lo que eran la primera vez que se encontraron.
Pero
el motivo del reencuentro llena de significados esa lejana experiencia
compartida, cuando ambos sólo eran proyectos esperanzados.
Una escuela de periodismo
En
1994, Gabriel García Márquez volvió a sorprender al mundo al anunciar la
creación de una Escuela de Periodismo. En esa ocasión recordó su trayectoria en
el que ha denominado ‘el oficio más hermoso del mundo’ y recalcó la importancia
de ese oficio en su carrera literaria.
El
anuncio de que la Escuela de Periodismo tendría como sede la ciudad de
Cartagena, se sumó a una serie de actividades y proyectos que Gabriel García
Márquez ha adelantado, en los últimos años, con la ciudad como epicentro.
La
construcción de la casa de sus sueños, la colaboración incondicional con el
Festival de Cine y el hecho de que la ciudad sea escenario, total o parcial, de
sus tres últimas novelas, habla de un verdadero romance, del escritor hoy
consagrado, con la ciudad que fue testigo de sus primeros pasos.
Ahora
la Escuela de Periodismo ha comenzado a trabajar.
Por
circunstancias que tal vez nadie consiga explicar completamente, el primer
curso de la Escuela se viene realizando en el periódico donde Gabriel García
Márquez aprendió a hacer periodismo. Un círculo extraño y enorme de tiempo se
ha cerrado en el momento en que ese joven reportero ha regresado, ahora
convertido en el maestro.
En
la mañana del primer lunes de abril de 1995, ha llegado un grupo de reporteros
jóvenes y tímidos –de diferentes partes del país– a recibir las enseñanzas que
él quiere proporcionarles.
Muchos
de ellos han visto por primera vez de cerca a ese hombre mítico y famoso, han
escuchado su voz de hombre satisfecho con la vida que ha forjado.
Y
en el fondo de todo eso, rebosante de sentido, cargado de profundas
resonancias, está un día remoto de hace cuarenta y siete años, cuando este
maestro era un joven tan perdido como ellos que cruzó lleno de susto y de
esperanza la puerta de un periódico, ignorando que el secreto que buscaba en
ese sitio se veía claramente encima de la puerta que acababa de cruzar.
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