Dibujo por Guyra/Deviant Art
Ahora abre los ojos y ve el
loro de tela que sobrevuela su cama.
El
único problema era que el tiempo hacía menos precisas las adivinaciones.
Hoy
se siente agobiada, maltrecha por los días y los meses de vida con límites
exactos, horarios como rejas que le impiden salirse de un camino muchas veces
recorrido, borroso ya por la costumbre y el hastío.
En
el fondo se tejía una duda insistente sobre lo que habrían sido sus rutinas
verdaderas. La pregunta sin respuesta sobre si –de todos modos– habría dado ese
salto que debía ponerla por fuera de las cosas, en una incierta y libre
periferia.
Por
un instante breve se recuerda, se siente en esa cama que sigue siendo sólo para
ella, para su danza inquieta, a lo largo de los sueños, en busca de ese pecho
extenso y áspero de tela que está bajó la sábana esperándola y que siempre la
encuentra.
Pero
había que aferrarse a las rutinas que se le conocían, a pesar de que el paso
del tiempo insistiera en plantear alternativas, virajes inesperados, quizá ya
en otros cuartos, quizá en otras rutinas, quizá ya en pechos vivos y también
definitivos.
Y
entonces se incorpora y termina de esperarse, sentada sobre el borde del
colchón desprotegido de su cama.
A
pesar de lo improbable que resulta con el tiempo que persistan las rutinas
conocidas, se hacía más verdadero lo ya visto, lo viejo conocido, que aquello
que tal vez estaría sucediendo.
Y
se acerca a la ventana. Le da vida a su rostro con sus dedos. Intenta descubrir
algo no visto en su horizonte de techos y edificios. Se asoma para ver la calle
muy abajo y vuelve a estremecerla la idea de la caída.
Y
enciendo un cigarrillo y sigo viéndola, en este nuevo día repetido, y veo lo
que el viento hace en su pelo y la veo alejarse y espero a que regrese
envidiando las gotas que ruedan por su cuerpo.
Y
luego viene el día, un largo hoyo de luz en el que ella se pierde, y yo mato
las horas con mi vida, recordándola a ratos en un bus o en la oficina,
esperando la noche para volver a verla en ese cuarto que no cambia, que sigue
como fue hace muchos años, que quizá ya no existe.
Y
casi a medianoche la veo nuevamente en la ventana, cansada y aburrida, anhelando
una vida imprecisa y buscando una luz nunca vista en su vasto horizonte de
luces sobre un fondo negro.
Y
vuelve a la cama y mira la sombra que vuela sobre ella y cierra los ojos y
olvida.
Y entonces la veo dormir, la
veo moverse a lo largo de sueños inquietos, atrapada en la vida que yo le
imagino, idéntica día tras día.
Fragmento de "La risa del muerto".
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