John Everett Millais
LEO
EL TRATADO de san Ambrosio sobre las vírgenes y me encuentro, me hallo a las
puertas de una revelación.
Ya
está aquí, se le siente instalándose tranquila en toda la humanidad. Pero la
lectura del libro es como el ritual que la convertirá en una realidad.
En
ese libro sí hay historias increíbles.
Está,
por ejemplo, la historia de la doncella que decidió ser virgen y, para
defenderse de los ataques que se la querían comer, decidió también entrar al
convento de san Ambrosio.
En
la puerta del convento, algunos allegados quisieron detenerla. No por la
fuerza, más con palabras (que son más tercas). Uno de ellos dijo lo que había
que decir, el último recurso:
“Si
tu padre estuviera vivo no habría permitido que entraras a ese convento. Sabes
muy bien eso”.
La
doncella respondió con serenidad:
“Dios
sabe lo que hace. Tal vez mi padre está mejor muerto”.
Los
allegados se miraron en silencio: había en sus gestos diversas variedades del
repudio y la aprobación.
“Por
cierto”, dijo la doncella, llena de altivez y fuerza. “A aquel que será mi
esposo no le gusta que detengan la llegada de la novia al sacramento”.
Y
un rayo cayó del cielo y se alojó en la cabeza del último que había intentado
detenerla.
De Una noche en el bosque
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