Presentación de El origen del mundo en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. Noviembre 27, de 2010. Participan: Yeana González (Coordinadora editorial de Ediciones B, México), Tomás Granados Salinas (Coordinador editorial del Fondo de Cultura Económica de México) y Gustavo Arango.
El
origen del mundo en la
Feria
del Libro de Guadalajara
Yeana González:
Bienvenidos a la presentación del premio Bicentenario de Novela 2010. Por
primera vez Ediciones B México convoca a este premio internacional de novela y
abre una convocatoria para aquellos que llevan su manuscrito a editoriales
donde por alguna razón no los reciben o no los leen o no les prestan la
atención que merecen. Esta novela, El
origen del mundo, es seductora, precisa e ilustrada… me refiero a ilustrada
por la manera como define los detalles de cada escena con Regina, Aimée,
Gabriela...y todas las alumnas de Magnífico Delgado. Bienvenido a México,
Gustavo Arango, y Tomás Granados Salinas, quien formó parte del jurado que
seleccionó la obra de Gustavo Arango, va a hablar un poco del proceso de
selección. Gracias, bienvenido.
Tomás Granados Salinas: Gracias, Yeana. Les agradezco a todos por abrirse un
espacio para estar aquí, a Ediciones B y a Gustavo Arango, por escribir el
libro más que por venir aquí. El libro para mí fue una revelación. Fue una
suerte participar como jurado en este concurso. Cuando llegué al momento de
leer este libro tuve certeza de que esta primera edición del concurso al que
convoca Ediciones B iba a tener un buen resultado, que se iba a escoger una
buena obra. A partir de ese momento, las siguientes obras las leí obligándolas
a derrotar a la novela que yo ya tenía seleccionada, que era El origen del mundo. Quiero en un
momento contarles un poco por qué creo que es una novela atractiva, eficaz, que
se puede leer en diversos planos. Pero lo que más me interesa y lo que creo que
puede resultar más interesante también para ustedes es que sostengamos un
diálogo con Gustavo. Digamos que el libro se va a quedar aquí con ustedes,
espero que lo compren ahora mismo o más adelante en el stand de Ediciones B,
pero lo que difícilmente vamos a tener con nosotros es al propio Gustavo
Arango, quien quizá es pariente de Doroteo Arango y, en consecuencia, tenemos a
un Pancho Villa encarnado en un colombiano y trasterrado a Estados Unidos. El
otro miembro del jurado fue Mario González Suárez, un novelista, narrador,
guionista, maestro de escritura, y ambos quedamos muy contentos con este
resultado. Hubo un ligero debate, algunas pocas opiniones que dirimir o juicios
que precisar, y llegamos a esta conclusión. Si no recuerdo mal, hubo más de una
cincuentena de novelas en el concurso, poco más de una docena en la parte final
y de aquí salió, yo creo que sin dificultad, El origen del mundo de Gustavo Arango. Resumir la novela es
relativamente sencillo y, entonces, lo voy a hacer, porque creo que lo medular
del libro no es tanto lo que acontece, es decir la acción, que se resume
diciendo que en este libro asistimos a un curso de escritura creativa en una
escuela de verano en una universidad norteamericana. En esta novela aparece
Magnífico Delgado, un nombre imaginario que podría ser… que es humanamente
posible, y Magnífico Delgado es el profesor que enseña, o mejor, conduce un
taller narrativo. A partir de esa conducción, lo vemos y conocemos su amor por
ver a las mujeres escribir. Ese es el tema esencial del libro y, mientras
ocurre esta descripción de sus aficiones como voyerista, como mirón, como
fisgón, conocemos su propia escritura. El libro es este relato relativamente
sencillo que se refiere a unas semanas, creo que seis semanas, y que transcurre
simplemente desde el día dos, de la primera semana, cuando arranca la novela,
cuando una de las alumnas parece danzar en mitad de la calle, hasta que se
acaba el curso y toman vino blanco muy pudorosamente. En ese transcurso, en
esas seis semanas, vamos viendo cómo el narrador que ve a Magnífico Delgado nos
describe su capacidad para entrometerse en lo que está ocurriendo en una mujer
mientras escribe. Vemos poco a poco el pasado del escritor, vemos lo que él pretende
convertir en una novela. El origen del
mundo es una novela que en realidad está compuesta de muchísimos micro
relatos. Podría decirse sin problemas que es una serie de cuentos enlazados
gracias a una voz narrativa poderosa que convierte estos relatos sueltos en una
novela. En ese sentido creo que es muy original. No diría que es lo más
novedoso del universo, pero es un planteamiento contemporáneo de la novela que
no está sujeta a la necesidad de concluir todo lo que plantea. Pero aquello que
sí está en el centro de la narrativa está bien resuelto. Digamos que eso es
todo lo que se podría decir si uno quisiera contar de qué se trata esta novela:
es un profesor de escritura creativa que da un curso. Así descrito le estoy
haciendo un flaco favor a la novela, porque casi diría que eso es lo de menos.
Porque lo importante es la capacidad del narrador, en consecuencia aquí sí de
Gustavo Arango, para describir una exuberancia femenina, creativa, literaria,
que a mí me sedujo por completo. Creo que ése es uno de los grandes aciertos
del libro, aparte de que está lleno de cabos deliberadamente sueltos. Digamos
que si el libro fuera llevado a un taller literario convencional, un director
de taller o un profesor en un curso de escritura creativa le señalaría, le
podría señalar con el dedo flamígero, todos los cabos sueltos que deja la
novela. Yo creo que ésa es una de sus virtudes, porque es claro que son
deliberados. El libro está lleno de estas pequeñas alusiones que insinúan un
posible relato y que no se resuelven pero que yo creo que le dan una enorme
verosimilitud al texto. Tengo aquí marcada una que creo que es el epítome de lo
que ocurre con esta técnica, esta astucia literaria de Arango. En un momento,
cuando Magnífico Delgado está dando el curso, decide que tiene que volver a una
novela que se llama justamente El origen
del mundo, es una novela que en realidad son tres relatos, o es lo que
intuyo que es la novela, así aparecen los relatos que escribe el personaje, y
entonces dice así:
“Ese martes regresó pronto al
apartamento, durmió una siesta que se prolongó hasta que se cansó de descansar
y preparó las clases del día siguiente. Luego abrió la cajita de los
manuscritos. Era una preciosa antigüedad que casi un siglo atrás había salido
de Sri Lanka repleta de hojas de té y que un día volvería a aquella isla
llevando las cenizas de Delgado”.
Hay una frase… Son seis, ocho
palabras, que nos cuentan el final, la muerte de Delgado, que no aparece nunca
aquí, no importa, pero ya nos dijeron: alguna vez Delgado va a morir, sus
cenizas van a ser puestas en la caja que contiene… que contenía en este momento
sus novelas, y volverá a Sri Lanka. ¿Por qué? Nadie nunca nos lo dice. Pero hay
un micro relato en una frase. Un personaje que atesora una caja y cuando muere,
no sabemos si en este mismo libro iba a morir, si morirá cincuenta años después
o lo que sea, pero ahí nos deja sembrada esta semilla. Lo pongo como ejemplo.
No es que de esto se trate esta novela, pero está llena de estas pequeñas
alusiones. Este es un hombre, por ejemplo, divorciado y sabemos de su
matrimonio minúsculas dosis de información, porque aparecen por aquí o por allá
como si fueran aparentes errores narrativos, como cabos sueltos; yo insisto,
cabos deliberadamente sueltos.
YG: Bueno, yo tengo
otra. Cuando dice: “Había pocas cosas en el mundo más hermosas que una mujer
escribiendo”. La última parte del primer capítulo.
TGS: Y de nuevo
el ingenio narrativo. Dice... déjenme encontrarla porque creo la frase lo
amerita.
YG: Porque
narra cada parte de una mujer escribiendo, la forma como se agacha y se ven
muchas cosas.
TGS: “Delgado
recordó lo que no había conseguido recordar al comienzo de la clase, que había
pocas cosas en el mundo más hermosas que una mujer escribiendo”. Parece muy
bonito, pero entonces la siguiente frase, es lo que hace que valga. Repito:
“Qué había pocas cosas en el mundo más hermosas en el mundo que una mujer
escribiendo. Ocho mujeres haciéndolo era una de esas cosas”.
Es decir, hay una frase contundente
y rayana en lo cursi, podríamos decir, muy categórica, matizada después por una
salida que redondea el planteamiento. Creo que es una novela llena de estas
perlas, de estos micro-relatos, micro-ficciones, que salpican el texto.
Hay además los tres grandes
relatos, que son los que está escribiendo el personaje. Uno es delirante en el
sentido de que es un niño o un jovencito, debe tener pocos años, que recuerda
su infancia en una casa totalmente sin sentido, al cuidado de una abuela a la
que enferma. Después, su padre entra al crimen organizado, se hace delincuente,
por sugerencia del propio niño. En fin, es un relato sin sentido, un absurdo
bien conducido donde hay una especie de tensión, porque en cualquier momento va
a ocurrir una tragedia. En ese sentido, tiene algo de relato policiaco, como
que hay un misterio que no acaba de resolverse; también es una de las cosas que
yo creo que son deliberadas. En un segundo relato conocemos a una especie de
matarife filósofo, que está por recibir una instrucción, que es seducido o aparentemente
seducido por la mujer del mandamás. Es como si el personaje entrara a una mafia
y no supiera qué le van a encomendar y, al mismo tiempo, parece que lo va a
seducir la amante del jefe, el jerarca de esa mafia. Después hay un tercer
relato, quizá es el único momento donde me da la impresión de que se le sale de
control al narrador, donde hay un detective improvisado al que se le encomienda
una pesquisa y, en el transcurso de esa pesquisa, van apareciendo otros personajes.
Digamos que, si uno viera solo ese relato, ya dentro de ese relato hay esta
aparición de nuevos relatos ajenos que tienen su propio derrotero. Pero ahí es
un poco la caja dentro de la caja dentro de la caja. Pero, bueno, estos son los
tres relatos. Concluyo aquí la descripción de la novela. No quiero abundar en
esto y quiero empezar a hacerle preguntas, a soltar algunos temas, para que
Gustavo nos diga algo.
Como les digo, el libro está
tan minuciosamente tallado, es un libro muy cuidado en su lenguaje. A mí me
sorprendió –no lo comenté con Mario González Suárez– que está escrito en un
español no regional, muy personal, muy característico. Pronto uno descubre el
sabor propio del narrador. No hay localismos, ni colombianismos, ni por decir
algo el español que se pudiera hablar en Estados Unidos. Es un español que un
mexicano leerá con total facilidad, pero no es un español simplón. No es un
español que se haya logrado hacer comprensible porque rehúye la búsqueda de un
tono propio, sino porque es un lenguaje en la puridad del español. Ese idioma,
el idioma que es el centro de los ejercicios que se plantean en la clase de
narrativa y, luego, el idioma, el lenguaje, como centro en un juego que ocurre
en el tercer relato, donde un par de personas que están viajando en un avión
meten una serie de palabras en una bolsa y después juegan a sacarlas, a ver que
les dicen las palabras sueltas, después de que se habían puesto las frases en
pedazos. Entonces empezaría por preguntarte por este amor, esta devoción por el
lenguaje, como profesor de literatura que eres, como escritor de una diversidad
de libros, encuentro una búsqueda, aparte de esa búsqueda de la mujer que
escribe, una búsqueda del lenguaje, muy transparente, muy personal. Me gustaría
que nos dijeras algo sobre ese costado de la novela.
Gustavo Arango:
Muchas gracias, Tomás. Me siento radiografiado, desnudado en público con esa
lectura. La verdad es un honor tener lectores como Tomás o como Mario, los
jurados. Me he sentido muy honrado y muy agradecido por que hayan elegido,
hayan apreciado mi novela.
También, antes de
responderte, quiero agradecer a Ediciones B, porque esta es una oportunidad
maravillosa. Hace mucho tiempo comprendí que si quería seguir escribiendo, que
es una pasión que tengo desde muy niño, sin entorpecer la tarea creativa, tenía
que olvidarme un poco de la tensión y de las preocupaciones que implica querer
publicar, y seguir escribiendo, confiando en que algún día los libros saldrían.
Entonces resulta por ahí, por esas magias extrañas, aparece este premio convocado
por Ediciones B que abre unas puertas y le da al libro lo que todo autor espera
de sus libros, que lleguen a las manos de los lectores. Quiero agradecerle a
Yeana, a César por su tarea de edición, a todo el equipo: a Soraya, a Yendi, a
Emilio también por el diseño y esa portada que es muy bonita.
El lenguaje ha sido una
fascinación mía por muchos años, desde que tengo…desde que tenía trece años, o
algo así, y estaba apasionado por la lectura de libros de Julio Verne y cada
semana iba a la biblioteca pública y prestaba un librito suyo. Después me
equivoqué, tuve un accidente, y en lugar de prestar un libro de Julio Verne
presté uno de Julio Cortázar y así llegaron un montón de lecturas que me fueron
convenciendo de que quería ser escritor. El niño que leía en aquella época
también está por aquí adentro muy contento celebrando este premio y está
publicación. Obviamente todos estos años han sido una búsqueda de la voz. Al
principio todo escritor joven imita, se siente mal porque imita, trata de
encontrar su manera de expresar y, bueno, la persistencia, la terquedad, poco a
poco fueron como abriendo vetas expresivas. Creo que para mí también ha sido
muy significativo el desplazamiento geográfico. Nací en una zona del interior
colombiano que se llama Medellín, luego viví un tiempo en una región del Caribe
colombiano, que es Cartagena de Indias, y ese desplazamiento me fue
sensibilizando sobre las sutilezas del lenguaje, las variaciones, esos pequeños
detalles, esas filigranas del lenguaje, que son tan poéticos. Luego me he ido a
los Estados Unidos. Una de las reflexiones del libro es también el desarrollo
del español en los Estados Unidos, donde llegan todas las variedades y se
encuentran. Inmigrantes de las distintas regiones del mundo hispano llegan y
están siempre hablando de las variaciones: “¿Ustedes cómo llaman a esto en su
país?”, “Esta palabra es una mala palabra en mi país, nunca diga…”, ya iba a
decir algo que no se puede decir en México… Pero bueno, es una constante
reflexión sobre el lenguaje y siempre tuve la conciencia de que salirme del
registro idiomático en el que nací, en el que crecí, iba a ampliar mi horizonte
expresivo.
Quisiera por ejemplo
mencionar un caso muy específico de El
origen del mundo. Una de las novelas de Magnífico Delgado, “Confieso que he
matado”, la que mencionaba Tomás sobre este aparente niño criminal. La
gestación de esa obra fue muy curiosa porque se produjo después de haber leído
el poema de Sor Juana, “Primero sueño”. Lo leí y se quedó ese ritmo obsesivo
del poema de Sor Juana en mi cabeza y, de pronto, era un viernes, agarré el
cuaderno y empecé a escribir. Incluso la métrica de las primeras cosas que
escribí eran las mismas del poema de Sor Juana, pero el tema era completamente
distinto. Estoy seguro de que si se mira ese relato, en algunas frases habrá la
métrica de “Primero sueño”. Era una posesión, realmente. Empecé a escribir ese
relato un viernes en la tarde. Ya por la noche estaba muy cansado, quería irme
a dormir y me acostaba, pero como seguían viniendo frases y ya había aprendido
por experiencia propia que si abandonaba un relato era muy difícil volverlo a
retomar –porque era muy difícil recuperar la intensidad, el tono–, entonces me
volvía a levantar y seguía escribiendo. Así estuve todo el sábado. Llegó la
noche del sábado para el domingo y seguía escribiendo. Terminé en la madrugada del
domingo, exhausto pero feliz. Fue casi como una experiencia de posesión. Yo
diría que Sor Juana estaba por ahí haciendo sus pilatunas en ese relato.
Entonces, es una pasión por
el lenguaje, por sus sutilezas. Por ejemplo –y ahora mencionabas el caso de que
en un taller de escritura creativa esta novela tendría muchos reparos– me
interesa mucho la incorrección idiomática. A veces corremos el riesgo, en el
mundo hispano, de ser excesivamente correctos: Esto se dice así, esto se
expresa de este modo, esto es cacofónico, hay una rima interna… y yo digo: ¿Qué
hay de malo? Muchas veces en el texto soy incorrecto a propósito y a veces esas
incorrecciones revelan cosas nuevas del lenguaje, porque digamos que, para
redondear esta pregunta, para mí el lenguaje aun en la narrativa es un lenguaje
poético, cuando entendemos poético como visionario, como algo que es capaz de iluminar
unos sectores de la realidad que antes no estaban iluminados. Cuando yo siento
que he logrado hacer algo que abre un horizonte que estaba cerrado, creo que se
ha logrado algo muy importante. He sido el instrumento de una expresión que ha
abierto, que ha iluminado un sector de la realidad.
TGS: Es
sorprendente confirmar, bueno, saber que México está presente en su novela. A
través de Sor Juana, a través de una de las ocho mujeres que escriben, una es
de Guanajuato, y en algún momento se dice de Delgado: “Descubrió con horror, en
un cuento leído muchas veces, que la única esperanza de aquel hombre miserable
era la compasión de su enemigo. Descubrió que era a él, a aquel que dio la
orden de matarlo, a quien le suplicaba: ‘Diles que no me maten’”.
Omito ir más allá, para decir
el autor de esos pasajes.
GA: Que es un
autor que quiero muchísimo.
TGS: México está
curiosamente inoculado en este cuento. Ahora me gustaría pasar al personaje de
Magnífico Delgado. Debo decir que me cuesta trabajo no imaginar, como lector,
que hay aquí enormes elementos autobiográficos. No es el tema esencial… pero
quiere detenerme en un punto deliberadamente violento… No quiero ofender al
autor… pero un tema esencial de este libro es el eunuco, no sólo aparece en el
epígrafe, es decir, el epígrafe dice en un momento: “Hay eunucos que a sí mismo
se hicieron”, en un momento habla el personaje de su harén. Todo el libro está
lleno de enorme erotismo no sexual. Es decir, aquí no hay sexualidad. No hay una
pareja haciendo el amor. No hay sexualidad, pero todo es erótico. Es decir, la
mirada del personaje descubre erotismo en una bandera de Colombia, por decir
algo –podría hacerlo ahora–, o en el gafete que una persona porta. Es una
mirada capaz de descubrir erotismo en miles de situaciones. Pero no hay
sexualidad. Es pleno voyerismo, ganas de mirar y no de actuar, aunque de
momentos hay onanismo. Es decir, la única sexualidad es para darse placer a sí
mismo, del narrador. Entonces me gusta mucho esta capacidad del narrador para
producir esas miradas, esos deslumbramientos constantes con sus personajes.
Perdón que haga este paralelismo con lo biográfico o lo no biográfico, pero es
un profesor de cultura latinoamericana que viene de un país sudamericano, nunca
se dice qué país, es un exiliado cultural, más que un exiliado político… Lo que
acabas de decir ahora sobre tu concepción de los libros es lo que en algún
momento Magnífico Delgado dice: “Yo voy a escribir, porque los libros que
valen, si vale lo que yo escribo, en algún momento saldrá”. Planteada esta
suposición de que hay muchos elementos autobiográficos, y tirada la piedra
sobre el eunuco, me gustaría conocer tu respuesta.
GA: Hay muchos
subtextos en esta novela. De hecho, en algún momento con el editor consideramos
la posibilidad de que el libro no se llamara El origen del mundo, porque hay otras novelas con ese título, hay
otros libros, y finalmente se optó por dejarlo porque como el título es una
alusión al cuadro de Courbet, el pintor francés, realmente ahí la discusión
sobre la originalidad era lo de menos. La novela insistió en que tenía que
llamarse de ese modo. Pero en algún momento se llamó Orígenes y Orígenes de Alejandría fue este teólogo que se castró para
evitar distracciones. De manera que el tema de la castración está presente.
Ahora, es la castración simbólica del maestro. Todos sabemos que un salón de
clase es un lugar donde hay tensión erótica, pero el maestro generalmente está
limitado para expresarla, hay unas normas, hay unas leyes, hay una serie de
patrones de conducta que no permiten que el profesor…
TGS: O la
profesora…
GA: Bueno, sí,
perdón… completamente de acuerdo. Hay una castración de todo tipo en el salón
de clase. Pero eso no evita que el profesor tenga fantasías, o que el profesor
tenga una serie de sensaciones, sentimientos, en el salón de clase. Ahora, la
situación de un profesor es muy curiosa, yo la comparo con la situación opuesta
a El retrato de Dorian Gray, recuerden
esa historia de Oscar Wilde, ese Dorian Gray siempre joven, mientras su cuadro
y la gente alrededor se envejecían. El profesor es lo contrario. Todo el mundo
está joven, su foto está joven, pero el profesor se va envejeciendo en medio de
gente que siempre está joven y es inevitable que haya deseo en ese caso, porque
el profesor se va volviendo viejo verde. De hecho, yo creo que es el momento en
el cual Magnífico está entrando definitivamente: el espacio de la vejez y está
reconociendo que, tal vez, va a ser un viejo verde. Todavía no lo es
completamente, pero está empezando a ver que ya el tiempo está pasando por
sobre él, que ya no es ese joven que cuando empezó a ser profesor entraba al
salón de clase y no le creían que era el profesor, porque era demasiado joven.
Ahora cuando entraba al salón de clase siempre le creían: era el profesor.
Entonces está todo ese drama del envejecimiento en un espacio donde siempre hay
personas jóvenes, eso es parte de la reflexión. Pero hay algo más y, de nuevo,
me siento muy halagado por la lectura que hace Tomás, porque yo creo que hay
que sentirse uno bendecido cuando uno encuentra lectores como él: está el
erotismo del alma y no es el erotismo corporal. Hay una serie de alusiones por
ejemplo a San Juan de la Cruz, “Llama a de amor viva”, que es un poeta que
quiero muchísimo. Para mí “Llama de amor viva” es el poema más hermoso de la
lengua castellana. Entonces el erotismo de esta novela es justamente el
erotismo del alma, porque digamos que hemos entrado en un tiempo donde el
erotismo ha sido despojado del alma, se ha corporizado, se ha materializado
todo, y Magnífico se resiste a eso, se resiste a que la sexualidad esté
despojada de la espiritualidad. Magnífico es un lector de los místicos, es un
lector de la poesía erótica asociada con lo religioso, tiene una cantidad de
obsesiones también de tipo religioso. De manera que la castración es casi una
condición para que el erotismo adquiera digamos ese nivel de pureza que de
algún modo pierde en la materialización de lo sexual. Pero claro, ese es uno de
esos elementos que conviven en el texto... la llama de amor viva con las zonas oscuras
del personaje.
TGS: Vamos
acercándonos, por la tiranía del tiempo, al final de esta sesión y quiero
terminar haciéndote una pregunta no sólo sobre el título, lo que nos lleva el
propio título… es decir, El origen del
mundo. Perdón, yo trabajo en el Fondo de Cultura Económica y tal vez para
justificar que yo esté aquí y no en otra presentación del Fondo que está
ocurriendo a estas horas, les recomiendo la lectura de este libro que se llama Ver: Sobre las cosas vistas, no vistas y mal
vistas, de Francisco González Crussi, donde aparece una reproducción de El origen del mundo, un cuadro que hoy
podemos ver. Como somos gente del siglo 21, muy desenfadada, la vemos sin mayor
complicación, pero ha sido una obra polémica, una obra censurada, una obra de
culto y una obra oculta, al mismo tiempo. Es material para análisis
psicoanalíticos… da para mucho este cuadro. Aparece obviamente en el título, no
sólo de este libro sino del que está escribiendo el personaje, y al mismo
tiempo el libro no tiene que ver con el cuadro. Es decir, el cuadro está sin
estar presente, no el cuadro en sí mismo, el tema del cuadro… no diría que el
libro está bañado porque sería ya caer en el erotismo sí sexual, pero está
presente en todo este libro. Me gustaría preguntarte por Courbet, por Jorge
Edwards, sobre el origen de El origen del
mundo ya sin Orígenes, además.
GA: En 1995
tuve la oportunidad de ir a París, y ahí sí es una experiencia biográfica
trasladada a la aventura de Magnífico Delgado, y de visitar el Museo D’Orsay,
que era antes una estación de tren. Cuando visité el Museo acababan de exhibir
por primera vez al público la pintura de Courbet, que era del siglo 19 pero
siempre estuvo en colecciones privadas, era un mito, pocos la habían visto y
estaba allí exhibido al lado de las puertas del infierno de Rodin. Cuando yo vi
ese cuadro, será un poco exagerado pero tuve como una especie de revelación. Me
dije: “Ahí está todo explicado”. No sé qué era lo que estaba explicado, pero
ahí estaba todo explicado. “El origen del mundo” es un cuadro de una crudeza,
de una franqueza, de una limpieza, de una pureza, que es realmente muy difícil
de expresar. Si yo hubiera querido hacer un ensayo o un escrito más formal
sobre el cuadro, probablemente las palabras no habrían alcanzado. Entonces la
novela, sin hacer una mención directa, tiene muchas alusiones: el manantial
nacarado, el bosque, el paisaje… Eso me parece un homenaje mucho más digno del
cuadro que simplemente hacer, en mi caso, una reflexión tan directa sobre esa
pintura. De alguna manera es el tema de la desnudez como verdad, la desnudez
como ruptura con la apariencia, es expresarnos y abrirnos a los demás de la
manera más íntima y de la manera más transparente. De manera que es un símbolo que
me pareció central dentro de la novela. No conozco la novela de Edwards,
incluso supe que existía después de haber escrito la novela y después de
haberla titulado y, entonces, por eso no tuve tanta dificultad para decir:
bueno, se puede llamar de ese modo. No hubo una influencia directa y ambas se
refieren al cuadro, como después me enteré leyendo la reseña. Creo que son
miradas... en lugar de estar mirando una novela a la otra, las dos novelas
están mirando hacia el cuadro. De manera que no hay, digamos, no siento que
haya un conflicto en ese sentido y la verdad es que nadie sabe quién le puso
ese nombre a ese cuadro, es un autor anónimo. El cuadro en un principio no se
llamaba de ese modo. De manera que también es un homenaje a ese ingenio anónimo
que ve un cuadro como el de Courbet y decide: “Se llama El origen del mundo”,
que es una expresión muy fuerte, muy intensa, y que también está asociada con
lo religioso. La palabra origen es siempre una expresión de lo religioso en el
sentido de búsqueda del principio, de la inteligencia que habita detrás de las
cosas. También es una reflexión sobre la escritura como esa capacidad que
nosotros tenemos para crear, es una reflexión sobre la creación escrita pero,
en un sentido más amplio, es una reflexión sobre la creación en general.
TGS: Mira, un
poco en ese sentido de la revelación que tuviste, aquí justamente hay una
descripción del cuadro. Este es un médico que, a partir de la mirada médica, de
cualquiera de nosotros o de cualquier fenómeno social… pude hablar casi de
cualquier tema, desde el punto de vista de un médico. Entonces habla de esta pintura.
Sabiendo anatómicamente lo que está ahí, es capaz de hacer una serie de
analogías, llegar a conclusiones inesperadas gracias a eso. Entonces recuerda,
entre otras cosas: “El nombre de la pintura es El origen del mundo y quizá no
es difícil ver por qué. Recuerda la afirmación de Nicolás Venette, médico del
siglo 17, de que a las partes pudendas de una mujer se les llamaba en su tiempo
naturaleza, porque todos venimos de ahí y agregó que –y aquí es donde hay un
encuentro con lo que te ocurrió a ti–, todos nuestros placeres así como todas
las desgracias que ocurren y continúan ocurriendo en el mundo, vienen de ahí.
Es decir, es esta idea de “Ahí se resuelve todo”, en esta representación de los
genitales femeninos… Al describirlos así es de una pobreza lo que acabo de
decir porque el cuadro es mucho más que eso. Estoy siendo el antigonzálezcrussí
o el antigustavoarango. En fin, creo que por cuestión de tiempo estamos
llegando al límite y me gustaría saber si alguien desea hacer algún comentario.
Si hubiéramos despertado alguna curiosidad, creo que el único modo de resolver
la curiosidad es comprando el libro, leyéndolo. Es un libro que se presta para
muchas lecturas. Se puede leer realmente rápido, con la advertencia de que, si
uno lo interrumpe y lo lee un par de días después, es posible que perciba una
discontinuidad, porque hay muchos relatos dentro de los relatos y aun en el
relato principal hay muchos desfases respecto de la narración central, que es
esta del curso de escritura. Pues, tengan ese cuidado, es un libro que se
presta para esa lectura veloz y siempre que uno esté consciente de esos
desfases se puede leer así y, además, puedes volver y detenerte sobre todos los
relatos autocontenidos. Yo no diría más. Felicidades, Gustavo. Felicidades,
Ediciones B. Felicidades a los que decidan hacerse de un ejemplar en este
momento.
(Los asistentes informan que
el salón está disponible por más tiempo, y la conversación se prolonga un poco
más)
YG: Bueno, pues
yo me sonrojé en cada página…
TGS: Eres una
chiquilla, Yeana.
YG: A medida
que leía me decía: “Ya lo viví…, ya lo viví”, y sí me costaba trabajo. Qué te
puedo yo decir, el maestro...
TGS: No quiero
atormentarlos más, tampoco tenemos que llenar las dos horas, pero aprovechando
que tenemos este momento extra hay algo que me gusta mucho del libro, un rasgo
más del personaje. Este es un profesor con mucha experiencia como profesor,
lleno de trucos que sabe que funcionan, abusivo en ese sentido. Porque dice:
“Voy a hacer esto y yo sé que va a producir este efecto… si se ríen es que ya
los tengo, ya los compré”, “Voy a hacerles este ejercicio que nunca falla”. Es
un maestro que pone en escena… actúa de profesor. En la preparatoria en la que
yo estuve había una maestra que era célebre. Todas las generaciones son capaces
de recordar los chistes que decía en el momento preciso. Era una maestra de
ética y, si hablaba de la honestidad, en ese momento aparecía la anécdota
fulana. Para cada generación era una puesta en escena fresca, nueva, era ver
algo como si estuviera naciendo en ese momento, cuando lo cierto era que era
una actriz que sabía en qué momento hacer el chiste adecuado, tomarles el pelo,
etcétera. Entonces, este personaje tiene ese elemento. Es un profesor que sabe
manipular en cierto sentido a las escritoras y es un profesor que, al mismo
tiempo, es un poco cínico respecto de sí mismo. Me gustaría preguntarte por
este asunto de la escritura y la manipulación, o de la manipulación a través de
la escritura… o de la enseñanza. Hay un juego ahí en el que las hace comer de
su mano a las muchachas… a las deliciosas muchachas que conforman su harén… La
docencia y esta puesta en escena, este juego de aparente espontaneidad… Pero,
claro, esta es la séptima vez que tenemos esta conversación, es la séptima presentación,
y siempre le hago las mismas preguntas, entonces ya lo tenemos totalmente…
GA: Tendría que
hacer alusión al primer capítulo de la novela, donde Magnífico se refiere a lo
que llama el ritual del sanitario. Cada semestre, antes del primer día de
clase, Magnífico Delgado se va al cuarto de baño, se encierra, respira hondo,
se mira en el espejo, piensa, recuerda cuál es el objeto de su vida, se
recuerda y se refresca a sí mismo las razones por las cuales es talentoso y es
brillante… porque Magnífico fue, dentro de la historia, un joven brillante.
Como decía, empezó a ser profesor bastante joven, cuando casi tenía la misma
edad de sus alumnos. Un salón de clase es un lugar muy interesante para las
relaciones humanas, y un profesor es una persona que… hace poco, hace apenas
dos semanas estaba dando una conferencia en la universidad donde trabajo, en la
Universidad del Estado de Nueva York, y hablé sobre El origen del mundo y hacía una serie de reflexiones sobre lo que
significa ser profesor. Decía que es el más absurdo de todos los personajes.
Así como Camus decía que el escritor es el más absurdo de todos los personajes,
el profesor es una mezcla de tirano y de payaso, a propósito de lo que decías
de los chistes de la profesora. …El poder lo ejerce a partir de las notas, a
partir de esa necesidad del estudiante de obtener ciertos grados y salir
adelante y conseguir lo que se propone, su título… Es obvio que si Magnífico
lleva tantos años en ese campo, es consciente de eso, de ese juego de poderes
que existe en el salón de clase. Pero al mismo tiempo Magnífico está
constantemente vigilándose desde la perspectiva ética, es consciente de esas
manipulaciones, pero nunca las lleva a la materialización. Hay un pasaje donde
se cuenta lo más cerca que estuvo de tener una relación con una estudiante. Se
cuenta que la estudiante le escribía unos mensajitos y que Magnífico le dijo
no: “No podemos tener nada hasta que termine el semestre”, y cuando terminó el semestre
la chica se desapareció y Magnífico nunca la volvió a ver. Entonces, hay esa
consciencia del poder que existe en un salón de clase. Pero también hay un
pasaje donde el narrador cuenta que Magnífico les dijo desde el primer día de
clase que no pensaba intimidarlos con las notas, que se despreocuparan por las
notas. Él sabe que eso produce un efecto relajante dentro del ambiente de la
clase, porque finalmente para Magnífico el salón de clase no es un sitio de
poder, es un sitio de placer… y es el placer de la interacción con otras
personas, es el encuentro. Él dice que hay pocas cosas en la vida que lo llenan
de más felicidad que estar parado frente a un salón de clase hablando de
literatura, hablando de poemas, hablando de cuentos…, y hay una figura, hay una
imagen que está también como subtexto dentro de la novela, que es la imagen del
volcán, que es obviamente una representación de la pintura, pero también del
volcán como la figura de la creación del mundo. Hay un momento en el cual
Magnífico les cuenta a las estudiantes la historia de un hombre que vivió
quince días en los desiertos volcánicos de Hawái y que solamente se alimentaba
del rocío que encontraba en el musgo de las piedras volcánicas. Yo creo que esa
imagen del volcán, de eso grandioso, de la lava, de la explosión, al lado de la
gota de rocío, es como la señal de identidad de esta novela donde lo magnífico
y lo delgado, lo grande y lo pequeño, lo extraordinario y lo minúsculo se
combinan en esto que somos los seres humanos. Nosotros somos al mismo tiempo
grandiosos, somos maravillosos, somos un milagro, pero también somos frágiles,
somos pequeños, somos vulnerables… y esa combinación de gran poder, de gran
fuerza, con la debilidad que nos está sitiando a toda hora, que se manifiesta a
través del envejecimiento y de la muerte, es como la señal de identidad de la
novela. Por eso la imagen final define a Magnífico Delgado como un oteador de
volcanes y como un bebedor de rocíos…
TGS: “El bueno y
talentoso Magnífico Delgado, bebedor de rocíos, oteador de volcanes”. Pues, sin
más. Aquí lo dejamos a este Magnífico Delgado y a esta magnífica novela.
YG: En el País
del Sueño… Muchas felicidades y muchas gracias a todos por estar aquí.