domingo, 18 de junio de 2017

Un viejo artículo de The Toronto Star

Un texto publicado por The Toronto Star, el sábado 27 de junio de 1998. Traducción de David Lara Ramos.



García: Lección del maestro

Por Linda Diebel[1]

El miércoles 9 de junio de 1948, el orgulloso y tradicional periódico liberal, El Universal, publica una nota en la página 5 bajo el título “Crónicas sociales”. Uno puede imaginarse a los costeños del caribe colombiano leyendo ese día sus periódicos empapados en ese aire húmedo, mientras las moscas zumban sobre sus desayunos.
Y se lee: “Con el objeto de pasar unas cortas vacaciones al lado de los suyos, partió para Sucre don Gabriel García Márquez, dilecto amigo nuestro y colaborador de este diario. EL UNIVERSAL le desea una grata permanencia en esa localidad y anhela verlo muy pronto reintegrado a las labores periodísticas”.
Ese joven, García Márquez, en realidad regresó a Cartagena y a El Universal después de unas largas vacaciones –pero  sólo por muy poco tiempo.
A uno le gustaría decir, imitando al maestro, que se fue del periódico un año, 11 meses y 17 días más tarde, y que ese día, el día escogido para su partida, llovió al atardecer una fuerte tormenta que vino desde el norte, como el más propicio de los presagios ante su decisión.
Pero no está claro cuándo dejó él de escribir su columna diaria en El Universal.
Viajaría a Europa, viviría en un burdel, tendría trabajos casuales, regresaría a Bogotá, vendería enciclopedias, escribiría artículos, reseñas de películas y novelas que pocos leerían, hasta que finalmente en 1967 publica Cien años de soledad y llega a ser famoso.
El libro lanzaría a García Márquez hasta la cima del mundo literario y lo hizo merecedor del Premio Nobel de Literatura en 1982, convirtiéndolo en el escritor más conocido en América Latina. Es llamado el rey del Realismo Mágico por un estilo donde hechos y realidades unen lo mágico a la vida diaria.
Se dice que las futuras generaciones verán a la América Latina del siglo XX a través de sus ojos, tal como vemos a la Rusia del siglo pasado a través de los ojos de León Tolstoi, o a Inglaterra a través del prisma de Charles Dickens.
En realidad, García Márquez nunca dejó a Cartagena y a la Costa Caribe, lugar donde nació. No espiritualmente.
Y en realidad nunca dejó el periodismo y su amado periódico El Universal. Él sí continuó su “labor periodística”.
El periodismo está en su sangre. Tiene, como decimos en este oficio, tinta en sus venas. Una vez dijo, “Cuando hago periodismo, algunas personas piensan que estoy haciendo literatura”.
Por  esta razón, y debido al decisivo papel que el periodismo puede jugar en América Latina en los actuales momentos, García Márquez, hoy de 70 años, ha conformado en Cartagena, a orillas del Mar Caribe, una escuela para periodistas.
Está ubicada en un bello edificio colonial y es llamada Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano. O, como dicen sus amigos, “El taller de Gabo”.
Esa fue su idea. Él la desarrolló con sus amigos, noche a noche, en medio de una tormenta de ideas durante un Festival de Cine de Cartagena.
Desde 1995, ha trabajado con 500 periodistas de toda América Latina, personalmente o en talleres a cargo de sobresalientes periodistas como la mexicana Alma Guillermoprieto (quien a menudo escribe en inglés para el New York Review of Books y The New Yorker) y en una semana de taller se enseña de todo, desde la tradición narrativa en el periodismo hasta la idea de una prensa libre.
García Márquez a menudo habla del miedo a escribir. Un tema amplio. La página en blanco, la que compara con la muerte, de la cual dice: “es la única cosa importante que ocurre en toda la vida”. Es muy crudo al hablar sobre por qué escribe. “pienso que yo escribo porque yo le temo a la muerte”. Una vez le dijo a un periodista: “Si yo no escribiera, me moriría”.
En América Latina, el temor a escribir toma un tono mucho más siniestro. No es sólo asunto de un grupo de escritores, o un espejismo a punto de acabarse.
Aquí, los periodistas están muriendo por su oficio.
El Comité Norteamericano para la Protección de Periodistas reporta que, de los 26 periodistas asesinados en el mundo el año pasado, 10 murieron en América Latina. En las décadas pasadas 191 periodistas latinoamericanos fueron asesinados –en Colombia, México, Argentina, Guatemala, y en otros lugares– y sus muertes no se han resuelto y siguen en la impunidad.
La realidad hace que sus talleres sean vitales.
-Cómo usar una grabadora; cómo no dejarse sobornar.
-Cómo atrapar la atención de los lectores; cómo ser valiente.
-Cómo seguir adelante cuando las amenazas llegan; cómo seguir escribiendo cuando cesan, lo cual puede ser, inclusive, más aterrador.
Él trata de inspirar a la crema de los nuevos periodistas en América Latina, para que sigan escribiendo en estos tiempos de guerra civil en Colombia, de escuadrones de la muerte en México, y una poderosa y gran mafia de las drogas, que los amenaza, los secuestra, los tortura y los mata.
Él les ofrece la oportunidad de unirse, de construir una vida que los respalde. Inspiración en tiempos difíciles.
“La democracia no se ha consolidado en América Latina. Va en progreso”, dice Jaime Abello, anteriormente un periodista de televisión y hoy director de la fundación de García Márquez.
“El periodismo juega un papel esencial en la creación de esa sociedad democrática. García Márquez quiere revivir el espíritu del periodismo”, afirma Jaime Abello.
“Para los periodistas que vienen aquí, esto no es un trabajo, es como estar de vacaciones”.
Él le llama “Gabo”, es su amigo. Abello escribió los primeros lineamientos de la Fundación. La sacó adelante. Una nota escrita a mano es la prueba de su éxito: “Para Jaime A. director sin sueldo, de algo que aún no existe, de su presidente, G.”
La fundación es financiada por la UNESCO y donaciones privadas incluyendo periódicos de los Estados Unidos, Canadá y Europa, que envían fondos y, ocasionalmente, personal.
Organizarlo todo fue un riesgo para García Márquez. Colombia es el más sangriento de los países. Él es un intelectual, un hombre cuyas palabras son sopesadas y medidas, una autorizad moral. Siempre es notica.
Los terroristas ya han solicitado su ayuda en la crisis actual, pidiéndole que sea presidente de Colombia. Él ha declinado, diciendo que está seguro de que sería “el peor presidente” en la historia de Colombia.



Él debe ser cuidadoso.
Lou Clancy, quien fuera editor general de The Star, es un voluntario de la fundación de García Márquez. Actualmente está trabajando en el prototipo de un periódico llamado “El ideal”, a  cargo de un grupo de jóvenes periodistas de la fundación, que espera sea publicado a comienzos del próximo ano.
Clancey Admira el coraje de ese hombre. “En Colombia involucrarse políticamente, de cualquier manera, es algo muy peligroso”, afirma.
Está siempre en la mira de todos debido a su reputación, pero él sigue adelante. Sin él, la Fundación no existiría. Su dedicación a su país es clara (en este proyecto). Está tratando de hacer algo por toda una generación, para que, de esa forma, el país vea los beneficios.”
García Márquez parece tocar a todo el que encuentra a su paso. Es un toro, su pecho como un barril, usualmente vestido de blanco, cabello blanco, bigote blanco y enormes cejas blancas. Es carismático y generoso. Le encanta comer, le gusta reír, hablar y tomar whisky. Antes le gustaba fumar  –hasta seis paquetes de cigarrillos al día– pero lo dejó después de que se le extrajo un tumor de su garganta, hace algunos años.
Se define como “costeño mestizo”.
Clancy habla sobre su calmada y atrayente presencia. Habla como escribe. Cuenta historias. Te atrapa. Lo escuchas y tú solo estás siguiendo una maravillosa historia, pero cuando él te muestra lo cercano del tema, te das cuenta de que sólo ha estado resumiéndolas dos últimas horas de conversación”.
“Es un contador de historias”, dice.
García Márquez quiere compartir esa habilidad.
Quiere hacer mejores periodistas, afirma Germán Mendoza, director de El Universal y también voluntario del proyecto. “Gabo es un apasionado del periodismo”, dice.
Mendoza está sentado en la sala de redacción de El Universal. Una sala como cualquier otra sala de redacción de 1998: largos tubos de luces fluorescentes sobre su cabeza, grupos de periodistas en los conocidos cubículos probablemente ideados por algún diseñador de California; un radio de la policía suena al fondo; los televisores encendidos; y esa energía intangible que fluye desde las entrañas de una empresa periodística.
García Márquez realizó su primer seminario en El Universal. Se inició el primero de abril de 1995, y Gustavo Arango estaba ahí.
Tiene 33 años, es un escritor de Medellín, enigmático, intenso, con bigote y chivera.
Llegó a Cartagena tras las huellas de García Márquez –a trabajar en El Universal y escribir su novela.
Es editor del Dominical, un suplemento literario que circula semanalmente. Ha publicado dos libros de cuentos y ya tiene escritas 90 páginas de su primera novela. También escribió el libro Un ramo de nomeolvides: García Márquez en El Universal.
Siempre pensó que la novela era más importante que el periodismo, hasta que conoció a Gabo.
“García Márquez es como un amigo que ha vivido más que tú”, dice Arango. “Él quiere compartir contigo lo que ha aprendido”.
“Me enseñó la importancia del periodismo. El afirma que el periodismo es un género literario como cualquier otro, y de esa forma debe ser tratado”.
Arango ha aprendido bien la lección. La edición del Dominical se concentra en temas tales como las víctimas de las minas quiebrapatas, o sobre el asesinato de un reportero gráfico en Argentina. Está bien escrito, completo, bellamente editado.
Arango cuenta la historia de Clemente y su lápiz rojo. Todo periodista tiene a un Clemente. Ese editor especial.
Para Ernest Hemingway en The Toronto Star, en la primera parte de este este siglo, el editor fue aquel que le garabateaba y escribía: “No presuma de escritor”, a lo largo de uno de sus borradores, y lo preparó para el camino que seguiría toda la vida, una vida llena de enorme fuerza verbal y prosa libre.
Clemente Manuel Zabala fue ese editor para Gabo, o Gabito, como le decían en El Universal en los años 40.
El novato le presentó su primera crónica.
Clemente se la regresó con tachones en rojo sobre todo el borrador y con escritos en el margen. Por supuesto, las anotaciones se convertían posteriormente en parte de la historia que se publicaba.
Todos los días era lo mismo.
Gradualmente había menos tachones rojos en el papel, hasta que un día no hubo ninguno.
Gabo tenía por primera vez una historia de verdad.
Hoy Gabriel García Márquez vive en México.
Ha estado en Cuba en los últimos meses, visitando a su amigo Fidel Castro. Ahora no tiene tiempo para una entrevista.
Pero, a través de Gustavo Arango –reflexivo, entusiasta, apasionado por escribir y totalmente inspirado por su maestro– uno puede apreciar realmente lo que García Márquez realiza en sus talleres.

* * *

El 11 de diciembre de 1997, la noticia principal en primera página presenta el siguiente titular: “FARC atacan base militar: 20 muertos”.
Un asunto común en Colombia.
Debajo está otro titular que dice: “La lección del maestro”.
Es una crónica completa escrita por Arango, quien asistió a su segundo taller con García Márquez. Describe lo que él y una docena de periodistas de México, Argentina, Venezuela, Ecuador y Colombia, aprendieron en una semana.
García Márquez les enseñó sobre cómo tomar notas, después dejarlas a un lado y dejar que la memoria recree la vida. Él dice, está bien usar una grabadora, pero no permitas que ella te tiranice. Escucha a la persona hablar, en lugar de atender a la grabadora o pensar en la siguiente pregunta.
Usa ejemplos de sus propios escritos a manera de ejercicios. Les entrega a los estudiantes las herramientas básicas del oficio, ellas parecen estar a la mano, pero en realidad son las más esquivas.
Al escuchar a Gustavo Arango es muy fácil imaginarse el estar en uno de los talleres. Escuchando esa voz que te hipnotiza.

* * *

“Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendíá había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo”.
¡Qué lead!, podría exclamar cualquier periodista al leer la primeras líneas de Cien añs de soledad.
¿Frente al pelotón de fusilamiento? ¿Y, entonces, qué pasó?, ¿murió?, ¿quién no quisiera seguir leyendo?
Cuenten una historia: esa es la lección más importante que García Márquez entrega a los jóvenes periodistas.
“Los buenos periodistas cuentan la historia completa, pero en una forma narrativa, no lineal”. Dice Arango: “Él nos dijo: ‘Creen suspenso, agarren al lector por el cuello y llévenlo con ustedes hasta la última palabra de la última línea. Pero, si creas suspenso, es mejor que lo mantengas. No puedes dejar que tus lectores se vayan –o subestimarlos.

* * *

“Al amanecer del día siguiente, jueves 24, el cadáver de Marina Montoya fue encontrado en un terreno baldío al norte de Bogotá. Estaba casi sentada en la hierba todavía húmeda por una llovizna temprana, recostada contra la cerca de alambre de púas y con los brazos extendidos en cruz. El juez 78 de instrucción criminal que hizo el levantamiento la describió como una mujer de unos sesenta años, con abundante cabello plateado, vestida con una sudadera rosada y medias marrones de hombre, debajo de la sudadera tenía un escapulario con una cruz de plástico. Alguien que había llegado antes que la justicia le había robado los zapatos”.
Esta escena pertenece a Noticia de un secuestro, el más reciente trabajo de no-ficción de García Márquez, el cual trata sobre el tema del secuestro en Colombia.
“Creen escenas”, les dice a los periodistas. “Hagan una película con sus ojos. Eduquen sus sentidos. El paisaje, los sonidos los rostros, hasta los olores. Compártanlo todo. Lleven al lector al lugar de los hechos. Háganlo vivir”.
Sus propias columnas diarias en El Universal siguen vivas en su página.
Él escribe sobre lo grotesco, lo fantástico y lo aparentemente mundano, lo terrenal –o sobre cosas que él una vez describió como “esos detalles de interés humano que no parecen importantes, pero que son en realidad los que nos mueven”.
Él escribe sobre cualquier cosa: “el mago Aben-el-kady y su esposa Samarkanda, quienes llegaron a Cartagena el 3 de enero de 1949 para “compartir los secretos de la antigua India”; del teniente Matayana, quien tuvo un duelo al amanecer; sobre el boxeador Joe Louis, cuyo coraje inspira; y la glamorosa estrella de Hollywood Rita Hayworth y su príncipe Alí Khan.

Él escribe sobre la vida.
Lo que él enseña, piensa, debe ser, al menos en parte, una historia cautivante.
García Márquez les dice a los jóvenes periodistas que han escogido un camino difícil. Escribir es difícil, afirma, de cualquier forma en la que se realice.
Es una actividad solitaria.
“Él dice que cuando tú escribes –siempre– estas solo”, comenta Arango. “Dice que escribir es una gran batalla que nunca termina”.
“Dice que muchos quieren ser escritores, pero sólo unos pocos lo logran. La vida decide quién es y quien no es”.



[1] Publicado The Toronto Star, el sábado 27 de junio de 1998. Traducción de David Lara Ramos.







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