jueves, 14 de noviembre de 2013

La novela total

La primera edición completa de Moby-Dick; or, The Whale fue publicada el 14 de noviembre de 1851, por Harper and Brothers.



Por Wenceslao Triana

Hace un par de semanas me vi atrapado en medio de una excursión a un centro comercial. Creo haberles contado que una de las pocas diversiones que tiene la gente en el País del Sueño, aparte de ver películas con finales previsibles, es la de ir a hacer compras después de haber trabajado como pollos en granja durante la semana.
Aquel día yo estaba con el corazón deshecho y pensé que dejarme arrastrar a aquellas multitudes consumientes disiparía mis pensamientos. Pero pronto me cansé de perseguir niños antojados de juguetes, jóvenes moviéndose eufóricos entre etiquetas adheridas a ropa, y adultos eligiendo zapatos o equipos de audio o de video.
Como sé claramente los riesgos que existen de perderse en esos laberintos, esperé pacientemente a que el grupo pasara cerca a un mapa y allí busqué algún rincón atractivo donde pudiera quedarme mientras los demás calmaban su ansiedad de comprar. No me sorprendió que entre los más de doscientos almacenes sólo hubiera un lugar dedicado a la venta de libros. Quizá esa proporción permita formarse una idea de la poca importancia que tienen los libros en el reino del dinero.
No sé si les conté que los mejores libros que poseo —en la biblioteca que he ido formando desde que empezó mi exilio— los he encontrado en la basura. Tengo una Enciclopedia Británica que salvé de mezclarse con sobras de comidas. Tengo primeras ediciones de Hemingway y Faulkner. Tengo incluso casi todas las obras de García Márquez en inglés que le quité de las manos a un sujeto apático que seguía quejándose de la falta de espacio que había en su apartamento.
Tampoco me sorprendió que aquella librería —la del centro comercial— vendiera a mitad de precio obras que al parecer ya nadie se interesa en comprar. Los clásicos pasan inadvertidos (todo Shakespeare se consigue en cuatro dólares) y, después de dos o tres meses de ruidos y de luces, los bestsellers (esas obras proclamadas en sus solapas como nuevas obras maestras) reciben sepultura de quinta categoría en las tiendas de liquidaciones. Pero como la jornada de compras iba para largo, me dediqué a buscar libro por libro, aquel que le hablara a mi tristeza, aquel que consiguiera consolarme.
Pasé cerca de cuatro horas mirando, hojeando, leyendo, convenciéndome de que no había sido escrito el libro capaz de entender lo que sentía aquel domingo. Estaba a punto de marcharme desconsolado, pensando que a lo mejor servía para algo sentarse en una banca a ver pasar gente, cuando noté que me faltaba por mirar los tres libros que adornaban una repisa perdida, al lado de las novelas románticas. Allí encontré el libro que buscaba.
Tampoco recuerdo si les he hablado algo de la importancia que le concedo a los hallazgos, a ese don maravilloso que en inglés algunos llaman serendipity. Si no lo he hecho, prometo hacerlo la próxima semana. Hoy sólo quiero decirles que al encontrarme con Moby Dick, la novela de Herman Melville, sentí que en la aventura del Capitán Achab estaba reflejada mi propia desventura. Ése hombre buscando por todo el mundo aquella ballena blanca que le arrancó una pierna me parecía la metáfora ideal del vacío que sentía en el corazón. Me llevaría mucho tiempo explicarles lo que ha sido mi larga amistad con esta novela en la que todo parece estar contenido. Quizá sea suficiente con decirles que al mostrarse como el único libro capaz de decirme algo aquella tarde, ratificó para mí su maravillosa condición de obra maestra, de engendro maravilloso capaz de contener dentro de sí a todo el universo.
Días después me enteré de que Moby Dick fue publicada justamente en octubre de hace 150 años, que muchos la consideran la novela más renovadora de la literatura de los últimos dos siglos, que fue un fracaso comercial en su momento y que su autor renunció a la literatura pocos años después del esfuerzo descomunal de escribirla.
 Quizá ninguna novela como esa me ha enseñado lo vivo y estremecedor que puede ser el concepto novela total. La aventura de un barco detrás de una ballena puede ser al mismo tiempo una triste historia de amor o —si miro las noticias— un reflejo de las cosas que suceden cuando un grupo de personas se ve envuelta y arrastrada por el odio que alimenta una persona que se nutre de deseos de venganza.

Octubre 31 del 2001




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