El muchacho que reparte el correo le dejó un sobre blanco en su escritorio.
Él lo miró sorprendido. No decía nada por fuera. Extrajo una hoja que desdobló,
leyó, volvió a doblar y volvió a desdoblar y volvió a leer.
Luego alzó la mirada, buscó nuestros ojos y dijo:
—Estoy despedido.
Sonrió. Rió. Volvió a decir: "Estoy despedido", y azorado y alegre pasó por
los escritorios mostrándonos la carta.
Se veía contento cuando dijo "soy libre" y salió por la
ventana.
De Historias del sexto sentido.
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