domingo, 29 de diciembre de 2013

La magia del engliñol


"Repartiendo grocerias en el truquito". 

Por Wenceslao Triana

   Me debo y les debo a mis dos o tres lectores este artículo desde hace muchos años, casi desde los tiempos ya remotos en que decidí marcharme del país de los colombios y me vine, más resignado que ilusionado, a este país donde las mayorías habitan en un sueño artificial y desabrido.

  Por razones que no viene al caso explicar, fui posponiendo esta charla que sólo ahora un sonido de campanas me invita a asumir, para que no forme parte de la deuda incalculable que dejaré al marcharme.   

Una de las primeras cosas que noté, cuando llegué a este lugar, fue la intensa convivencia que aquí sostienen el español y el inglés. Comprobé con alegría que ya era cosa del pasado ese saludo con que solían recibir a los recién llegados: “Forget Spanish!”, tan parecido a la leyenda que Dante encontró sobre la puerta de los infiernos helados. 

   Ya para el momento de mi arribo el español se paseaba orgulloso por las calles, las oficinas, las empresas de gobierno y de servicio. Ya era posible oír el rumor de que el inglés terminaría acorralado. Pero más que la batalla demográfica me interesaba el privilegio de estar en un lugar donde dos lenguas convivían y me hundí lleno de entusiasmo en el bilingüismo, convencido de que cada nueva lengua que le añadimos a nuestras vidas es como un nuevo universo que le abrimos a nuestra libertad.

  Siempre traté de tener claro que las dos aguas podían convivir, pero que era necesario evitar que se mezclaran en ese pataleo intermedio al que llaman Spanglish. Porque el Spanglish puede ser un triunfo de la comunicación, pero es una derrota del inglés y el castellano, esas patrias errantes que hace mucho dejaron de pertenecerle a Castilla e Inglaterra, que hace mucho son el patrimonio de legiones de tránsfugas y desterrados.

   Pero con el tiempo encontré un equivalente del Spanglish al que se le ha prestado muy poca atención y aquí me tienen, sí señores, enemigo del Spanglish pero defensor acérrimo del engliñol.

    Tengan la bondad de poner al lado de la palabra engliñol el símbolo de copyright. Porque, que yo sepa, nadie ha hablado de esa lengua cargada de poesía de la que les quiero hablar.

   El Spanglish, todos más o menos lo sabemos, es un español violentado por la presencia del inglés. La estructura básica sigue siendo el español, pero el inglés se impone cada vez que el hablante se ve en apuros para encontrar la palabra que necesita o cuando la palabra inglesa permite ahorrar sílabas y tiempo. En los dominios del Spanglish, “So” siempre aparece en lugar de “entonces”, la gente no usa aspiradoras sino que “vacunclinea”, a nadie le dicen que espere, sino que “wait a second or a minute”.

   La eficiencia es el signo del Spanglish. Pero la poesía inadvertida es el signo del engliñol. 

  Permítanme ahora que explique los conceptos básicos del engliñol. Para ello necesito recordarles que el País del Sueño empieza a ser consciente de su acelerada hispanización. Gringo que se respete, gringo que tenga los pies en la tierra y que entienda los tiempos que está viviendo, sabe que tiene que estudiar español, para no quedarse atrás en el nuevo país que empieza a surgir de cuartos de aseo y universidades al mismo tiempo.

  No es una exageración decir que hoy en día, en el País del Sueño, son más los gringos interesados en saber español que los hispanos interesados en aprender inglés. El País del Sueño está aprendiendo español para no quedarse atrás en su propio suelo y, al hacerlo, está dando origen a un curioso fenómeno al que me he tomado la libertad de llamar “engliñol, palabra que me gusta más que Englinish o Ingleñol, esta última porque me parece que recuerda demasiado la palabra ingle, y de hablar de la ingle a hablar de sexo hay menos de tres dedos.

   El engliñol es un español nacido en las estructuras del inglés, podría decirse que es un español anglosajón. Poco habituados a aventurarse en territorios desconocidos, los gringos que ahora son estudiantes de español creen que pueden salirse con la suya si siguen pensando en inglés, pero dejando salir palabras del español.
Piensan que si en inglés se dice: “” My name is Jim”, aciertan diciendo “Me llamo es Jim”. Creen que pueden pasar por nativos en Latinoamérica si en lugar de pedir una Seven up, piden una “Siete arriba”. Creen que caminar hacia la salida (Exit) es otra manera de caminar hacia el “éxito”.

   He dedicado todos estos años a recopilar las frases que se les escapan a los hablantes del engliñol. He tenido desde el principio la sensación de que esa frontera entre dos lenguas es un terreno propicio para la poesía. Para seguir pagando mis deudas me propongo escribir una novela en engliñol, titulada El camino del éxito. Pero como el libro aún no está terminado, quiero compartir con ustedes un par de joyas de esta lengua proverbial.

   La primera la recibí de una profesora de español en una universidad. Un día, revisando la composición escrita por uno de sus estudiantes encontró la historia de un hombre que “repartía grocerías en un truquito”. La frase requiere toda una iniciación. “Groceries” es la palabra inglesa para verduras y el estudiante decidió que “grocerías” era su equivalente en español. El truquito, por su parte, es el diminutivo de “truck”, que como muchos de ustedes saben es la palabra inglesa para camión.

   Lo que el tipo de la historia repartía en su camión eran simples verduras, pero al lado de esa fruslería repartir grocerías en un truquito suena casi como un cantar de gesta.

  Con todo y el entusiasmo que me genera el engliñol, debo reconocer que algunos de sus aciertos se deben a la pereza que sus practicantes tienen para consultar diccionarios. Pero no seré yo quien desprestigie a esa lengua celestial, especialmente cuando he sido testigo cientos de veces de los milagros que es capaz de realizar.

   Citaré un ejemplo más. Y los dejo a la espera de mi novela. Un día, una chica estaba hablándome de sus vacaciones en Acapulco y para decirme que ella y sus amigas “were taking sun baths” todos los días, me dijo que “sacaban el sol todas las mañanas”. Ignoro si ustedes comparten mi entusiasmo, pero esa imagen de esas chicas sacando el sol todas las mañanas, como si lo tuvieran guardado en un cajón o como si el sol fuera un perrito al que hay que llevar a orinar, es una de las frases más poéticas que he escuchado en esta ya larga vida de catador de desaguisados.

Texto publicado originalmente en 'Cartagena en Línea', en febrero de 2008.





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